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El limbo de las familias con progenitores homosexuales en Italia: “Es muy humillante. Te obligan a declarar en falso”

El Gobierno, impulsado por el ala ultraconservadora, prohíbe la inscripción en el registro municipal de los padres y madres no biológicos de las parejas del mismo sexo, una situación que afecta a 150.000 hogares

Ilaria Rossi, en el centro, y Anna Inverardi con su hija Adele Saga en su casa de Brescia, en Italia.
Ilaria Rossi, en el centro, y Anna Inverardi con su hija Adele Saga en su casa de Brescia, en Italia.Francesca Volpi (Francesca Volpi for El Pais )
Daniel Verdú

La ironía es que el peor y el mejor día pueden llegar a ser el mismo. Ilaria Rossi y Anna Inverardi no podían sentirse más felices la madrugada que nació Adele. El camino había sido muy largo. Los viajes a la clínica de reproducción asistida en Dinamarca, varios intentos, el desgaste físico, emocional y económico. Y por fin el nacimiento en Brescia (norte de Italia), en casa. Pero a la mañana siguiente, cuando fueron al registro, la pequeña tuvo que ser inscrita solo como hija de una de ellas y de un padre desconocido. Así funcionaba y sigue funcionando en Italia. “Es un momento muy humillante. Te obligan a declarar en falso. Y lo tienes que hacer los primeros días del bebé, cuando estas felicísima. Y estás obligada a declarar que solo tiene una madre. A negar a tu compañera y a hurtarle a la niña una madre. Encima debes decir que tiene un padre en algún sitio que no la ha querido, en lugar de afirmar que tiene dos madres que la aman con toda su alma”.

Italia, el país que acoge al Vaticano, nunca ha querido tener una norma que reconozca a los hijos de las familias formadas por dos personas del mismo sexo. Ni siquiera la izquierda en 2016, cuando aprobó la ley de uniones civiles, se atrevió a dar ese paso. Una lucha que asociaciones como Famiglie Arcobaleno llevan comprometidos en un país en el que batallas de este tipo siempre han sido complicadas. Sin embargo, muchos ayuntamientos progresistas como el de Milán o Turín abrieron registros municipales para dar amparo a esas 150.000 familias que hay en Italia. Una medida fundamental para que uno de los dos padres o madres pueda hacer cosas tan básicas como viajar fuera de Italia con el menor, inscribirlo en la escuela, vacunarlo, dejarle toda la herencia o, simplemente, disponer de su custodia en caso de muerte de su pareja. Ese registro era solo un parche. Pero ayudaba. Y ahora el Ejecutivo de corte ultraderechista de Giorgia Meloni ha dado orden a todos los delegados del Gobierno de las regiones que los prohíban. Además, la Abogacía del Estado está presentando recursos para eliminar de esas bases de datos a los niños inscritos y devolverlos al limbo de un solo progenitor.

La agenda del Gobierno está clara. Y la letra de la música ultraconservadora en la cuestión social la escribe la ministra de Igualdad, Familia y Natalidad, Eugenia Roccella. Una vieja activista antiabortista del Partido Radical convertida con fervor a los movimientos ultraderechistas provida. “Nuestro modelo de familia prevé un padre y una madre”, zanjó en un programa de televisión la semana pasada. Además, la comisión del Senado, controlada por la mayoría de la derecha, rechazó esa misma semana aprobar el certificado europeo que trata de homogeneizar este tipo de registros, también para las familias de progenitores homosexuales extranjeros que llegan a Italia para pasar una temporada y ven cancelados sus derechos. La medida deja al país transalpino alineado con Polonia, Hungría, Rumania, Letonia, Bulgaria, Eslovaquia y Lituania. O lo que es lo mismo, con una idea política que condena a dos millones de niños a la discriminación respecto a sus conciudadanos europeos.

Meloni, que siempre asegura que quiere el tipo de familia para los niños italianos que ella no tuvo (su padre, un exconvicto por tráfico de drogas ya fallecido, abandonó a la familia cuando ella era pequeña), y su partido lo advirtieron en campaña. El ataque a la comunidad LGTBI se viste a veces de un discurso contra los tipos de reproducción que no se consideran éticos. Pero nadie pensaba que la medida, el primer atentado contra los derechos civiles de los que se temían, sería tan drástica. “Por desgracia, cuando hubo las elecciones todos teníamos claro cuáles eran las posiciones de la candidata Meloni. Teníamos mucho miedo y confiábamos en que no fuera elegida. Se está negando una realidad que está muy difundida. La sociedad italiana está preparada para este cambio, es absurdo negar la evidencia”, explica Ilaria.

