Caminar al cole para recuperar la calle
Cada vez más programas permiten que los escolares puedan ir a clase de forma segura, a pie o en bicicleta
La plaza del Ayuntamiento está desierta a las 8.25 de la mañana de un viernes. Lo único que se oye —y constantemente— es el murmullo de los coches que, uno a uno, se aprestan a coger la carretera de la Coruña. Estamos en el pueblo de Torrelodones, a 30 kilómetros del centro de Madrid. De pronto, por una calle lateral, entran tres bicicletas. En minutos, 13 niños, junto a sus 13 bicicletas, se agolpan junto a la fuente de la plaza para ver la placa de hielo que se ha formado en el agua. El termómetro marca un grado bajo cero. A las 8.30, un agente de la policía municipal se acerca al grupo. “Hoy tienen que venir los de Protección Civil”, apunta. “¡Vamos!”, grita Sonia a los niños, fascinados por el hielo. Es hora de ir al colegio.
Sonia es Sonia Pueyo, presidenta de la Asociación de Padres, Madres y Tutores de Alumnos del colegio Los Ángeles, situado a algo más de un kilómetro del centro del pueblo. Estos niños de primaria, con edades entre cinco y 12 años, forman parte de uno de los varios programas que están surgiendo en España para ofrecer a los escolares un camino seguro al colegio. Estos planes ofrecen a los niños una ruta demarcada y vigilada para que puedan ir de casa al colegio y volver sin peligros, una tranquilidad para los niños, y, sobre todo, para sus padres. Esto reduce el número de trayectos en coche y, en consecuencia, las emisiones de gases de efecto invernadero.
Programas como este surgieron en Italia, al calor del proyecto La ciudad de los niños, del profesor Francesco Tonucci, del Centro Nacional de Investigaciones, el CSIC italiano. “Las ciudades se han vuelto hostiles a todos aquellos que son débiles. Están hechas a medida de un ciudadano modelo, fuerte, adulto, hombre y trabajador”, afirma. “En particular han aceptado adaptarse a las exigencias del juguete favorito de ese ciudadano, el automóvil”
Las claves del éxito
Programas como el de Torrelodones convierten a la ciudad en un lugar más habitable y sostenible para todos: en palabras de Francesco Tonucci, una ciudad diseñada pensando los niños está preparada para cualquier persona. Pero estos planes no surgen de la nada. Es necesaria la presencia de varios actores y el compromiso de todos ellos con los niños y su bienestar.
- La implicación de los padres. Si hay algo en el que coinciden todos los participantes en los programas de caminos seguros al colegio es que la implicación de los padres es clave para el éxito de las iniciativas. "El impulso de los padres es fundamental", afirma Sonia Pueyo. "Si los padres abandonamos esto no podría salir adelante".
- La figura de los profesores. "Los maestros tienen mucha autoridad, tanto sobre los niños y sobre los padres", señala Marta Román. "No solo para explicar la importancia de su autonomía, sino también para que los niños en casa puedan tener argumentos en favor de salir más".
- La colaboración de vecinos y comerciantes del barrio. En planes de caminos seguros en un entorno urbano, el comercio local actúa como un apoyo más. En los proyectos puestos en práctica en Madrid, los caminos seguros para los escolares están flanqueados por "comercios amigos" del programa, que además de dar su respaldo al plan pueden servir de "lugar de refugio" en caso necesario.
- El compromiso de los poderes públicos. "Los ayuntamientos son los que tienen competencias en el espacio público", señala Marta Román. "Ciertas condiciones básicas de seguridad, como la instalación de un paso de cebra o que venga un agente de policía local, no se pueden hacer sin el ayuntamiento".
Esa ciudad pensada para el adulto y su extensión, el automóvil, no solo sufre con la contaminación de miles de coches haciendo trayectos innecesarios, sino que además limita la autonomía de muchos niños, yendo a ver a la familia, al centro comercial o incluso al campo de fútbol atados en el asiento trasero. Parte de eso se debe a que hay cada vez más espacios de ocio a los que solo se puede acceder en automóvil, pero también existe una responsabilidad de los padres. Tonucci apunta a que “la caída de la natalidad en los países mediterráneos ha creado una relación enfermiza con los hijos únicos, lo que lleva a los padres a sobreprotegerles de forma casi patológica”. Un ejemplo: en un estudio de movilidad de estudiantes de primaria, resultó que solo un 7% de los niños italianos van al colegio solos y a pie, frente al 75% en Alemania y el 90% en Finlandia. Para Marta Román, del grupo de consultoría Gea21, que ha contribuido a implementar en España las ideas de Tonucci, “lo de los caminos escolares hay que entenderlo como un medio, no un fin. El siguiente paso es que los niños puedan salir a la calle a jugar, a encontrarse con sus iguales”.
