¡No vengáis al paraíso!
Ousman Umar tardó cinco años en viajar desde Ghana a Barcelona, un tiempo en el que el sueño de encontrar el paraíso se fue desmoronando poco a poco. Hoy es el presidente de Nasco Feeding Minds, una ONG que trata de educar en origen sobre los problemas de la inmigración y que propone la formación en nuevas tecnologías como la mejor salida de la pobreza.
Si la historia de Ousman te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
Era la segunda muerte de Ousman. Le quedaban apenas 200 metros para alcanzar andando el oasis de Isir, una aldea perdida en algún lugar de Libia. Llevaban una durísima travesía de 19 días por el desierto del Sáhara, traicionados por las mafias, por la policía corrupta y por sus propios sueños; 19 días bebiéndose el agua abandonada por los muertos caídos en el camino: “Al principio los enterrábamos con la ilusión de cumplir un objetivo; al final ni los mirábamos”, nos cuenta, resignado. De 46 que empezaron, solo seis llegaron vivos.
Pero Ousman se desvaneció a las puertas del edén, justo después de pensar que aquello era realmente el fin, que no había conseguido el objetivo por el que llevaba cinco años sorteando a la muerte. El viaje desde Fiaso, una aldea de apenas cien habitantes en su Ghana natal, hasta aquel lugar donde se construían los coches y los aviones, donde la gente nacía ya con infinita sabiduría, donde los hombres “eran blancos porque comían crudo” o donde, simplemente, jugaba el Barça. Pero aquel paraíso del hombre blanco debería esperar a mejores dueños.
Lo siguiente que recordó es despertar y verse rodeado de sus últimos compañeros de viaje junto a la fuente de aquel pueblo. Una vez más la fuerza del grupo le había salvado de una muerte segura. Aquellos 200 metros los hizo en volandas de un deseo colectivo eterno, la oportunidad de conocer un nuevo y mejor mundo. Un sueño que poco a poco se iba desmoronando y al que todavía le quedaban varias pesadillas.
El nacimiento de un sueño
La primera muerte de Ousman fue nada más nacer. Su madre falleció en el parto y él debería haber sido sacrificado según el rito de la tribu de los walas, que consideraba impuros y malignos a los niños con esa suerte. Pero afortunadamente su padre era el chamán de la aldea y le dejó nacer dos veces.
Solo la curiosidad acompañaría a Ousman más tiempo durante su vida que esa suerte por esquivar la muerte. La curiosidad de construirse con latas y basura sus propios juguetes cuando era niño: “Allí no teníamos ni Reyes Magos ni grandes almacenes”. La curiosidad de pensar cómo sería el mundo más allá de su pueblo, más allá de su ciudad, más allá del país que dejó atrás con solo 13 años. ¿Por qué el hombre blanco está más capacitado para construir todas esas máquinas que se ven surcando el cielo?
Esa curiosidad le llevó a arrimarse siempre a los más sabios: cuando era pequeño, a su amigo JB, un especialista con el tirachinas capaz de derribar pájaros al vuelo; o más tarde a un tío lejano con un taller de mecánica y soldadura en la ciudad de Techiman. Allí se fue con apenas 10 años a aprender el oficio sin cobrar más que las sobras de comida que le dejaba el dueño. Aguantó solo seis meses. El título lo lleva en una de sus manos en forma de quemadura por acetileno. Lo suyo es pasión por engañar a la muerte.
La curiosidad fue mutando en aprendizaje y el aprendizaje en planes de vida. De arreglar camiones aprendió las rutas que hacían los camioneros hasta el mar por el norte de Libia, y de ver que su padre le tenía preparado un casamiento forzoso en su aldea natal aprendió la necesidad de dar un poco más de aire a su vida: “Me voy al paraíso. Quiero ser piloto, ingeniero. Todo menos negro”.
Vino en patera y se sacó dos carreras
La tercera muerte de Ousman es la de un telediario cualquiera: “Mueren varios inmigrantes al naufragar una patera en Fuerteventura”. Uno de ellos era Musa, su mejor amigo. Tampoco le tocaría a él esta vez. No sabía nadar pero una roca de la suerte le salvó la vida: “Venían varios bebés con nosotros que nunca más volví a ver”, nos cuenta con los ojos vidriosos durante la entrevista.
El principio del fin. De la patera al CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) y de él a las calles de Barcelona. El primer día iba cantando y saludando a desconocidos por la calle, empachado de felicidad por haber conquistado su ansiado edén, aunque tuviera que comer pan duro de las basuras y aguantar el pis horas y horas: “Según mi religión no se puede escupir en el paraíso, así que de mear ni hablamos”, recuerda ingenuamente de aquellos momentos.
Le bastaron 30 días durmiendo al raso para desmontar todo aquello. Y entonces, ese ángel protector que ha acompañado a Ousman durante toda su vida se reencarnó esta vez en Montse, una catalana que decidió adoptarlo hasta la mayoría de edad: ”La primera noche me acompañó a la habitación; me metió en la cama como si fuera un niño de cinco años. Me dio un beso en la frente, apagó la luz y salió. Es imposible olvidarlo. El mundo me cayó encima. Pasé toda la noche llorando, preguntándome por qué”. Pero no lloraba de felicidad, lo hacía por desasosiego.
