Nosotros somos la noticia
“Quizá muy pronto sepamos de qué pasta moral estamos hechos los españoles de hoy, y de paso la Europa de estos tiempos”
Hace un día radiante y mi estado de ánimo es incierto. Podría aplicarme todos los adjetivos del famoso soneto en que Lope define el amor. Digamos que en estos días me siento liberal, esquivo, cobarde y animoso, valiente, fugitivo, receloso…, y sobre todo excitado por el ritmo trepidante de este thriller que nos tiene a todos fascinados. Desde el procés catalán, no habíamos vivido nada así. La democracia, con su rutina parlamentaria, suele ser aburrida, y el tedio nos amenaza a cada instante. ¿No necesitamos aventuras novedosas y fuertes que nos permitan vivir con plenitud?
Pero la aventura no está en la calle sino en los medios. Las noticias se renuevan a cada instante. Alguien en Twitter se apresura a felicitarnos el Nuevo Año 2021 por si suspenden la navidad. Otro, sin embargo, opta por el sarcasmo o por el patetismo. ¿En qué tono hablar de la cosa vírica? Hay un amplio muestrario a nuestra disposición, desde el humor, con toda su gama de colores, hasta el más sórdido tremendismo. David Trueba nos invita a buscar refugio en África, a ver qué tal nos reciben allí. Alguien dice en la radio que él solo confía en los catedráticos de Harvard, que afirman que va a morir el 90% de la humanidad. Esto es así, y no se discute. Ninguno de los contertulios se atreve con los sabios de Harvard. Se crea un silencio impresionante, insoluble, cosa que el conductor del programa aprovecha para rematar la faena con un tango.
Fui a pasear, guardando las distancias. En la farmacia, intercambié unos dichos festivos con las boticarias. No hay mascarillas, ni guantes de látex, ni toallitas hidroalcohólicas, ni dispensadores de jabón desinfectante. Lo poco que había se acabó hace tiempo. ¿Por qué?, ¿qué pasa con los proveedores? Ellas se conciertan en un gesto cómico de ignorancia. La plaza de Olavide, tan bulliciosa siempre de niños y de abuelos, está casi vacía. En una peluquería de señoras, amplia y luminosa, y muy concurrida a todas horas, de los seis sillones de labor solo uno está ocupado, y en la espaciosa sala de espera no hay un alma. La luminosidad y la amplitud tienen un no sé qué de inquietante y de onírico.
La gente hoy camina con más prisa que de costumbre. No hay curiosos ante los escaparates, no hay corros coloquiales, el Vips de Quevedo presenta un insólito panorama desolador. ¿Adónde vamos todos tan deprisa? Pues a casa, adónde si no, para poder enterarnos por los medios de lo que de verdad pasa en la calle. Al menos por ahora, la noticia, en efecto, está en casa.
Tenía seis actos literarios durante este mes. Todos se han suspendido. Parece que ya nadie se cita con nadie. Diríase que la vida ha quedado en suspenso. Me pregunto cuánto tiempo tardará en quebrarse este estado casi dulce de provisionalidad, y cuántas cualidades hace tiempo inactivas hemos de sacar de nosotros mismos para afrontar los hechos con dignidad y con aplomo. Quién sabe, quizá muy pronto sepamos de qué pasta moral estamos hechos los españoles de hoy, y de paso la Europa de estos tiempos. Quizá ahí esté la gran noticia, la gran exclusiva sobre nosotros mismos.
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