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La devastación que genera la viralización de un vídeo sexual sin consentimiento

Miles de jóvenes compartieron estas Navidades las imágenes sexuales grabadas en la discoteca Waka, una conducta que puede acarrear daños psicológicos a los implicados y en la que las redes no están exentas de responsabilidad

Un grupo de amigas toma fotografías con sus dispositivos móviles en la calle.Foto: KARRASTOCK (GETTY IMAGES) | Vídeo: TIK TOK
Andrea García Baroja

Un vídeo en el que una joven le practica una felación a un chico en el escenario de Waka, una discoteca de Sant Quirze del Vallès (Barcelona), se hizo viral estas Navidades. Se grabó durante la noche del viernes 23 y estuvo varios días circulando por redes sociales. En Twitter, el nombre de la discoteca donde ocurrió fue trending topic durante horas y acumulaba más de 26.000 interacciones. TikTok se inundó de publicaciones de adolescentes exponiendo su opinión o haciendo bromas al respecto: “Esta chica jamás podrá encontrar marido, no se puede estar en misa y repicando”; “La verdad [es] que vi el vídeo y se me partió el alma”; “Es una cerdada por parte de los dos y si les molesta que se jodan”; “Dónde puedo ver el vídeo de Waka”. La realidad es que la chica que aparece en la grabación es menor de edad y sus padres han denunciado la difusión de las imágenes y también una presunta agresión sexual. La madre de la joven asegura que su hija no recuerda nada y estudian si puede tratarse de un caso de sumisión química. El chico, mayor de edad, también ha denunciado la difusión de las imágenes a los Mossos d’Esquadra.

A raíz de ese primer caso aparecieron más vídeos de carácter sexual en las mismas redes sociales, que tampoco tardaron mucho en hacerse virales. Dos de ellos en Waka. Otro en el aparcamiento de la discoteca Joy en Valencia, grabado hace meses, pero que volvió a publicarse. Además de los gritos de ánimo y las risas alentando a los protagonistas a seguir con su actividad, en las grabaciones se observa cómo varios jóvenes graban las escenas entre risas y comentarios obscenos. También se reconoce la cara de la mayoría de implicados, por lo que es posible identificarlos.

Los afectados por la difusión descontrolada de las imágenes, especialmente si son fácilmente reconocibles como estos jóvenes o un famoso, sufren el escarnio público y la vergüenza. El actor Santi Millán (Barcelona, 54 años) fue víctima en junio de este año de la propagación no consentida de un video de carácter sexual. “En nuestra cultura, las relaciones sexuales forman parte de la intimidad de las personas. Cuando esta se ve vulnerada ante terceros, y más si son miles, pueden llegar a sentirse expuestos en lo más profundo de sí mismos y culpables por lo que han hecho”, expone Estela Buendía, psicóloga y sexóloga del centro especializado Borobil. Las consecuencias psicológicas y emocionales para los implicados, explica la experta, pueden ser muchas, distintas y graves: “Desde la pérdida de confianza en todas las personas, al no saber quiénes lo han podido llegar a ver, al aislamiento, la culpa, las autolesiones...”.

El vídeo viral de estas Navidades solo se detiene cuando el joven se da cuenta de que les están grabando y trata de evitarlo. Lo que no se detuvieron fueron los memes, las bromas, y las discusiones entre defensores de la privacidad de los jóvenes y quienes continuaron compartiéndolo. “El vídeo completo de Waka en este enlace”, “Le enseño a mi madre el vídeo de Waka”, “Los que compartís sois unos sinvergüenzas”, “Me he descargado Twitter solo para ver el vídeo de Waka”, “Todos hablan de Waka, pero el de Joy es mucho peor”, “Me pregunto si algunos tenéis padres”, son unos pocos de los cientos de comentarios publicados en vídeos de TikTok.

El porqué de estas actitudes, sin embargo, tiene explicaciones distintas y complejas. ”El concepto de intimidad está cambiando para las nuevas generaciones”, aclara Buendía, que explica que las redes sociales, a pesar de tener una parte buena y propiciar la comunicación, pueden llevar a los jóvenes a trivializar las relaciones sexuales. “La curiosidad puede ser un motor muy poderoso, así como percibir el sexo como un acto desprovisto de compromiso, cuidados y emoción; aunque no lo sea”, comenta. Para la psicóloga, el porno también desempeña un papel importante en la actitud de los jóvenes: “La pornografía muestra a personas cada vez más jóvenes en sets de rodaje que parecen reales. Y la banalización general del sexo, el tabú asociado al mismo y la falta de educación en sexualidad, terminan por generar un caldo de cultivo que lleva a estas actitudes, que no solo están presentes en los jóvenes”.

