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El difícil camino para que no se repitan los gritos del Elías Ahuja: “Sois unas pedazo de mierdas. ¡Putas!”

Aunque muchos colegios mayores cuentan desde hace años con protocolos antiacoso y antinovatadas, el avance es lento. La lucha contra estos comportamientos requiere compromiso

Colegiales del Elías Ahuja, adscrito a la Universidad Complutense, accedían el jueves al centro.Foto: Claudio Álvarez | Vídeo: EFE

Silencio. Medianoche del pasado domingo. Un joven universitario del colegio mayor masculino Elías Ahuja de Madrid ―uno de los más elitistas de España―, vestido con una camisa blanca, levanta la persiana de la habitación de un séptimo piso. Embravecido, se asoma y como si fuera una jirafa, saca el cuello por la ventana para vociferar: “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas! ¡Sois unas putas ninfómanas! ¡Os prometo que vais a follar todas en la capea!” El chaval se dirige a las universitarias del colegio mayor de enfrente, Santa Mónica, separado por apenas 100 metros. Ellas, avisadas días antes ―“La Granja [como se conoce a esta acción] será el domingo a las doce de la noche″―, salen también a los balcones rojos de sus habitaciones para ver qué tienen preparado los chicos. El joven termina: “¡Vamos, Ahuja!”. De pronto, más de un centenar de chicos levantan las persianas de 34 habitaciones, encienden las luces y responden como jauría. “Uh, uh, uh”. A 200 metros de aquí, en la biblioteca del colegio mayor Mendel, Alba, una estudiante de Historia de 20 años, corre a la ventana: “Flipamos todos”, cuenta. “Dijimos: ‘Qué fuerte’, estaban todos compenetrados y gritando esas cosas tan machistas…”. No era la primera vez.

Horas después, un vídeo de un minuto y tres segundos con esa secuencia comienza a circular por Instagram, Twitter y, sobre todo, TikTok. La más de una treintena de universitarios consultados por los alrededores de la boca de metro de Ciudad Universitaria y de los colegios mayores coinciden en que se han enterado gracias a Cecilio G. El cantante de trap barcelonés, con más de 700.000 seguidores en Twitter, sube el vídeo a su cuenta a las 16.07 del lunes: “Pero qué locura es esta”. El sábado ya había tenido dos millones de visionados. La misma grabación circula por una cuenta de TikTok de una mónica ―así se conoce a estas colegialas― y por los grupos de WhatsApp. La viralidad era cuestión de horas.

“El primer problema es que no manejan las redes, lo han grabado y se ha difundido por el orgullo del colegio, de la acción. Y su primera reacción es: ‘No hemos hecho nada, esto es una fiesta’. Esto tiene que tener consecuencias para que se den cuenta”, reflexiona Rosa de Lafuente, vicerrectora de Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), de la que depende el Ahuja.

El plan del centro trazado hasta la fecha es una petición pública de perdón a las chicas a través de una carta. “Lo que fue una broma de mal gusto se fue de las manos. Somos conscientes de que el mero arrepentimiento no es suficiente, pero sí creemos que es el primer paso que debemos dar”, se lee en una misiva dirigida a las estudiantes del Santa Mónica, firmada por el consejo colegial del Elías Ahuja y difundida por la Orden de San Agustín, que gestiona tanto el centro masculino como el femenino. “Además, vamos a asumir las responsabilidades de nuestros actos. Pero nos parece relevante matizar que no todos los colegiales participaron, que los que lo hicieron están arrepentidos y que todos nos comprometemos a cambiar nuestras conductas y las de los que nos rodean”, añaden los alumnos. En las próximas fechas, sin señalar ninguna, se celebrarán unas “conferencias de respeto y tolerancia” para todos los universitarios. También han hablado de unos cursos sobre agresiones sexuales, pero aún no hay nada cerrado.

La Fiscalía de Madrid ha abierto una investigación por los cánticos de la Granja. “Otros años eran mucho peores, solo que esta vez ha salido en la tele. Esto es una costumbre”, asegura una persona que trabaja para el Santa Mónica. Ángela Ruiz, de 28 años, periodista, se retrotrae a ocho años atrás: “Los insultos de ‘mónicas putas’ eran todos los días. No podías estar en sujetador y toalla en la habitación, porque te veían y te gritaban puta”.

