El Gobierno quiere reducir el tabaquismo sin prohibir fumar
Mientras Dinamarca y Nueva Zelanda planean ‘crear’ generaciones libres de tabaco, Sanidad estudia subir impuestos, cerrar las vías de iniciación al hábito y aumentar las zonas sin humo
Las autoridades sanitarias de medio mundo están intentando de una u otra forma que el tabaco se convierta en un vicio del pasado. Dinamarca y Nueva Zelanda, los países que se han mostrado más restrictivos, planean prohibir su venta a los nacidos a partir de una determinada fecha (2008 y 2010, respectivamente), para crear generaciones sin fumadores. España se sitúa varias pantallas antes y busca desatascar la caída del consumo que se venía produciendo desde la ley antitabaco de 2005 con más impuestos, más espacios libres de humo y acorralando las nuevas formas de fumar, como los vapeadores o los cigarrillos calentados.
Son las líneas maestras del Plan de Integral de Prevención y Control del Tabaquismo 2021-2025, todavía en fase de borrador, en el que trabaja el Ministerio de Sanidad y que será el punto de partida para nuevas regulaciones. Como indica la fecha enunciada en el propio título, ya va con retraso. En los próximos meses debería aprobarse para servir de guía de reformas legislativas o impositivas que el Gobierno tendría que aplicar. Con los trámites necesarios, difícilmente habrá cambios antes de 2023.
¿Son efectivas las restricciones contra el tabaco? Sí. Está bastante estudiado cuánto reduce cada medida la cantidad de cigarrillos fumados cuando se implantan. En España, en la última década ha descendido de forma considerable tanto el número de fumadores, como de pitillos consumidos desde el gran hachazo al tabaco: la prohibición de fumar en espacios públicos cerrados de 2010. El año anterior, 2009, había un 26,2% de personas mayores de 15 años que lo hacían a diario, según la Encuesta Europea de la Salud. La cifra bajó hasta un 19,8% en 2020. En ese mismo periodo, el número de cigarrillos consumidos se ha reducido a la mitad: de 2.368 millones de cajetillas anuales a 1.126 millones.
El problema es que estos descensos tienden a aplanarse. En cualquier país que impone restricciones se suele producir primero una caída y luego un estancamiento, por lo que siempre hay que avanzar en normativas cada vez más estrictas para que el consumo del tabaco siga bajando y no se incorporen nuevos fumadores. Lo resume así Rodrigo Córdoba-García, del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo: “Las medidas tienen que ser varias; una sola suele tener poco impacto. Y, luego, secuenciales, porque si pones por ejemplo una advertencia en la cajetilla, tiene impacto, se ha comprobado en muchos países. Pero a los pocos años se diluye. Y, o hay que renovar los mensajes o hacer cosas nuevas”.
Las cifras de España evidencian esta tendencia. El informe Edades, del Ministerio de Sanidad, mide cada año el porcentaje de fumadores de entre 15 y 65 años (la europea antes mencionada no tiene límite de edad). Sus cifras muestran un descenso de los fumadores diarios desde que se implantaron las leyes antitabaco, pero luego se produjo un ligero repunte y, en la última, de 2019, ya había tantos como en 2009: un 32%.
Estos números evidencian que siguen comenzando a fumar muchos jóvenes. Una forma de acabar de raíz con este problema es la que están estudiando Nueva Zelanda y Dinamarca. El país oceánico fue el primero en proponer, en diciembre de 2021, la prohibición de la venta de tabaco a las personas nacidas a partir de una fecha. En su caso, el año 2008. Ahora, con 14 años, no pueden comprar. Pero, de prosperar la iniciativa, tampoco podrán hacerlo cuando cumplan 18, 20 o 40.
Dinamarca ha abierto hace unas semanas el mismo debate y planea establecer el límite en los nacidos en 2010. “Si queremos solucionar estos problemas y prevenir realmente la mala salud física y mental en esta generación, y si deseamos protegerla, necesitamos nuevas perspectivas”, argumentó su ministro de Salud, el socialdemócrata Magnus Heunicke. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, aplaudió en Twitter este planteamiento: “Feliz de ver este audaz movimiento para prohibir la venta de cigarrillos a los nacidos después de 2010 y que la mayoría de Dinamarca apoye este esta decisión contra el tabaco. La OMS espera colaborar para crear generaciones libres de tabaco a partir de ahora”.
Happy to see this bold move by #Denmark to ban the sale of cigarettes to people born after 2010, and that the majority of 🇩🇰 people support this #NoTobacco decision. @WHO looks forward to working together to create ‘tobacco-free generations’ from now on.https://t.co/6BF0OeakrI
— Tedros Adhanom Ghebreyesus (@DrTedros) March 16, 2022
Pero existen voces discrepantes y, para hacer realidad esta especie de utopía sin humos, queda un largo camino por recorrer. La oposición no la ve con buenos ojos. Consideran que interfiere con el derecho a decidir de personas adultas (cuando lo sean) y ven poco justificable que alguien pueda comprar tabaco y otra persona, por tener un año menos, no.
