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La falta de personal sanitario en Brasil pone a los médicos mayores en la primera línea del coronavirus

Los hospitales, con equipos reducidos, no siempre liberan a los profesionales de mayor edad, que constituyen el grupo más vulnerable frente al Covid-19

Marina Rossi
Dos mujeres trabajan en el laboratorio de una fábrica de alcohol en gel en Piracicaba, en Brasil.
Dos mujeres trabajan en el laboratorio de una fábrica de alcohol en gel en Piracicaba, en Brasil.Andre Penner (AP)

Hace 51 años que el médico R.B. trabaja en el Hospital del Servidor Público Estatal de São Paulo. Hoy, a sus 78 años, y ante la mayor crisis de salud pública de la historia reciente de Brasil y del mundo, sigue la pandemia del coronavirus lejos del hospital. Aunque no presente ninguna dolencia, su edad lo sitúa en el grupo más vulnerable ante los riesgos del Covid-19. Desde su casa, por teléfono, habla del dilema de tener que abandonar su trabajo. “Los compañeros más jóvenes me dijeron que me quedara en casa. Y, a esta edad, uno ya está un poco fuera de la primera línea; desde ese punto de vista, yo podría retirarme”, explica. R.B, sin embargo, puede considerarse una excepción. “Somos 30 colegas en mi equipo. Yo soy el mayor, pero muchos pasan de los 60” y siguen trabajando, dice.

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La situación del médico, que prefiere no identificarse, es uno de los dilemas que la pandemia del Covid-19 genera en São Paulo, epicentro de la pandemia en Brasil. Muchos profesionales sanitarios, fundamentales en este momento, se encuentran dentro del grupo de riesgo de la enfermedad. Los números presentados día tras día en Brasil y en el mundo demuestran que la mayoría de las muertes registradas como consecuencia del coronavirus son de personas mayores. Este lunes, un episodio emblemático demostró las dificultades de la tarea de los médicos mayores. El infectólogo David Uip, de 67 años, coordinador del centro de contención del coronavirus en el Estado de São Paulo, dio positivo y fue apartado temporalmente de su trabajo. Uip, uno de los más respetados médicos de Brasil, se presentaba diariamente a las ruedas de prensa con las cifras oficiales de infectados, junto al gobernador, João Doria, y el secretario de Salud estatal, José Henrique Germann.

En São Paulo no hay contrataciones para los hospitales públicos desde 2015. Que R.B. pueda quedarse en su casa es una excepción. La mayoría de los médicos con más de 60 años —sus propios compañeros, incluso— siguen fichando todos los días en los hospitales del Estado. “Tenemos una plantilla que está en la etapa final de su carrera, y esa es una realidad muy parecida también en la ciudad de São Paulo”, explica Eder Gatti, infectólogo del Hospital Emilio Ribas y presidente del sindicato de médicos. “El Gobierno se ve ahora en ese dilema: un montón de profesionales de más de 60 años expuestos a correr riesgos por trabajar en primera línea ante una enfermedad altamente contagiosa”, dice. Este miércoles, São Paulo contaba con 862 infectados y 48 muertes por coronavirus. Brasil lleva 2433 infectados y 57 muertos.

En Italia, la actuación en esa primera línea ya ha provocado el fallecimiento de al menos 25 facultativos como consecuencia del coronavirus, y más de 90 están infectados. São Paulo aún no tiene ese balance, pero todavía no se ha detallado ningún plan de protección para los profesionales más vulnerables. Al contrario, la orden es que el personal sanitario que estaba de vacaciones o licencia, mayores incluidos, regrese al trabajo inmediatamente. El poder público se ve en una carrera contrarreloj para contratar a nuevos profesionales, incluida la idea del Gobierno federal de apremiar la graduación de los estudiantes de medicina para que puedan actuar en esta crisis.

Este martes, Wanderson de Oliveira, secretario de Vigilancia Sanitaria, afirmó que muchos profesionales de la salud y de la seguridad pública no pueden acudir a sus puestos de trabajo, no por precaución, sino porque son sospechosos de tener la enfermedad. Por eso, la cartera pretende realizar test rápidos entre ellos. “Hay muchos profesionales de salud y de seguridad en aislamiento que tienen que volver al trabajo, pero seguros”, afirmó.

Sin embargo, es un nudo difícil de desatar. “Lo ideal sería destinar a esos profesionales [mayores] a la retaguardia, no dejarlos en la atención directa”, dice Eder Gatti. Pero la realidad es diferente. “De los cinco médicos de mi equipo, dos tienen entre 30 y 40 años; una, entre 45 y 50; y dos tienen más de 60 años”, apunta. “Ayer mismo, dos médicas obtuvieron la baja porque tenían síntomas respiratorios. Tuvimos que encontrar a un sanitario de guardia extra que, al final, era un médico de 62 años”.

Para el médico José Luiz Gomes do Amaral, presidente de la Asociación Paulista de Medicina, aunque la cifra de funcionarios sea insuficiente es necesario pensar estratégicamente. “Si el país entra en guerra, se convoca a los reclutas para la primera línea y se moviliza a los reservistas. Igual valdría la pena identificar rápidamente a esos profesionales [más vulnerables] y realizar un reclutamiento de emergencia para reemplazarlos”, sugiere. Sea como sea, no es una situación fácil ni para los gestores o administradores ni para los profesionales. “Es un sentimiento desagradable, porque ni siquiera estoy cerca de los pacientes; estoy fuera”, dice el médico R.B.

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Sobre la firma

Marina Rossi
Reportera de EL PAÍS Brasil desde 2013, informa sobre política, sociedad, medio ambiente y derechos humanos. Trabaja en São Paulo, antes fue corresponsal en Recife, desde donde informaba sobre el noreste del país. Trabajó para ‘Istoé’ e ‘Istoé Dinheiro’. Licenciada en Periodismo por la PUC de Campinas y se especializa en Derechos Humanos.

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