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Un estudio no halla menor bienestar en los hijos por reproducción asistida sin conexión genética

La investigación sugiere que las relaciones familiares son mejores si se desvelan los orígenes biológicos en torno a los siete años que si se hace más tarde o no se revelan

The study followed 117 families for 20 years.
La investigación ha hecho un seguimiento a 117 familias durante 20 años.recep-bg (Getty Images)
Pablo Linde

Tras 20 años de estudio, la mayor investigación longitudinal hasta la fecha ha concluido que los niños nacidos por reproducción asistida sin vínculo genético con alguno de sus progenitores —ya sea por donación de óvulos o semen (gametos), o por vientre de alquiler— tienen los mismos niveles de bienestar y relaciones similares con sus familias que los gestados de manera natural. También sugiere que la adaptación es mejor si los padres revelan a los niños sus orígenes biológicos en torno a los siete años que si se hace más tarde o no se desvela.

La publicación, revisada por pares e incluida este jueves en la revista Developmental Psychology, ratifica las conclusiones de seis entregas anteriores en un seguimiento continuado que empezó al año de vida y siguió a los 2, 3, 7, 10, 14 y, finalmente, 20. Durante estas dos décadas observó el desarrollo de 117 familias mediante cuestionarios estandarizados a los padres y, si éticamente era posible, también a los hijos —65 nacidos tras donación de esperma, óvulos o vientre de alquiler, y 52 de manera natural—, para comprobar si la falta de vínculo genético podía alterar de alguna forma el desarrollo emocional. Los investigadores no hallaron diferencias significativas entre unos y otros a lo largo de su desarrollo ni a la llegada a la edad adulta (20 años, en este caso).

“A pesar de las preocupaciones de la gente, las familias con niños nacidos a través de reproducción asistida con participación de terceros llegan bien a la edad adulta”, asegura Susan Golombok, directora del estudio, profesora emérita de Family Research y exdirectora del Centro de Investigación Familiar de la Universidad de Cambridge.

Uno de los objetivos de la investigación era averiguar si en estos casos de reproducción asistida se veían problemas similares a los que ocurren con más frecuencia en las adopciones, en las que “los padres enfrentan desafíos específicos cuando sus hijos llegan a la adolescencia”. “Se ha encontrado mayor conflicto entre padres adoptivos y adolescentes adoptados que entre padres no adoptivos y adolescentes no adoptados. Además, la mala comunicación sobre la adopción se ha asociado con relaciones más negativas entre los padres adoptivos y sus hijos”, explica la investigación.

Uno de los motivos por los que esto ocurre, razona Montse Lapastora, directora de Psicoveritas (un gabinete especializado en el tema), es que cuando el niño adquiere pensamiento abstracto y entiende lo que es ser adoptado, “comprende también que hay una familia que previamente lo ha abandonado”, y esto se traduce en ocasiones en “agresividad”.

Esto no ocurre, según la nueva investigación, en los niños nacidos por reproducción asistida con material genético de terceros. Sin embargo, las conclusiones no son definitivas. Pese a cumplir con buenos estándares de calidad, los propios investigadores reconocen como una de sus debilidades que la muestra es pequeña. Gloria Bellido, psicología especializada en infancia y vocal de la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR, cree que aunque es un análisis “interesante”, tiene un número pequeño de familias y que para sacar conclusiones más sólidas habrá que basarse en metaanálisis (que incluyen muchas investigaciones). “Esto no deja de ser un estudio hecho en unas condiciones muy concretas, como que se limita a un país: Reino Unido”, matiza.

Otra de las limitaciones que analiza esta profesional es que a lo largo de los años fueron cayéndose de la investigación una veintena de familias (algo normal en las investigaciones que son tan largas), la mayoría de las cuales rechazaba revelar al niño sus orígenes. La propia publicación muestra que contarlo o no, y cuándo, puede ser importante para el bienestar del niño, así que si se incluyesen estas familias que dejaron de contestar el cuestionario, el resultado podría ser distinto. “Lo que nos da una información interesante de cara a poder ayudar a estos niños es la parte que concluye que conocer tus orígenes es importante para la salud mental, algo que vemos también en clínica. Los secretos intrafamiliares son algo muy pernicioso, y en las familias que hay una comunicación clara se favorece la salud mental de los niños y los adultos”, señala.

“Mi padre es mi padre y mi madre es mi madre”

La publicación incluye reflexiones de los jóvenes sobre sus orígenes biológicos, algo que generalmente no les preocupa. “No me desconcierta, las personas nacen de distintas maneras y si yo nací un poco diferente, está bien, lo entiendo”, dice uno. “Mi padre es mi padre, mi madre es mi madre, nunca he pensado que no sea así, realmente no me importa”, expresa otro. Algunos afirmaron incluso sentirse especiales: “Creo que fue increíble, que todo es absolutamente increíble. No tengo nada negativo que decir al respecto en absoluto”.

De nuevo, hay que tener en cuenta que solo se pudo recabar la opinión de los hijos que conocían sus orígenes. Entre los participantes en el estudio que no lo abandonaron, solo el 42% de quienes recibieron donación de esperma lo revelaron antes de los 20 años, en comparación con el 88% de la de óvulos y el 100% de los gestados en vientres de alquiler.

Entre los dos primeros sí se hallaron pequeñas diferencias. Las madres receptoras de donación de óvulos reportaron relaciones familiares menos positivas que las receptoras de donación de esperma. Los investigadores sugieren que esto podría deberse a las inseguridades de algunas madres sobre la ausencia de una conexión genética con su hijo. Pero esto no se reflejó en las percepciones de sus hijos sobre la calidad de las relaciones familiares.

Los que recibieron donación de esperma, sin embargo, reportaron una comunicación familiar más pobre que los concebidos por donación de óvulos. “Esto podría explicarse por el mayor secretismo en torno a la donación de esperma que a la donación de óvulos, a veces impulsado por una mayor reticencia de los padres que de las madres a revelar a sus hijos que no son sus padres genéticos, y menor predisposición a hablar de ello una vez que lo han revelado”, señala el estudio.

Respecto a los vientres de alquiler, según opina Bellido, “la discusión tiene que ver con la salud mental de las madres [gestantes] mucho, muchísimo más que la de los hijos”.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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