Fernando Argenta, el mago de la música clásica
Fernando siempre tuvo el corazón atrapado por sus oyentes y en especial por sus niños, a los que sorprendía cada domingo
Fernando era una de esas personas a las que no cuesta trabajo envidiar. Estudió con éxito, fue joven músico en un grupo de moda en los sesenta, triunfó en la radio a la primera, se casó con Toñi, una belleza por dentro y por fuera, tuvo un hijo maravilloso, Ataulfo, para recordar así siempre a su padre, y en su trabajo siempre fue querido y admirado, además de reconocido con todos los premios que se pueden conseguir en nuestro país ¿Cómo no envidiarlo con esa envidia sana que nos ayuda y nos empuja a ser mejores y progresar?
Rebusco en el trastero de mi memoria donde se amontonan tantos recuerdos de estos últimos años en los que hemos trabajado juntos y veo que todos los relacionados con él me han hecho mejor persona. Caminar en su compañía por el mundo de la divulgación musical ha sido un placer y un privilegio, quiero darle las gracias por dejarme compartir con él camino y experiencias.
Fernando siempre tuvo el corazón atrapado por sus oyentes y en especial por sus niños y fue un mago sin chistera que con su creatividad en el trabajo de cada día convirtió siempre sus conciertos, con música en vivo y en directo, en unas fiestas para los niños que asistían expectantes a cada una de sus sesiones, esperando la sorpresa con que les sorprendía en cada uno de ellos.
Siempre creyó en lo que hacía y por eso seguramente lo hacía bien. Con él aprendimos que la música clásica debería ser una cosa normal y no una extraordinaria y que la buena música sirve a mucha gente sensible musicalmente para elevar el espíritu y a otros, menos melómanos, simplemente, para poner algo de pomada al alma.
A pesar de su enfermedad y su progresivo deterioro físico, nunca se dejó vencer por el pesimismo y siempre perteneció a ese selectivo grupo de gente que hace cambiar las cosas en pequeña o gran medida, desde su música y su optimismo desbordante. Persona comprometida, siempre aportó su granito de arena desde su micrófono, en sus conciertos y últimamente desde sus libros de educación musical, que ayudan a crecer a sus oyentes y lectores en su cultura y en su buen gusto por la música de calidad.
Su hueco no será fácil de llenar, hay personas que son irremplazables aunque su puesto lo ocupen otras personas válidas. Siempre podremos presumir de haberlo conocido y haberlo tratado. Se apagó su vida, pero su estrella seguirá brillando.
Su última lección magistral fue la serenidad y dignidad con que afrontó su enfermedad y su profesionalidad y responsabilidad cumpliendo con el compromiso que tenía con la editorial hasta dejar el trabajo entregado y cumplimentado hasta en los más mínimos detalles. Mi andadura personal al lado de Fernando ocupará para siempre un lugar preferente en mis recuerdos positivos y espero que se note lo que aprendí a su lado en mis actuaciones cotidianas y en mis futuros trabajos editoriales.
Javier Atance Ibar es coautor con Fernando Argenta del método Siente la música para Educación Primaria.
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