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Venturas y desventuras del historiador Gibson

La carrera del escritor irlandés es un ejemplo de lo difícil que es para un investigador llevar a cabo su oficio

Juan Cruz

Ian Gibson, irlandés, vino a España en tiempos de Franco, descubrió a Lorca y se volcó en la investigación de su vida. Luego rebuscó en otras vidas (Dalí, por ejemplo) y desembocó en Luis Buñuel, cuya monumental biografía acaba de salir en Aguilar. Su historia es ejemplo de lo difícil que es para un investigador llevar a cabo su oficio. Para esta vida de Buñuel firmó un contrato en 2007: 80.000 euros por siete años de trabajo. La ayuda prevista (30.000 euros anuales a lo largo de tres años) del Gobierno de Aragón nunca se sustanció, “aunque nunca dijo no”. Mientras, vivió, viajó, buscó. “Gasté mucho. Y el anticipo, además, se descuenta de posibles ganancias. Ya sin dinero, “después de largas y costosas estancias en Zaragoza y Calanda, además de en París”, tuvo que escribir otro libro, Lorca y el mundo gay, “para obtener los ingresos necesarios para seguir”. La idea, dice fue de su amigo “y gran editor Rafael Borrás”.

También le vino bien el premio Fernando Lara por su novela La berlina de Prim. Pero su objetivo de acometer la segunda mitad del libro, “otros tres años de trabajo”, tiene que esperar. “Me quedo con la forja del cineasta, todo el trasfondo aragonés, su vida y obra hasta el final de la Guerra Civil cuando, encontrándose en Hollywood, no pudo volver a España, donde estaba en la lista negra”.

Con las notas y la bibliografía, 1.000 páginas impresas. Su editor, Pablo Álvarez, deplora también la falta de apoyo que tuvo el proyecto de Gibson. “Tocamos en todas las puertas... Sin duda, debería apoyarse a los autores en su labor de investigación, sobre todo cuando el personaje es relevante”. Según su experiencia, ¿son rentables para el editor, para el autor? “Dadas las cifras pagadas por anticipos y las ventas de las últimas biografías está claro que no son un buen negocio”.

Le pregunté a Fernando Ónega, que acaba de publicar sus memorias junto a Adolfo Suárez. El esfuerzo realizado, el gasto en que incurrió entrevistando o encontrándose con protagonistas de su investigación “se compensan por el gusto de escribirlo y por la satisfacción de ver la acogida que ha tenido, de compañeros y de público”. Pero los euros que recibió de anticipo debieron volar durante el medio año que tardó en hacerlo. Como el de Gibson, se está vendiendo muy bien. Ese es el consuelo, que también será, cuando llegue la liquidación, un alivio económico.

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