Frustración reproductiva
Ya llevamos varios años de crecimiento económico sostenido y sin embargo la natalidad no se recupera: en 2018 hubo 372.777 nacimientos, la cifra más baja en 20 años
Ahora todo son lamentos, pero la caída de la natalidad en España estaba cantada desde hace tiempo. Primero se culpó a la crisis, pero ya llevamos varios años de crecimiento económico sostenido y sin embargo la natalidad no se recupera. Al revés, sigue cayendo. En 2018 se produjeron 372.777 nacimientos, la cifra más baja en 20 años. Es cierto que ahora hay un millón menos de mujeres en edad fértil que en 2000, pero eso no explica la dimensión del desplome. La clave está en la caída de la fertilidad. El año pasado, la media de hijos por mujer fue de 1,2, y la edad media de la primera maternidad alcanzó 31,02 años. Los peores indicadores de Europa. La media europea es de 1,6 hijos por mujer, en Suecia de 1,8 y en país tan próximo social y culturalmente como Francia la tasa es de 1,9 hijos. ¿Qué ocurre aquí?
La respuesta fácil es culpar a las mujeres de una supuesta caída del deseo maternal. Más cultas, más preparadas, más exigentes, más hedonistas, las mujeres de hoy no quieren sacrificar la carrera profesional o la libertad a la maternidad, se insinúa. Pues no, las mujeres jóvenes de hoy no son, en general, más egoístas que las de las generaciones anteriores. Lo que ocurre es todo lo contrario: que a diferencia de otros tiempos, en los que muchas mujeres seguramente tenían más hijos de los que realmente deseaban, ahora tienen menos de los que querrían tener.
La brecha que hay entre los deseos reproductivos de las mujeres y los hijos que efectivamente tienen no para de crecer. El 70% de las españolas querrían tener al menos dos hijos, pero solo el 30% consigue tener el segundo. Si todas las mujeres pudieran tener los hijos que dicen desear, la tasa de fecundidad subiría rápidamente y a poco que les facilitáramos la tarea con ayudas y guarderías asequibles, nos colocaríamos con toda probabilidad en las mismas tasas de fecundidad que en Francia o Suecia.
Aunque la decisión de tener un hijo involucra de forma muy directa a las mujeres, porque son ellas las que llevan a cabo la gestación, la brecha reproductiva afecta también a los hombres. La mayoría querría tener dos hijos, pero tampoco ellos pueden cumplir su deseo. Lo que nos sitúa en el nudo gordiano del problema: la dificultad de los jóvenes para articular un proyecto de vida con unas mínimas garantías de seguridad y estabilidad. Las exigencias culturales han cambiado: los jóvenes no están dispuestos a tener hijos de cualquier manera. Pero aunque quieran, no lo tienen fácil. La precariedad crónica que se ha derivado de la reforma laboral de 2012 es el gran obstáculo. De aquellos polvos estos lodos. Las secuelas de las malas políticas suelen venir en cascada.
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