“Yo entiendo que lo más fácil es llevarlo por el tema de género, pero eso no explica lo que ha pasado, porque entre chavales [varones] hay unas agresiones muy duras”, se lamenta la vicerrectora De Lafuente, que ha abierto un expediente, aunque la UCM solo puede castigar a quienes estudien en sus aulas. Confía en que el resto de universidades apliquen la pena a sus implicados. De Lafuente reclama unas medidas más contundentes al Ahuja y en general a los colegios: “No vale que los directores de los colegios hagan un cursito. Tiene que haber una intervención psicosocial en serio durante todo el curso, en la que trabajen en valores y prácticas”. En el comunicado de disculpa de la dirección del Ahuja, colgado el miércoles en su red, no se habla de sexismo, y el texto del Santa Mónica, que hasta el viernes no reaccionó como centro, pasa de puntillas por la vejación: “Lamentamos que estudiantes universitarios no respeten los derechos inherentes a la igualdad y la dignidad de todo ser humano”. El alumno que vociferaba ha sido expulsado y le han dado 15 días para presentar alegaciones. La intención del centro es que no vuelva.

Varias alumnas en la entrada del Colegio Mayor Santa Mónica, el jueves. Foto: Europa Press | Vídeo: Europa Press

Las colegialas que dan la cara ante los medios, sin embargo, no se sintieron insultadas como su dirección cuando escucharon a los colegiales del Ahuja. “Sois unas pedazo de mierdas. ¡Putas!”, se escucha en otro vídeo, subido a las redes el año pasado. Ellas dicen que el pasado domingo respondieron en ese tono faltón, pero la grabación pública de sus cánticos no se oye bien. El centenar que insulta son sus amigos, hermanos o primos, enumeran, y en ese “contexto” no les resulta ofensivo. Al revés, las mónicas relatan que los ahujos son tan galantes que las acompañan a la puerta de madrugada para que no les ocurra nada, se sienten protegidas. Llevarán, aseguran, a sus hijos a estos colegios hermanados de San Agustín, como sus padres han hecho con ellas.

Pedro Sainz de Baranda, de 38 años, fue alumno del Elías Ahuja en 2001, pero a su hijo lo matricularía en el Pío XII, que dirige él. El viernes, ante la polémica, salió a dar un paseo con el carrito de su hijo por los alrededores de su antigua residencia. “En mi época no pasaba esto”, cuenta. “No es una tradición, como se ha dicho”. “Esto hay que condenarlo inmediatamente. No puede pasar. Si hubiera pasado en mi época, estabas en la calle”.

―¿Qué haría como director?

―Expulsaría a todos.

“Cada residencia tiene un reglamento. Cuando vienen los padres para hacer la matrícula, siempre les digo: ‘No puedo garantizar que no haya novatadas por ahí, pero sí les garantizo que actúo”, afirma Sainz de Baranda. Hace unos meses ordenó fregar a un chaval 15 días por su comportamiento con un cocinero. En su colegio se hacen charlas de igualdad con políticos de toda índole.

La gallega Loreto González-Dopeso, psicóloga y presidenta de la asociación No Más Novatadas, que recibe las denuncias de alumnos vejados de toda España, sostiene: “En las novatadas, un grupo de veteranos induce a los nuevos a hacer un tipo de cosas para teóricamente ganarse la integración en el grupo. Desde luego lo del Ahuja, si no es una novatada, es una posnovatada. Hay una sensación de pertenencia: ¡Somos los ahujos!”. En 2021 se aprobó con el ministro Manuel Castells una Ley de Convivencia Universitaria que, por primera vez, tipifica las novatadas y prevé la expulsión cuando hay menoscabo de la dignidad. “El debate es ese: ¿qué puede menoscabar? ¿Actos sexistas o tener que ir peinado de la misma manera todo el mes?”, se pregunta González-Dopeso. “La ley es necesaria porque fundamentalmente ampara a las víctimas, pero eso no es suficiente. Hay que hacer campañas de sensibilización ―también con el personal de los colegios―, hay que actuar desde secundaria, hay que implicar a los estudiantes más concienciados para que los nuevos tengan referentes...”, propone.

González-Dopeso, coautora del libro Las novatadas. El maltrato como diversión (Aula Magna, 2021), distingue tres tipos de “bromas”. En los colegios masculinos son sobre todo físicas: dar un puñetazo al novato en el brazo cada vez que no responde de la forma que se espera, flexiones con un alumno sentado encima o saltar un seto con el torso desnudo. Las “gracietas” femeninas son, por contra, psicológicas, de sometimiento: tener que repetir frases que autodescalifican, vejaciones como pasearse por la calle con testículos pintados en la cara o presentarte sin depilar. Y las novatadas de índole sexual se producen en encuentros mixtos: por ejemplo, poner a una chica una guinda en la entrepierna para que un chico se la coma; simular ellos el coito con una farola o una estatua o disfrazarse ellas de gallina para deambular con una petición escrita: “Empóllame”.

