Ángela Rodríguez, ‘Pam’, la secretaria de Estado con menos filtros
La ‘número dos’ del Ministerio de Igualdad, que no ha dejado de provocar polémicas desde que llegó al cargo, es una pieza intocable de Irene Montero
De charco en charco es el camino que dicen que sigue. Lo dice su trinchera y la contraria. Lo dicen quienes la conocen porque la conocen y quienes no, por lo que ven. Lo dice ella también. Y a veces lo avisa: “Sé que me voy a meter en un charco, pero…”. Ángela Rodríguez lo dice todo: como Pam, su alter ego en redes sociales desde 2012, o como secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, que es el cargo que ocupa desde octubre de 2021. Acababa de cumplir 32 años cuando fue nombrada.
“Feminista y bisexual. Galega. Secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género”. Así se define ella misma en sus biografías en redes sociales, desde donde de vez en cuando provoca algún incendio. El último fue este 8-M: subió a sus redes un vídeo de la manifestación feminista en el que ella aparecía en primer plano, sonriente, delante de una fila de mujeres jóvenes que cantaban la “pena” que les daba que “la madre de Abascal no pudiera abortar”. Luego lo borró, pero ya era tarde: se la nombró en 51.000 tuits el 9 de marzo. Vox pidió su destitución y ella respondió que la extrema derecha estaba “teatralizando”, que “no han estado nunca en una manifestación feminista” y que “no entienden el feminismo”.
También así es Rodríguez. “No va a reconocer jamás que se ha equivocado si no cree que se ha equivocado, y pocas veces cree que se equivoca, porque claramente dice lo que piensa”, apuntan fuentes de su entorno político. La mayoría prefiere no enfrentarse a ella: es “dura”, “tajante”, “implacable”, a veces “no admite argumentos contrarios” y las negociaciones con ella sentada a la mesa pueden ser “agotadoras”, condenadas a ser estériles si ella ya tiene claro cómo tiene que ser lo que sea que se esté negociando.
Sin embargo, no solo es por eso. También es una “intocable” de Irene Montero. Es su número dos, pero sobre todo son amigas. Se llevan haciendo de escudo desde antes de que la ministra la nombrara secretaria de Estado. En la oposición creen que hace a Montero mucho más daño —político— que favor. Y aún hay quienes no saben cómo llegó a ocurrir ese nombramiento. Muchos critican que siga más con un pie en el activismo que en su cargo y que “no distinga” lo institucional de la lucha en la calle. Los socios del Ejecutivo preferirían que su puesto lo ocupase otra persona, pero Montero nunca ha valorado prescindir de ella: ni cuando la oposición lo ha exigido ni cuando el propio Gobierno ha chocado con ella en público.
La última polémica es la del vídeo del 8-M, pero antes hubo otras. Hace una semana, porque en una de sus publicaciones en Instagram aparecía un Satisfyer con la frase “esta máquina mata fascistas”. Un día antes porque dijo que le parecía “escandaloso que un 75% de las chicas prefieran la penetración a la autoestimulación”. Hace dos meses, porque ironizó sobre las rebajas de penas por la ley de libertad sexual en un episodio del audio Feminismo para todo el mundo, que produce Podemos. Entonces sí pidió disculpas, aunque no a quienes la criticaron por “bromear”, sino a las víctimas por el tono que había usado.
De Errejón a Montero
Ángela Rodríguez se licenció en Filosofía por la Universidad de Santiago de Compostela y después hizo un máster de Creación e Investigación en Arte Contemporáneo en la Universidad de Vigo y otro de Malos Tratos y Violencia de Género en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Venía del 15-M, del feminismo y del activismo en el colectivo LGTBIQ. Fue parte de la fundación de Podemos Galicia y de En Marea, plataforma con la que ocupó escaño en el Congreso entre 2016 y 2019. De aquellos años viene su relación con la ahora vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. Y en aquellos años ejerció como una de las vocales de la subcomisión que llevó a cabo los trabajos para la aprobación del pacto de Estado contra la violencia de género.
Su partido acabó absteniéndose en la votación porque aquel texto le pareció insuficiente. Dicen de Pam en su entorno que ella misma es un poco como aquel voto de máximos: “Lo quiere todo, no se conforma”. También que eso en la calle sirve, pero en política no tanto, que supone un obstáculo para llegar a acuerdos en un Gobierno de coalición. O incluso dentro del propio partido. No se pone en duda su capacidad de trabajo ni su inteligencia. Tampoco la impulsividad en el ataque político y verbal.
En medio de aquellos años como diputada, Rodríguez se presentó como candidata a la secretaría general de Podemos Galicia, con Íñigo Errejón como apoyo. Perdió por muy poco frente a la politóloga Carmen Santos y ese fue su primer incendio en los medios: en un chat privado la llamó “puta coja”. Y en las listas de Errejón concurrió, como número 14, a la segunda asamblea ciudadana de Podemos (Vistalegre II), en 2017. Aunque aquel pulso lo ganó Pablo Iglesias, cuando en las elecciones de noviembre de 2019 Rodríguez perdió su escaño no desapareció: todo lo contrario.
Con el Gobierno de coalición constituido y el Ministerio de Igualdad en manos de Podemos, ella entró como asesora. Noelia Vera fue la primera mujer que Montero eligió para ocupar la secretaría de Estado. Un año y nueve meses después, Vera se fue sin que nadie sepa todavía el motivo exacto. Y llegó Pam. “La lucha es por la vida, por los derechos de todas, todos y todes”, escribió en su cuenta de Twitter el día que fue nombrada. Del errejonismo a ser la número dos de Irene Montero. Ahora prodiga admiración por la ministra, en público y en privado.
Y ha ido sumando poder. Tuvo mucho que ver en la ley del solo sí es sí y en la ley trans, que lleva defendiendo desde antes de ocupar su puesto. Levanta odios y lealtades. Y ante los ataques e insultos, que son frecuentes haya o no haya levantado ella el debate con alguna declaración, siempre ha defendido que responden a que es mujer, feminista, joven, bisexual y con un cuerpo no normativo. También a que viene de bregarse en la calle y no en colegios privados y a que su hacer no es el de una política institucional al uso. Pero nunca a un error suyo, ni en el fondo ni en las formas.
No ha cambiado su lenguaje ni su tono y no siempre se amolda a los protocolos y las maneras de la política. “La política aún no es del todo para mujeres. Exige formas agresivas y competitivas, nos hace abandonar a los nuestros en muchas maneras”, escribió en Instagram en 2018. Cuentan que lleva a los máximos la sentencia feminista de que lo personal es político. Pero sin sorpresas, porque Ángela Rodríguez ha sido siempre la misma Ángela Rodríguez.
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