El incendio del Pantanal aumenta la presión sobre la gestión ambiental en Brasil
El fuego llegó este año con intensidad al Pantanal, un bioma de 156.000 kilómetros cuadrados, en el extremo occidental, fronterizo con Bolivia, Argentina y Paraguay
Un olor a pasto quemado entró por la ventana de casa de Zulmira Maria Lucía, de 67 años, en Mata Cavalo, una comunidad situada en el Pantanal, en el centro-oeste de Brasil. “El fuego apareció muy rápido y quemó todo el pasto. Lo perdimos todo, las plantaciones de banana y todas las demás”, dice Zulmira. Fue igual en las otras 28 comunidades vecinas, donde viven 40.000 quilombolas (descendientes de esclavos). Una de las casas más afectadas es la de la familia de Maria da Paz, que perdió los pastizales y las plantaciones caña de azúcar en el incendio y va a necesitar alimento para su pequeño rebaño de diez animales. La mujer carga en sus brazos al nieto recién nacido en la puerta de su balcón. Tania, la madre del bebé, está hospitalizada con la covid-19. Doña María levanta los ojos llenos de lágrimas y nos hace un gesto que indica que no podemos acercarnos, por el bebé. Señala la zona quemada y dice lacónica: “También lo perdimos todo, el fuego llegó hasta acá”. Y muestra las marcas que dejaron los incendios cerca de su casa.
El fuego llegó este año con intensidad al Pantanal, un bioma de 156.000 kilómetros cuadrados, en el extremo occidental de Brasil, fronterizo con Bolivia, Argentina y Paraguay. A pesar de preservar el 83% de su vegetación, la región está ardiendo. Solo en julio, hubo más de 1.601 focos de calor, los más numerosos de la historia del Pantanal desde que el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) comenzó a monitorear la región. Ahora, en agosto, ya son más. Fueron 2.170 en apenas 10 días. “Esta cifra ya es un 28% superior a la registrada para todo agosto del año pasado”, explica Vincíus Silgueiro, investigador del Instituto Centro de Vida (ICV), que trabaja en el bioma hace 20 años. “Más del 55% de los focos de calor se encuentran en propiedades rurales registradas. Su origen proviene de esas zonas con fuerte presencia humana”, dice.
La situación de emergencia llevó al ministro de Medio Ambiente brasileño, Ricardo Salles, a trasladarse a la zona a principios de esta semana. Desde la ventanilla del avión que lo llevó a Mato Grosso, pudo ver con sus propios ojos lo que las alertas de fuego ya avisaban. “A lo largo del viaje, pudimos ver cientos de incendios. Pero ahora ya pudimos detectar sus orígenes y vamos a castigar a todos los responsables”, advirtió el martes por la tarde, luego de su sobrevuelo por la región.
El Gobierno de Brasil recibe cada vez más presiones por su mala gestión ambiental en la Amazonia y hay consenso en que le faltaron organización y competencia para proteger el bioma. Este viernes, el Boletín Oficial publicó la exoneración del coronel Homero Siqueira, quien estaba al frente del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio). Según los diarios O Globo y O Estado de S. Paulo, la decisión la tomó Salles debido a los incendios descontrolados en el Pantanal. Según sus críticos, Siqueira había seguido la fórmula de cambiar técnicos por militares en cargos públicos del instituto que se ocupa de las reservas nacionales.
Quienes conocen el Pantanal dicen que faltó anticiparse los hechos. “Las medidas debían comenzar antes. Solo se tomaron a fines de 2020, cuando el número [de incendios] ya era alto. Una lentitud fatal para el bioma”, dice Júlio Sampaio, coordinador del programa Cerrado Pantanal de la ONG WWF-Brasil, y menciona el decreto que prohibió el uso del fuego en el manejo de las propiedades rurales, publicado recién este año.
La lucha contra el fuego ha sido un desafío complejo por las características del Pantanal, admitió Salles en su rueda de prensa del martes. “Estamos enviando efectivos, pero el ambiente del Pantanal es muy seco, caluroso y con mucho viento”, dijo. Un día antes, el lunes 17, los equipos locales habían enfrentado momentos de terror. Seis hombres del Cuerpo de Bomberos Militares de Mato Grosso fueron sorprendidos por la velocidad e intensidad de las líneas de fuego en Poconé, un municipio vecino de Mata Cavalo, y terminaron rodeados por las llamas. Hubo que enviar el helicóptero Black Hawk H-60 de la Fuerza Aérea brasileña para un rescate de emergencia. Por suerte, nadie resultó herido.