Compartir imágenes o vídeos sin consentimiento es delito

“La regla es que nadie te puede grabar sin tu consentimiento, aunque estés en un lugar público. Más aún si los afectados son menores. La gente argumenta que todo el mundo les ha visto, pero eso no justifica el hacer videos y compartirlos”, explica Borja Adsuara Varela, abogado experto en derecho digital. La difusión de fotografías sin el consentimiento de la persona que sale en ellas puede ser una intromisión ilegítima en el derecho a la propia imagen. En estos casos, se puede denunciar por vía administrativa o civil, y acudir a la agencia de protección de datos, que tiene un canal prioritario para obligar a las redes sociales a retirar esas imágenes sensibles.

El artículo 197.7 del Código Penal, que ha sido modificado recientemente por la ley del solo sí es sí, establece “una pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a 12 meses” para quien difunda, revele o ceda a terceros sin autorización cualquier tipo de imagen cuya propagación “menoscabe gravemente la intimidad personal”, aunque hayan sido obtenidos con su consentimiento en un domicilio o en un lugar “fuera del alcance de la mirada de terceros”. En el caso de estos vídeos, grabados en lugares en los que hay muchas personas, puede no haber un delito contra la intimidad, “porque las conductas ocurren en un lugar que no está fuera del alcance de la mirada de terceros. Es decir, un sitio en el que no se percibe intimidad, como es el escenario de una discoteca”, desarrolla Adsuara.

Quien difunde también tiene responsabilidad. Lo grave no es únicamente el vídeo en si, sino también los comentarios que lo acompañan, con los que se humilla públicamente a los implicados
Borja Adsuara, abogado, profesor universitario y experto en derecho digital, privacidad y protección de datos

El artículo 197.7 del Código Penal establece una carga mayor a quien inicia la cadena de difusión, pero la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, aprobada el pasado 25 de agosto, incorpora también una pena de “multa de uno a tres meses a quien, habiendo recibido las imágenes o grabaciones audiovisuales a las que se refiere el párrafo anterior las difunda, revele o ceda a terceros sin el consentimiento de la persona afectada”. Adsuara incide: “Quien difunde también tiene responsabilidad. Mucha gente no se da cuenta de que lo grave no es únicamente el vídeo en sí, sino también los comentarios que lo acompañan, con los que se humilla públicamente a los implicados”.

Buscar responsabilidades

Además de las responsabilidades que la madre de la menor afectada exige a la discoteca Waka, que acumula ya numerosas denuncias por delitos de odio, racistas y sexuales, el foco también se ha puesto en el papel de las propias tecnológicas y redes sociales. Las grabaciones no se retiraron durante días, a pesar de las denuncias de unos pocos usuarios, y podían encontrarse con solo rebuscar un poco. “Las empresas están haciendo un trabajo importante por contratar moderadores de contenido y eliminar todos estos contenidos sensibles. Pero por mucho que se intenten borrar, es tal el volumen que se genera que resulta imposible hacerlo”, especifica Albert Gimeno, director y portavoz de la asociación Padres 2.0, especializada en ciberacoso y violencia digital. Cada minuto se suben 16 millones de mensajes de texto, 2,4 millones de imágenes en Snapchat y 66.000 fotos a Instagram, según datos de la consultora Domo de abril de 2022.

Es necesario dejar de hablar de los afectados y poner en el centro de la polémica a quienes han grabado y compartido
Estela Buendía, psicóloga y sexóloga del centro especializado Borobil

Para Gimeno, las tecnológicas tienen una responsabilidad evidente de bloquear este contenido. Este octubre, Instagram y Pinterest declararon por primera vez en un juzgado en el Reino Unido por su posible contribución al suicidio de una niña. “Estas empresas tienen la tecnología y herramientas suficientes para detectar rápidamente los contenidos sensibles como este. Pero también tiene que haber un compromiso importante por parte de los usuarios”, opina Gimeno. El director de Padres 2.0 insiste en que lo que hay detrás de cada perfil es una persona, y hace un llamamiento a la responsabilidad individual: “No somos conscientes de que, con los dispositivos móviles, estamos creando contenido permanente con solo pulsar un botón. Todos deberíamos saber qué límites no podemos pasar y comportarnos de la misma manera en nuestra vida, dentro de las redes y fuera de ellas”. En 2019, una mujer se quitó la vida después de que se difundiera un vídeo de carácter sexual sin su consentimiento entre sus compañeros de trabajo.

Tanto Buendía como Adsuara creen que es de vital importancia cambiar el foco de la polémica. “Es necesario dejar de hablar de los afectados y poner en el centro de la polémica a quienes han grabado y compartido. Llevarles a empatizar con las víctimas. Algo tiene que cambiar en todos nosotros, pues las personas jóvenes solo son nuestro reflejo”, opina la psicóloga. Gimeno coincide: “Esto se debe inculcar en casa, los padres somos responsables de enseñar a nuestros hijos sobre el uso responsable de los móviles. Además, hay que continuar trabajándolo desde el plano educativo”.


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