Nuria Amarilla, de la asociación Juristas para la Salud, cree que algo así tendría muy difícil encaje legal en España. “Es una restricción de derechos individuales complicada, que entra en la autonomía de decisión de cada uno”, sostiene. En cualquier caso, en España hay muchos debates antes de llegar a ese. Iñaki Galán, investigador experto en tabaco del Centro Nacional de Epidemiología (CNE), considera que es una forma de “ilegalizar el consumo”. “Esta iniciativa es muy restrictiva y se encuadra en las más duras en los países que se han propuesto vencer a la epidemia de tabaquismo dejando la prevalencia de consumo alrededor del 5%. El apoyo social a este tipo de medidas es bastante grande, si no se producen problemas derivados de la ilegalización, otros países se irán sumando. España no tiene todavía una ruta tan clara para planificar el fin de la epidemia de tabaquismo, pero es una cuestión de tiempo”, subraya.
Antes, coincide Córdoba-García, “hay que agotar otras medidas”. En el índice de control de tabaco de Europa, que mide la severidad de las restricciones puestas en marcha por los gobiernos, España está en décimo lugar. El podio está copado por Reino Unido, Francia e Irlanda. Aunque sus vetos de fumar en espacios públicos son muy similares a los de los españoles, puntúan considerablemente más alto en los accesos a tratamientos para dejar el tabaco, las advertencias de las cajetillas y, sobre todo, los impuestos, que son más elevados.
Esto da pistas del margen de maniobra que tienen las políticas de tabaco en España. Los expertos en legislación antitabaco señalan a su precio como una de las más importantes. En España los impuestos suponen un 79% del precio final de la cajetilla, en la media de la Unión Europea. Reino Unido y Francia se sitúan en el 84% y el 91%, respectivamente.
La subida de precio reduce la cantidad de cigarros consumidos y constituye una barrera al inicio en el hábito. Esto es clave. Pero la industria está potenciando una alternativa para ellos. Aunque intenta vender otras formas de fumar, como los vapeadores, como método de deshabituación. Las cifras indican que son muchos los adolescentes para quienes supone precisamente lo contrario: una puerta de entrada.
Por ahora, tanto con respecto a la promoción como a los impuestos, este tipo de productos gozan de unas normas más laxas que el tabaco convencional. Uno de los pilares del nuevo plan de Sanidad es precisamente ponerlos al mismo nivel: subir gravamen y controlar la manera en la que llegan a los jóvenes, a través de redes sociales o patrocinios.
‘Desnormalizar’ el tabaco
El otro gran pilar (junto a impuestos y acotar nuevas formas de fumar) de la estrategia del Gobierno engloba una serie muy variada de medidas en una filosofía: lo que Iñaki Galán denomina desnormalizar el tabaco. Aquí se podría incluir el etiquetado genérico de las cajetillas, que no aparecieran marcas en ellas, para que no se considere un producto de consumo más. Esto consiguió en Australia una disminución del 15% en el consumo y es casi seguro que llegará a España.
Pero el pilar de la desnormalización del tabaco del nuevo plan es aumentar los espacios libres de humo. “Lo que se busca es que estemos en un entorno donde lo normal sea no fumar. Y, por tanto, cuanto más restrinjan la exposición pasiva, mejor”, señala Galán. Reconoce que ya no quedan muchos espacios públicos donde se pueda fumar: está prohibido en todos los cerrados y en entornos de colegios y hospitales. El documento de Sanidad planea ampliar estos márgenes, llevar el veto a terrazas de bares e incluso al vehículo particular, al menos cuando haya menores dentro.
Hay mucho que pulir en ese texto todavía. No está claro si el cerco al humo llegará a todas las terrazas, o solo a algunas con determinadas características. Tampoco al vehículo privado si el conductor va solo. Es lo que ahora se discute, antes de que sea aprobado y convertido en norma.
Jaime Fernández de Bobadilla, del Servicio de Cardiología del Hospital La Paz de Madrid, estudió cómo las legislaciones anteriores impactaron en la salud cardiovascular de la población, fijándose en los ingresos hospitalarios. Aunque es difícil establecer causalidad, sí se vio una disminución de los ictus y los síndromes coronarios agudos, pero no en fumadores, sino en pasivos. “Esto se puede explicar porque, aunque para desarrollar cáncer de pulmón generalmente es necesaria una exposición prolongada, con muy poca se puede alterar la capacidad trombogénica de la sangre”, anota.
La nueva legislación tendrá que dar un paso más para luchar contra uno de los mayores problemas de salud pública del mundo. Se calcula que cada año mueren en España unas 50.000 personas por culpa del tabaco. Es aproximadamente el mismo número de fallecimientos atribuibles a la covid: algo más de 100.000 en dos años.
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