Resultan difícil de catalogar las prácticas de carácter político que se han repetido en el Ahuja. Se ha hecho viral un vídeo de hace una decena de años. “En esa residencia han pasado cosas más graves y no han tenido ni la mitad de la repercusión, como los cánticos nazis de hace años. Ahí se ha cantado a favor de un dictador como Hitler. Los colegios mayores se han ido de madre siempre. Estas burradas no tienen ningún sentido”, razonan los madrileños Sebas y Rodrigo, de 20 y 21 años, estudiantes de tercero del grado en Administración de Sistemas y Redes. La embajadora de Alemania condenó el viernes en Twitter las imágenes, que se han borrado de YouTube.

Contra esta pésima imagen llevan años luchando muchas universidades, el Consejo de Colegios Mayores Universitarios de España y el Consejo de Colegios Mayores de Madrid. Por eso Juan Muñoz, director de uno de ellos, el Chaminade, en la capital, y presidente del consejo nacional, anda estos días alicaído. También la vicerrectora. De un plumazo se ha caído el trabajo de muchos años. “Todo el mundo está en esto. La Complutense sacó un protocolo de acoso clarísimo y nos adaptamos todos a él. El Chaminade, por ejemplo, pero lo tienen muchísimos colegios ya, aprobó un protocolo hace cuatro años que está colgado en la web y se entrega a los que llegan. Tenemos un comité para el acoso sexual, acompañamos a las víctimas, hacemos actividades de concienciación y orientación...”, enumera Muñoz. Y concluye: “Claro que tenemos un problema, pero lo tiene la sociedad en su conjunto”.

Los colegiales de primero del Mendel, el centro mixto contiguo al Ahuja con el que hay pique, celebran que no ha habido novatadas, sino planes conjuntos durante dos semanas entre veteranos y novatos, pero siguen vivos ritos cuestionables. “Cada uno tiene sus costumbres. Nosotros también cantamos cánticos contra ellos”, confiesan dos estudiantes del Mendel en referencia al Ahuja. Uno de ellos es entonar la canción Libre, de Nino Bravo, con la siguiente letra: ”Más allá del Mara [la calle que da a la residencia del Ahuja] hay un lugar, donde para entrar hay que ser subnormal. A sus novias follamos, de sus cuernos gozamos, menudo cabezón tenía el cabrón”.

González-Dopeso alerta: “La libertad en las novatadas está muy manipulada y existe una fortísima presión grupal”. Jaime, Enrique, Miguel, madrileños de 18 años, son novatos. Están fumando un cigarro por los alrededores de un parque situado junto al Ahuja.

―¿Lo habrías hecho?

―Yo sí.

―Yo no.

El del sí responde: “¿Vamos tú y yo con toda esa gente y lo gritas o no lo gritas?” El del no cede: “Bueno, sí. Lo gritamos”. El del sí explica que si no lo hacen, estarían excluidos. “Pasa con esto y con todo”.

"Viven en una burbuja, son todos iguales”

Los antiguos alumnos del Ahuja creen que el colegio ha virado radicalmente en los últimos 20 años. Explican que José María Torrijos, director en los noventa y principios de 2000, trabajó mucho la parte cultural y deportiva, y que había, sobre todo, mucha interacción con el resto de las residencias. Esto, recalcan, no sucede ahora. “Viven en una burbuja, son todos iguales”, explica uno. El actual director es Manuel García Artiga, el “padre Manolo”. García, según narra un antiguo colegial, se ha apoyado en alumnos para gestionar el centro. “No ha profesionalizado la residencia”, señala uno. “Lo que ha pasado se veía venir”, opina otro.

Fuentes de otros colegios mayores aseguran que el Elías Ahuja tiene una altísima demanda y critican la gestión comunicativa de la residencia, que durante casi cuatro días ha guardado silencio. De hecho, en su cuenta de Instagram hablaba el lunes de unas convivencias en San Lorenzo de El Escorial, como si nada hubiera pasado unas horas antes, pese a que el director estaba presente.

Por el Ahuja, que tiene un coste de 1.200 euros al mes e incluye dos limpiezas semanales de la habitación y cambio de sábanas y toallas —en el caso de las chicas solo es una vez a la semana y sin cambio de ropa de cama—, han pasado ya más de 3.000 alumnos, entre ellos el exlíder del PP Pablo Casado o el director del colegio mayor Medel de Madrid, Abel Izquierdo. 


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