Ousman se empachó de realidad, se dio cuenta entonces que la falta de formación e información es una de las enfermedades más graves del planeta. Que sus tres muertes tenían que servir para dar voz a los que realmente se quedaron por el camino. Por eso aprendió castellano, inglés y catalán. Se sacó el Graduado Escolar, el Bachillerato y pasó la Selectividad. Trabajó arreglando bicicletas para pagarse sus estudios. Se graduó en Relaciones Públicas, Marketing y Administración de Empresas y se sacó un máster en Cooperación Internacional en ESADE… Todo, en solo 13 años y viniendo en patera.
En 2012, el único negro de Sant Cugat del Vallès (Barcelona) se gastó 12.000 euros de sus propios ahorros para llevar ordenadores a Ghana y cerrar el ciclo de su proyecto; para que los niños de Fiaso que soñaban con seguir su pasos enfocaran la vida de otra manera; para que su prioridad fuese la educación y no la utopía blanca: “Si uno domina la informática puede saber lo que ocurre en cualquier rincón del mundo”. Así de simple, así de potente, así nació Nasco Feeding Minds, premiada por la ONU por alfabetizar a más de 6.000 niños y niñas en Ghana.
El gran deseo de Ousman nunca fue conquistar el paraíso, ni vivir en la tierra de los sueños blancos para disfrutar de sus lujos. El objetivo vital de Ousman es el de todos: conquistar su educación y empoderarse a sí mismo para forjarse su propio destino. Da igual la universidad, el aula o la carrera, lo que importa es tener acceso al conocimiento para poder modelar tu futuro sin barreras... y andar siete kilómetros al día para ir al colegio no era la mejor manera. La pobreza no es vivir en una tribu, o no tener smartphone, la pobreza es tener que sortear la muerte hasta tres veces para poder acceder a una educación que merezca la pena: “En realidad he aprendido que el verdadero paraíso está allí; por eso quiero volver a terminar mi faena”, nos confiesa.
El viaje imposible de Ousman ha servido para romper la burbuja de los prejuicios. Los suyos y los nuestros. Todos transitamos por distintos caminos hacia un mismo destino: intentar alcanzar la felicidad con el esfuerzo y el compromiso de nuestra educación.
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Contenido adaptado del vídeo de Ousman
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Ousman salió de Ghana con 13 años creyendo que los blancos eran dioses y que solo comían cosas crudas. Con 17 años y tras un penoso camino llegó a España. Siete años después fundó Nasco, una asociación que quiere resolver el problema de la inmigración en el origen, con la que ya ha formado a más de 11.000 niños en Ghana para evitar que emprendan un viaje lleno de falsas expectativas.
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Un día que estaba jugando con mi juguete y vimos un avión que volaba por el cielo. Entonces me despertó una gran curiosidad que muestra que el mundo no acaba en la frontera tal y como me habían explicado.
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Sabía que existia el paraíso donde viven, el mundo de los blancos, pero no tenía medios económicos para poder pasar. Mi sueño era ir hacia el paraíso, pero no sabía que era una trampa mortal.
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Hay que cruzar el desierto del Sáhara donde no hay camino. La alternativa eran unos que nos ofrecieron unos Land Rovers, cinco o seis horas aproximadamente conduciendo. De repente paran y dicen: “Tenéis que bajar todos porque vamos a buscar agua y gasolina y os vendremos a buscar”. Estuvimos 24 horas esperando y nunca más volvieron.
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De 46 que empezamos, 21 días después solo llegamos seis vivos. En fin…, bueno…
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Consigo cruzar hasta el Sáhara Occidental donde nuestra mafia nos trajo madera para que fabricáramos las pateras. Es que me cuesta creer que sigo vivo, ¿no?, porque es que no sé nadar tampoco…
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Después de 33 días tuve la suerte de que me dijeron que era menor, menos de 18 años, por lo tanto tenía derecho a residir en España porque la ley internacional me amparaba, y me enviaron a Barcelona. Para mí era la selva urbana, comía solamente pan seco de los contenedores, nadie te contestaba, nadie te hacía caso. El paraíso no era tal como lo había soñado, me di cuenta de que realmente la falta de formación y de información es una de las enfermedades más graves de la sociedad actual. Llegué a la conclusión de que la pregunta no tenía que ser por qué, sino para qué.
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Es donde nació la ONG que he creado, Nasco Feeding Minds, porque tenía que transmitir lo que había vivido a muchos otros niños para salvarles la vida. Está claro que la solución no está en el agua; cuando llegan al agua en el mar, la batalla está perdida.
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Nasco se materializa mediante la educación digital. Hoy en día, si uno domina la informática, puedes saber qué ocurre en cualquier rincón del mundo, no hace falta que vayas físicamente allí donde está la empresa para trabajar. Creo sin duda que si les damos esta herramienta pueden estar allí trabajando para empresas de aquí y tener la misma oportunidad de cualquier otra persona sin tener que arriesgar sus vidas tal y como ocurre cada día en el Mediterráneo.
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En total, desde 2012 hasta ahora han pasado casi 11.000 personas por las aulas informáticas. Si me das un plato de arroz para comer un día, me das alimentación para un día; si me alimentas la mente, me das alimentación para más de cien años. Yo apuesto por alimentar mentes.
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Hemos demostrado que es la manera. Por lo tanto, creo que cualquier persona puede llegar a hacer lo que aspire a hacer si estudia. Sin duda, la solución a la inmigración no está aquí, sino está en el origen.
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Solo nos falta la oportunidad.
Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.