Se paga más a quien cuida el coche que a quien cuida de los hijos
El autor reflexiona sobre cómo el sueldo de las profesiones feminizadas, como los cuidados, es menor que en el de otros trabajos
Hace varios años, realizando una estancia de investigación en una institución europea, en el curso de una conferencia ante investigadores de prácticamente todos los países de la Unión Europea expresé una idea que, no por provocadora resultaba menos cierta: en mi país —dije— se retribuye mejor a quien cuida de mi coche (que son hombres) que a quienes cuidan y educan a mis hijos o atienden a mis mayores dependientes (que son mujeres). La frase causó estupor y no pocas intervenciones de personas inicialmente incrédulas pidiéndome aclaraciones, que atendí dando incluso algunos datos.
Recuerdo hoy esta anécdota tras leer la noticia sobre la huelga realizada el 21 de mayo en el sector de escuelas infantiles por un convenio y un salario digno y lo primero que he hecho ha sido volver a usar la comparación que hice en su momento, para comprobar el grado de progreso que ha experimentado mi país desde entonces. Tomando casi al azar un convenio situado en la banda medio-baja de salarios (el Convenio Colectivo de Talleres de Reparación de Vehículos de la Provincia de Albacete) se puede comprobar que los salarios base para 2019 (sin complementos) más bajos son: el mínimo de 1.310 euros (peón de limpieza de talle/ordenanzas/porteros), 1.322 euros (especialista) 1.337 euros (conductor de máquina /auxiliar administrativo), 1.345 euros (profesional de oficio de 2ª) y 1.386 euros (peón de taller).
Pues bien, en la actual negociación del XII Convenio Colectivo de ámbito estatal de centros de asistencia y Educación Infantil, tras varios años de congelación salarial, la última propuesta salarial de la patronal, que está en el origen de la convocatoria de huelga, no puede ser más expresiva: educadoras —la figura central y mayoritaria en las escuelas infantiles— salario base de 925 € a la firma del convenio, 937 € a partir de septiembre de 2020 y 946 euros en septiembre de 2021 (las categorías con salario inferior al de educadora mantendrían el SMI durante toda la vigencia del convenio).
Este fenómeno no es, sin embargo, aislado y basta echar un vistazo a algunos convenios colectivos para comprobar que afecta en igual o peor medida a otros convenios colectivos del sector de cuidados, dependencia, etc. Conviene hacer estos ejercicios de comparación para poder comprobar de manera efectiva lo que no es solo un fenómeno de discriminación contra la mujer sino una manifestación de la pervivencia de importantes patologías de nuestro mercado de trabajo y de nuestra sociedad.
Una de ellas es el doble fenómeno de que las mujeres no solo ocupan trabajos menos remunerados, sino que también sucede que el trabajo feminizado tiende a valorarse menos y es objeto de peores retribuciones. El ámbito paradigmático es el de los cuidados en el que, junto a escuelas infantiles están la atención a personas ancianas, enfermas, la atención a domicilio y también las trabajadoras del hogar familiar (aún sin ratificar el convenio internacional de la OIT referido a sus condiciones de trabajo).
Un sector altamente feminizado y cuyos niveles retributivos se encuentran entre los más bajos, para los cuales las subidas progresivas del SMI constituyen el principal salvavidas para mantenerse a flote. Ello, por otra parte, entronca directamente con la pervivencia del patrón patriarcal industrial clásico que otorga al hombre trabajador el papel central de suministrador de rentas a la familia, dejando a la mujer trabajadora un papel auxiliar o complementario, lo que se pone claramente de manifiesto en la mayoritaria preminencia femenina en la contratación a tiempo parcial.
Un papel por cierto que, desde el inicio de la crisis económica se ha modificado en no pocas ocasiones, siendo el salario femenino el primero cuando no el único de la familia. Finalmente, estos miserables regímenes salariales que afectan principalmente a las mujeres, afectan también al funcionamiento y la calidad de servicios públicos esenciales como la educación infantil, un sector en el que las educadoras llevan años persuadiéndonos de la importancia de la actividad educativa en esta fase crucial para el desarrollo cognitivo de los menores, más allá de los efectos positivos que este servicio reporte a la conciliación familiar, también la de la mujer.
En cualquier caso, estas situaciones no son fenómenos meteorológicos ni naturales, tienen que ver con una legislación obsoleta, unos sistemas de gestión en el ámbito de los cuidados —la gestión indirecta, las contratas— y, en ocasiones, una insuficiente atención por parte de los sindicatos (normas, sistemas de gestión y conductas que pueden y deben ser modificadas profundamente), pero también tiene que ver con una falta de sensibilidad social en la valoración de determinadas tareas que afectan a lo más importante que tenemos, nuestras personas queridas.
Ricardo Morón Prieto es profesor de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad Autónoma de Madrid.
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