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Gobernadores de Brasil empiezan a relajar las cuarentenas

Ocho Estados, entre los que no están São Paulo ni Río de Janeiro, comienzan a reabrir gradualmente el comercio tras un mes de aislamiento social

Naiara Galarraga Gortázar
Trabajadores de servicios funerarios trasladan cadáveres en Manaos, cuyos hospitales están colapsados.
Trabajadores de servicios funerarios trasladan cadáveres en Manaos, cuyos hospitales están colapsados.RAPHAEL ALVES (EFE)

Los gobernadores de una cuarta parte de los estados brasileños han empezado a relajar las cuarentenas que fueron implantando hace un mes para frenar los contagios de coronavirus. En Santa Catarina han abierto ya las iglesias, los centros comerciales y los gimnasios; en el Distrito Federal, las ópticas y las tiendas de electrodomésticos… Son algunos ejemplos de las medidas adoptadas en ocho Estados cuando las cifras oficiales indican que la curva de contagios sigue creciendo aceleradamente pero la de fallecidos tiende a estabilizarse. También en Brasil la actividad económica se ha desplomado desde que comenzó el confinamiento con la diferencia de que aquí el presidente, Jair Bolsonaro, no ha dejado de hacer campaña para reabrir los negocios.

La flexibilización de la cuarentena comienza por Río Grande do Sul, Santa Catarina, Goias, Espirito Santo, Paraiba, Sergipe, Tocantins y el Distrito Federal, donde se ubica Brasilia, según la recopilación realizada por el diario Estadão.

La pandemia ha causado 2.741 muertos y contagiado a más de 43.000 personas en Brasil, según el Ministerio de Salud, aunque los especialistas estiman que estas cifras no reflejan la magnitud real ni aproximada porque el número de test de covid-19 realizados es ínfimo para un país de 210 millones de habitantes.

São Paulo, el Estado más poblado y el que más aporta a la riqueza nacional, no ha empezado a reabrir pero sí ha anunciado su intención de hacerlo a partir de mayo, cuando venza la prórroga más reciente de la cuarentena. El gobernador de São Paulo, João Doria, ha cambiado de opinión y ya no detallará este miércoles su plan de reapertura gradual, que solo se aplicaría dentro de más de dos semanas porque el confinamiento está vigente hasta el 10 de mayo. Los sistemas de vigilancia del aislamiento social en el Estado, monitoreado vía teléfonos móviles, indican que entre el 50% y el 55% de la población se está quedando en casa cuando los expertos insisten en que para frenar los contagios lo ideal es un confinamiento del 70%.

Río de Janeiro tampoco ha relajado el confinamiento por ahora ni tampoco Amazonas. El coronavirus está haciendo verdaderos estragos en la frágil red sanitaria de Amazonas. Manaos, la capital, está prácticamente sin una sola cama de UCI para los nuevos infectados y ante el fuerte aumento de las muertes han comenzado los enterramientos colectivos.

El presidente Bolsonaro expresó este mismo lunes su confianza en que esta sería la última semana con unas medidas de aislamiento social que, como insiste, están causando un enorme daño a la economía. La recuperación todavía iba a paso de tortuga cuando llegó la debacle del virus. Bolsonaro sustituyó la semana pasada a su ministro de Salud por uno más afín a su tesis de que la crisis económica puede ser más letal para los brasileños que propia la enfermedad.

En Brasil, con un territorio que duplica al de la Unión Europea, cada uno de los 27 Estados decidió por su cuenta cuándo implantar la cuarentena exactamente y qué cerrar aunque todos se adhirieron en mayor o menor medida a las recomendaciones de aislamiento social tanto de la Organización Mundial de la Salud como del Ministerio de Salud. Las cuarentenas han implicado el cierre generalizado de las escuelas y los estadios, la permanencia de millones de trabajadores en sus casas y la clausura parcial del comercio, pero la industria ha seguido funcionando cuando las cadenas de suministros se lo han permitido.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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