El fuego ya golpea a los animales del bosque. Un jaguar acabó con el 70% de su cuerpo quemado y tuvo que ser llevado de urgencia a Cuiabá en un helicóptero del Ejército el lunes. Fue ingresado en el hospital veterinario de la universidad pública local. Asustado por el incendio, el animal había invadido los jardines de algunas casas de Poconé, provocando el pánico entre los vecinos. En el Pantanal viven casi 500 especies de aves y 132 mamíferos.
La situación preocupa al Estado de Mato Grosso, que vive del turismo regional y tiene una reserva natural importante para el equilibrio climático global. “Los incendios ya han consumido el 6% del Pantanal”, dijo el gobernador, Mauro Mendes, acompañado por el ministro Ricardo Salles, a quien se le demanda cada vez más que haga algo para preservar los bosques brasileños.
Las quemadas en el Pantanal cambiaron el escenario incluso en la capital del Estado, a 200 kilómetros de la reserva. El tradicional cielo azul de Cuiabá se tiñó de gris. El humo acumulado obliga a los aviones a aterrizar con la ayuda de dispositivos por la falta de visibilidad en el principal aeropuerto local, Marshal Rondon. Mato Grosso vive de la gloria de ser el mayor productor de soja del mundo, mientras lidera los incendios en 2020. Según el Inpe, ya fueron registrados 769, un tercio de todo lo que se quema en Brasil. Hasta el miércoles 19, los incendios continuaban fuera de control, especialmente en la Reserva Privada de Patrimonio Natural (RPPN) del Sesc Pantanal.
La hacienda São Francisco do Perigara, vecina de la reserva, fue una de las más afectadas. Allí está la mayor concentración de nidos naturales de guacamayos del mundo. El lugar es un polo científico, donde se realizan investigaciones del Instituto Arara Azul. “Hay 700 animales y más de 77 nidos monitoreados en el lugar, solo podremos conocer la magnitud de los daños causados por el fuego cuando esto termine. Sin embargo, muchos nidos ya tenían pichones y los animales perdieron su alimento por el fuego en las palmeras Bacuri”, explica Neiva Guedes, directora del Instituto Arara Azul.
Amazonia y Pantanal
La reserva de Mato Grosso tiene una relación umbilical con la Amazonia. Ambos biomas tienen gran parte de sus manantiales ubicados en la misma cordillera, la Chapada dos Parecis, en Mato Grosso. Es allí donde está el 70% de las aguas que riegan la llanura del Pantanal, en Mato Grosso do Sul. “La región depende del agua que viene de los bosques del norte de Mato Grosso, en la región amazónica. Pero allí llueve cada vez menos”, se lamenta Felipe Dias, director ejecutivo del Instituto SOS Pantanal, institución que monitorea la deforestación en la región. La proyección es que las sequías serán cada vez más severas de aquí en adelante. “Tenemos que prepararnos para no perder el Pantanal”, explica Dias. “El escenario actual es propicio para el trípode del fuego: invierno caluroso, poca humedad y viento fuerte”, concluye.
Una de las causas de tantos incendios es la sequía. La Régua de Ladário, en Mato Grosso do Sul, establecida por la Armada de Brasil en 1900 para medir las crecidas del río Paraguay, no había alcanzado niveles tan bajos en 47 años. “Este régimen de sequías y lluvias es la naturaleza del Pantanal”, dice Dias. “Los antiguos siempre dijeron que los períodos de alternancia duraban hasta diez años. Eso significa que tenemos que prepararnos”, advierte.
El fuego en el Pantanal es un problema para el mundo. Los incendios y los cambios en el uso de la tierra son responsables del 80% de las emisiones brasileñas de gases que calientan el planeta y provocan el cambio climático. Brasil ya ocupó el cuarto lugar en el ranking mundial de emisores de gases de efecto invernadero durante los años de descontrol de los incendios y la deforestación, como el 2005. El país salió de la lista de los diez principales emisores en 2019, luego de controlar la deforestación en la Amazonia. Pero en 2016 todavía estaba en la sexta posición y, si la situación se sale de control en otros biomas, las emisiones volverán a subir. Los incendios también pueden reducir los recursos financieros para controlarlos. Hoy, son los compromisos de los Estados y el Gobierno federal para reducir la deforestación en la Amazonia que dan apoyo financiero a acciones de combate a los incendios.