El calvario de estas familias es largo. Hoy, la única opción, la que terminaron eligiendo Ilaria y Anna después de haber ganado un recurso que les volvió a negar el tribunal de apelación al que acudió la Abogacía del Estado, es el de recurrir a la adopción para casos particulares, el del hijo de la pareja. Se trata de un resorte legal extremo en el que el Estado, primando la integridad emocional del menor, consiente, entre otras cosas, su adopción por una pareja del mismo sexo. “Es tremendo. Y muchos padres no quieren hacerlo. Tienes que probar que eres digno de adoptar a tu hijo. Es algo absurdo y no sabes nunca a qué tipo de asistente social te encontrarás delante interrogándote. Pero nos pudo la voluntad de proteger a nuestra hija. Por ese motivo no quisimos celebrarlo, pero mi pareja lloró mucho: por fin tuvimos la certeza de que nuestra hija estaba tutelada”.

Ryan y Giuseppe, junto a sus dos hijos en Roma.
Ryan y Giuseppe, junto a sus dos hijos en Roma.Antonio Masiello (Antonio Masiello/EL PAIS)

El tormento de las familias formadas por dos mujeres tiene la particularidad de que en Italia solo está permitida la inseminación artificial de la mujer de una pareja heterosexual. Por eso los viajes más frecuentes son a España o Dinamarca. Las familias formadas por dos hombres, tal y como sucede en la mayoría de países europeos, solo tienen dos vías: la adopción del hijo biológico del otro (no pueden adoptar como pareja) o la gestación subrogada en países como México o EE UU, donde es legal en algunos Estados. Justo lo que hicieron Ryan y Giuseppe, dos sardos de 48 años que viven en Roma desde hace dos décadas. En 2015 se fueron a California y después de un largo proceso, volvieron con dos gemelos: Nina y Luca (hoy tienen 8 años).

Los dos niños recibieron la nacionalidad estadounidense y fueron registrados como hijos de dos padres. Al llegar a Italia, Giuseppe perdió automáticamente la potestad y ese reconocimiento. Los padres ni siquiera pudieron inscribirlos en el registro municipal de Roma: básicamente porque la alcaldesa de entonces, Virginia Raggi (Movimiento 5 Estrellas), y el actual regidor, Roberto Gualtieri (Partido Democrático), nunca quisieron implantarlo. “Todo esto es una estrategia política. Nos ofenden en un modo increíble”, explica Ryan respecto a la última orden del ministro del Interior de clausurar los registros municipales. “Además dicen que las parejas gais compramos a los niños. Pero nosotros accedemos a servicios de prestación y mediación legal, sucede también para las adopciones internacionales y ahí nadie habla de niños comprados”.

Ryan es vicepresidente de la asociación de familias Arcobaleno (arcoíris en italiano). Y señala lo mismo que todos los consultados para este reportaje. La sociedad civil italiana va por delante de la clase política. “De hecho, diría que está años luz. En la vida diaria nunca hemos tenido ninguna dificultad. Nuestros hijos están completamente integrados. Nunca nadie nos ha dicho nada”, apunta. El sábado pasado, unas 10.000 personas se manifestaron en Milán contra esta medida y pidieron que se regule una situación que deja a la intemperie a miles de niños.

Manifestación en Milán de familias homoparentales contra la decisión del Gobierno de Meloni de impedir el registro de ambos padres.
Manifestación en Milán de familias homoparentales contra la decisión del Gobierno de Meloni de impedir el registro de ambos padres.GABRIEL BOUYS (AFP)

La nueva secretaria del PD, Elly Schlein, aseguró que lo convertirá en una lucha prioritaria. Stefania Santilli, abogada que defiende las familias homoparentales, cree que debería “discutirse el diseño de la ley que presentaron las familias homosexuales”. “Ya se empieza a hablar de ello en el Parlamento. No se puede dejar a todos esos niños esperando a una decisión que llegará dentro de dos años (tiempo que tarda el proceso de adopción). La adopción no es la figura legal justa ni correcta. No está pensada para parejas de uniones civiles, es la adaptación de otra figura legal y contiene pasajes que son injustos para las familias. Pero es una forma de reconocimiento y es importante recordarlo”. El problema es que, hasta ahora, tampoco la izquierda había hecho nada.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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