California quiere borrar la leyenda negra de San Quintín
Gavin Newsom, el gobernador del Estado, transformará en 2025 la prisión en un nuevo centro de rehabilitación para los presos inspirado en Noruega
El 1 de enero de 1959, Johnny Cash visitó la prisión estatal de San Quintín, al norte de San Francisco, para dar el primero de sus famosos conciertos dentro de una cárcel. El hombre de negro, como se le conocía al músico fallecido en 2003, tocó una decena de canciones para cientos de presidiarios en el taller, un espacio donde los reclusos fabricaban objetos para después vender por algunos dólares. “San Quintín, odio cada centímetro de ti”, cantó Cash, arrancando una explosión de júbilo del público. En aquel concierto estaba entre la audiencia Merle Haggard, entonces un joven de 20 años que estaba cumpliendo una condena por robo. Haggard fue transformado por aquel despliegue de arrogancia y ritmo. Era un guiño del futuro al que podía aspirar sin una vida como delincuente. En libertad se convirtió en eso, una leyenda musical que ganó dos premios Grammy.
Esa leyenda fundacional del country estadounidense indica uno de los momentos de renovación que se han vivido dentro de los muros de San Quintín, una penitenciaría abierta en 1852 que hoy mira a la bahía de San Francisco. Toma su nombre de un jefe indio que capturado por soldados mexicanos. Los programas de educación y de rehabilitación, sin embargo, comenzaron en 1940. El gobernador de California, Gavin Newsom, pretende cambiar la historia de este centro de reclusión, que hoy alberga alrededor de 550 personas en el corredor de la muerte. California tiene una relación particular con la pena de muerte. No ha ejecutado a nadie desde 2006. En 2016, sin embargo, los californianos opinaron a través de un referendo que querían conservar y usar más la pena capital. En 2019, el actual mandatario declaró una moratoria a las ejecuciones y ordenó que se desmantelara la cámara de gas de San Quintín.
“Tomamos un paso más en la búsqueda de la verdadera rehabilitación, justicia y de comunidades más seguras”, dijo Newsom la tarde de este jueves. El mandatario imagina un nuevo modelo para la prisión que ha albergado a criminales como Charles Manson, fallecido en 2017, y William Bonin, un violador y asesino serial de al menos 14 chicos, que fue ejecutado en 1996 con la primera inyección letal dada en el Estado. El gobernador asegura que el nuevo proyecto pretende convertirse en un modelo nacional de rehabilitación y “romper los ciclos del crimen” que hacen que el 45% de las personas vuelvan a cometer un delito en los primeros tres años después de haber sido liberados. ¿El primer paso? Dejar que San Quintín sea una cárcel de máxima seguridad. Todos los reclusos que están allí serán trasladados a otros centros. Por lo menos un centenar de prisioneros en el pabellón de la muerte ya ha sido transferido.
La nueva iniciativa estará lista en 2025. Será entonces cuando el recinto sea transformado en un lugar donde un interno pasará la última etapa de su condena. Allí los reclusos podrán entrenarse para tener un empleo bien remunerado una vez que sean liberados. Se formarán plomeros, electricistas o conductores de tráileres, un oficio que tiene cada año cerca de 80.000 sin cubrir en todo el país.
Newsom promete que su proyecto será de gran envergadura, a pesar de que solo ha destinado 20 millones de dólares para iniciar la reconversión de la prisión en su presupuesto. El gobernador, uno de los políticos demócratas más reconocidos del país, asegura que se ha inspirado en el modelo de reinserción de Noruega, donde tres de cuatro expresidiarios no reinciden. No es el único esfuerzo del tipo. Hay cárceles en Dakota del Norte y Oregón que han seguido ejemplos escandinavos. En Estados Unidos el reclamo por la reforma de las prisiones ha ido en aumento en los últimos años por su castigo en exceso a las poblaciones de negros y latinos.
Dentro de San Quintín existe un pequeño museo con la historia del centro. Allí puede verse el nudo manchado de sangre que se utilizó en la última ejecución por ahorcamiento, en 1937. Décadas más tarde, en 1971, la prisión vivió uno de sus días más violentos. Un grupo de seis reclusos intentó escapar, lo que provocó una revuelta en la que murieron tres guardas y tres prisioneros. Hugo Pinell, uno de los reclusos que intentó huir, de origen nicaragüense, fue cambiado de prisión poco después. Fue apuñalado en otra cárcel de Sacramento, donde purgaba seis condenas a muerte por homicidio, violación y asalto agravado. La mayoría de los delitos cometidos fueron detrás de las rejas.
En San Quintín los condenados a muerte viven en una celda solitaria. Hace algunos años se les permitía tener en sus habitaciones agujas para tejer. En el taller, el sitio donde Cash ofreció su concierto, se venden colchas y muñecos hechos por los habitantes de la cárcel. Pero el centro es también conocido por haber implementado algunas políticas de avanzada para reinsertar a la sociedad a los presos. Allí se encuentra la Universidad Monte Tamalpais, el único centro educativo dentro de un reclusorio que ofrece dos años de educación superior y clases sobre literatura, astronomía y arte. Este es financiado por las universidades de Stanford y Berkeley.
También se ha convertido en un sitio de peregrinaje para cualquier tipo de proyecto cultural. En 2017, tres reclusos lanzaron Ear Hustle, que se convirtió en el primer pódcast en Estados Unidos hecho desde prisión. El programa de audio fue finalista del Premio Pulitzer en 2020. Décadas antes, en los años 60, el escritor Truman Capote, famoso por hacer de una visita al corredor de la muerte en Kansas una obra maestra literaria, acudió a hacer un documental para la televisión sobre la pena de muerte. En 2019 otro destacado documentalista, Ken Burns, la visitó para proyectar su investigación sobre el country. Merle Haggard y Johnny Cash retornaron a la leyenda de San Quintín. El material fue apreciado por reos que ya estaban tras las rejas en la primera visita del hombre de negro.
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