Pero el incentivar que los escolares puedan salir a la calle de forma segura no solo ayuda a crear un entorno urbano humano, sostenible y más respetuoso con el medio ambiente. Los propios niños son los grandes beneficiados de esta clase de proyectos. “Para los niños todo lo que suponga un ejercicio físico les beneficia”, afirma Gerardo Rodríguez, coordinador del Grupo de Trabajo de Actividad Física de la Asociación Española de Pediatría. “Los niños que hacen ejercicio tienen menos problemas de obesidad, cardiovasculares, óseos, e incluso tienen mejores resultados académicos”. Además, la autonomía evita los principales problemas de la sobreprotección. “Cuando los padres sobreprotegen a sus hijos para que no sufran, les pueden trasmitir en exceso sus propios miedos y darle una imagen del mundo como un lugar hostil y peligroso”, señala la psicóloga Laura García. “Además, si les evitamos toda situación difícil, los niños no aprenden a sentir y tolerar la frustración, por lo que no contarán con las herramientas necesarias para enfrentarse a ella de una manera sana y adaptativa cuando se encuentren con ella en su vida cotidiana”.
Puestos en práctica por primera vez en Fano, un pueblo de 60.000 habitantes a 300 kilómetros de Roma, en 1991, estos planes, que abogan por una ciudad pensada con y para los niños, ya se han aplicado, en mayor o menor medida, en más de 70 ciudades y pueblos del mundo, de los que una veintena están en España. En Madrid, el programa Madrid a pie, camino seguro al cole lleva más de cinco años en funcionamiento en 22 colegios públicos repartidos por 18 distritos de la capital. Casi 10.000 personas han sido parte del programa en la capital, entre alumnos, profesores, familias y personal no docente. El plan madrileño, como otros en localidades como Granollers (Barcelona), se basa en el caminar como la forma más sostenible de moverse por la ciudad. En Torrelodones, donde el urbanismo está mucho más disperso, se apuesta por las dos ruedas.
“Con el frío que hace, solo han venido los forofos de la bicicleta”, dice Sonia. “En verano, aquí pueden juntarse 40 niños”. Con la escolta de un coche de Protección Civil, uno a uno, los niños van entrando en el colegio montados en sus bicicletas. “Ahora tienen un sitio donde dejarlas”, comenta Sonia. Almudena viene con sus tres hijas. Las dos mayores, Annukka y Aleksandra, de diez y ocho años, respectivamente, van cada una en su bici. La benjamina, Kiira, de cinco años, va en la bicicleta de su madre. Sonia y Almudena son los únicos adultos que acompañan al grupo. “Durante un tiempo hubo monitores, para enseñarnos como funciona”, señala. “Ahora, si necesitamos a alguien, nos las arreglamos”. “Casi todos los que venimos en bici vivimos en el centro del pueblo”, afirma Almudena. Sonia y su hija, que viven en una urbanización a un par de kilómetros del centro del pueblo, vienen en coche hasta la plaza y hacen el resto del recorrido en bicicleta. “No sería viable”, dice. “Con las cuestas que hay aquí, habría que ser Indurain”. Y apunta un problema: el carril bici aún no llega al centro del pueblo.
En el ayuntamiento reconocen el problema, pero afirman que están en ello. “Vamos poco a poco”, afirma la alcaldesa, Elena Biurrun. “Es complicado un sistema así en un pueblo tan extenso, disperso y accidentado como el nuestro”. A pesar de las limitaciones, el equipo municipal se muestra muy entusiasmado con un plan que tenían en mente “desde el principio”.
Jorge, de 10 años, va en bici al colegio con el grupo. Los viernes, como este, le acompaña su hermana Laura, de ocho. “Preferimos ir en bici al colegio”, dice. “No hay atascos”.
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