El acuerdo firmado entre el Gobierno de Mato Grosso y los países europeos durante la Conferencia Mundial sobre el Clima de París, Cop-21, garantiza transferencias anuales a ese Estado. El programa, conocido como Redd + for Pioneers, brinda apoyo financiero a los grandes deforestadores que controlen la pérdida de bosques. Mato Grosso ya estuvo en segundo lugar en pérdida de áreas naturales en la Amazonia, y hoy está séptimo según el Inpe. El control garantizó una inversión de 22 millones de reales (casi cuatro millones de dólares) transferidos por bancos alemanes y británicos para combatir incendios. Según la Secretaría de Estado de Medio Ambiente de Mato Grosso, esos recursos fueron usados para las medidas conjuntas del Comité del Fuego, integrado por órganos públicos, asociaciones civiles y ONGs. La secretaría suministra equipos y viáticos para realizar las operaciones. Desde marzo se han transferido 680.000 reales (121.000 dólares) en viáticos para los bomberos militares y otros profesionales que trabajan directamente en el combate de incendios.
El año pasado ya había sido crítico por la sequía. “Tuvimos picos de temperatura y baja humedad en todo el Pantanal”, dice Júlio Sampaio da Silva, de WWF-Brasil. “El fuego es algo que hemos visto desde principios de 2020. Y los incendios son causados por la acción humana. Comienzan de la mano del hombre, por la limpieza de áreas y la renovación de pastizales”, explica. “Es muy irresponsable prender fuego en períodos críticos de sequía. Incluso bajo la lluvia, estallaron incendios, mostrando que tendríamos un año atípico”.
Los incendios dejarán huellas profundas. “Entre los insectos, los incendios provocan una pérdida muy grande, porque no tienen movilidad de largo alcance. Muchos de ellos son polinizadores, fundamentales para el desarrollo de las plantas. También entre los reptiles hay perjuicios, ya que son animales que no tienen mucha movilidad y terminan siendo consumidos por el fuego. Las aves pueden migrar de un ambiente a otro, pero pierden sus nidos y dormitorios, lo que representa la pérdida de toda una generación, pues estamos en la época de cría del guacamayo azul y el tuiuiú”, explica Cristina Cuiabalia, bióloga y gerente del Centro de Investigación y Medio Ambiente del Polo Socioambiental Sesc Pantanal.
La covid-19 y fuego
Las autoridades de Cuiabá y Várzea Grande, las ciudades más grandes de Mato Grosso, necesitan enfrentar los efectos de los incendios en la salud pública en medio de la pandemia por el nuevo coronavirus. El Estado fue considerado en julio por la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) como uno de los epicentros de la covid-19 en Brasil, con una curva ascendente acentuada de número de casos y pocas camas de hospital. Hay 450 camas en Unidades de Cuidados Intensivos de la sanidad pública para casi 80.000 casos. La Secretaría de Salud del Estado dice que la tasa de ocupación está bajo control, con poco más del 20% de las camas disponibles, pero el Ministerio Público de Mato Grosso decretó una cuarentena restrictiva de emergencia dos veces, entre junio y julio, por falta de camas.
En la comunidad de Mata Cavalo, la población aún debate qué hacer tras la pérdida de las huertas. “La gente dice que estamos cerca de las ciudades, pero para salir de sus casas, recorrer diez kilómetros de asfalto e ir a un mercado, los quilombolas necesitan pagar cien reales en el transporte. A causa de la pandemia, el autobús que hacía ese recorrido paró de funcionar en abril”, dice el presidente de la Asociación de Mata Cavalo de Baixo, Arlete Pereira, de 54 años.
Para el sanitario Edson Batista, de 51 años, los efectos de los incendios pueden agravar la pandemia de la covid-19. “Con esta sequía, sin huertos y con el fin de la renta mínima de emergencia [previsto para septiembre], las familias se van a quedar sin comida. Ya tenemos algunos casos de coronavirus aquí y hubo una muerte. Los problemas respiratorios causados por los incendios también inducirán a las familias a buscar tratamiento en los hospitales de la capital. No sé cómo serán los próximos meses”, dice Edson.
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