Al circo sin domadores
Cataluña quiere prohibir la utilización de animales en este tipo de espectáculos Los artistas afirman que las fieras son tratadas con respeto Más de cien municipios españoles ya lo han vetado
Ni leones saltando por el interior de un aro, ni gallardos domadores introduciendo su cabeza en las fauces de un cocodrilo, ni siquiera un adorable poni transportando a los ávidos niños alrededor de la pista. Todas estas imágenes estarán prohibidas en Cataluña. Y lo estarán porque ayer cinco de los siete grupos que forman el Parlamento de esta comunidad presentaron una proposición de ley para vetar el uso de animales en espectáculos circenses para evitar “abusos y maltratos”.
La Generalitat no será la primera Administración pública que ponga veto a la participación de animales en el circo, aunque sí el primer Gobierno autonómico. Durante la última década, un total de 138 Ayuntamientos españoles han prohibido estas prácticas. Cuando en febrero de este año lo hizo el de Vigo, su alcalde argumentó que la principal razón de la decisión municipal era el respeto a los derechos de los animales, aparte de cuestiones higiénicas y de que su utilización resulta “deleznable” y “repugnante”.
Los profesionales aseguran que su uso no implica que haya abusos
La propuesta ha reavivado la polémica sobre el trato que reciben los animales en cautividad. No solo los que protagonizan espectáculos en las carpas, sino también en otros espacios como los zoos. “Se prohíbe su uso en los circos pero no la actividad en los zoos, es un contrasentido”, opina Carina Mejías, diputada del partido Ciutadans, que junto al PP de Cataluña se ha mostrado contrario a la aprobación de la propuesta de ley.
Fleur Dawes, portavoz de Animal Defenders International, asociación que en los últimos años lucha para abolir las domas circenses, revela que en sus últimas investigaciones, realizadas en varios países del mundo, ha podido comprobar que los animales tienen “muchas privaciones y sufrimiento”. Además, añade, “hemos encontrado una cultura de violencia para que obedezcan las órdenes. Hemos visto desde patadas a latigazos”.
El pasado febrero Vigo
vetó la participación de bestias
por razones higiénicas
Nacho Pedrera, portavoz de la asociación del club animador Sí al Circo con Animales, reniega de las críticas hacia el trato que reciben las bestias en las carpas y asegura que “superan inspecciones constantemente, incluso varias veces a la semana, algunas de ellas por sorpresa”. “No es verdad que los adiestramientos sean a puerta cerrada, hay muchas sesiones abiertas para que el público pueda verlas. El látigo es cosa del pasado”, afirma.
En 2009 el Gobierno de Bolivia, encabezado por Evo Morales, fue el primer Ejecutivo que prohibió en un país la participación de cualquier tipo de animales en los espectáculos circenses. Solo Grecia imitó esta medida poco después. Otras naciones, como Perú, Colombia, Paraguay, Costa Rica, Dinamarca, Holanda y Austria, han vetado la utilización de ciertas especies, especialmente las exóticas.
El Tratado Europeo de Ámsterdam de 1997 reconoció a los animales como “seres capaces de sentir y sufrir”. Poco más tarde, en 2004, la Organización de Sanidad Animal adoptó “las cinco libertades”, que establecen cinco derechos inherentes: un ambiente apropiado, una dieta apropiada, oportunidades para expresar comportamientos naturales, protección del miedo y los estados angustiosos y protección ante el dolor, daños o enfermedades.
Apelando a los tratados internacionales, las asociaciones que luchan por la defensa de los animales FAADA, Born Free y ANDA lanzaron hace un lustro Infocircos, una campaña para conseguir la abolición de las domas circenses. El último informe publicado por el colectivo recoge algunos casos de animales que vivían en malas condiciones, como el de un babuino decomisado en 2010 en la localidad barcelonesa de Vilassar de Dalt. El simio había vivido ocho años encerrado en una jaula de dos metros cuadrados sin apenas luz. “Estaba enclenque, sufría agorafobia y mostraba graves problemas de comportamiento, apenas se movía y pesaba un 40% menos de lo que le correspondía”.
Los ecologistas advierten del peligro de usar especies en riesgo de extinción
A pesar de reconocer que en algunas compañías sí se maltrata o se abusa de algunas especies, desde la Asociación de Profesionales del Circo de Cataluña reclaman que no se demonice la participación de animales en sus espectáculos, ya que “el uso no implica el abuso”. “Hay malas prácticas, pero también gente que los trata correctamente”, explica su presidente, Albert Fort.
Alfonso de la Pola, vicepresidente de la Asociación de Circos de Andalucía, confiesa que la legislación en esta materia “es floja”. Sin embargo, a pesar de admitir que debería haber un mayor control, argumenta que los espectáculos de animales “han existido toda la vida y no tienen por qué estar vinculados con la explotación”.
Más allá del estado en el que vivan las bestias en las carpas, la ONG Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés) advierte del peligro que supone la explotación de especies exóticas. “Muchas veces se hacen espectáculos con animales en peligro de extinción, y esto lo único que provoca es que la sociedad los vea como posibles mascotas, con lo que aumenta su tráfico en el mercado negro”, asegura el representante en España de la organización, Enrique Segovia.
Bolivia y Grecia son
los únicos países que
han adoptado esta norma
Al debate sobre si los animales deben o no participar en funciones circenses se añade la pregunta de qué tipo de espectáculos entran en esta categoría. Para Aida Gascón, directora de Ánima Naturalis en España, “en los circos los animales están mucho peor tratados que en los zoos. Sufren más porque llevan una vida itinerante, por entrenamientos ocultos o agresivos. En los circos todo está muy poco controlado, son como una mafia. Trafican con animales, nunca sabes cómo han llegado allí las nuevas crías”. Gascón apela a la necesidad de que los zoos desarrollen un papel más “lógico” como centros para favorecer el rescate de animales.
Enrique Segovia confiesa que los espectáculos con animales en los zoológicos no le gustan, aunque advierte de que en estas instalaciones hay una legislación “muy clara” que asegura su “buen estado”, y abunda en la idea de Gascón. “Tienen que cumplir tres misiones: educación ambiental, asegurar el bienestar animal y cuidar de especies en peligro de extinción”.
Los partidarios del veto en los circos advierten de que todavía queda un largo camino por recorrer hasta igualar la legislación de otros países europeos. “Tenemos una ley de protección animal pero no hay un reglamento. Y la normativa que regula los zoos es poco dura. En Alemania, por ejemplo, no hay protectoras porque no hay abandono. Sin embargo, esto en España es la realidad de los pueblos y las ciudades”, afirma Gascón.
Silvia Barquero, portavoz del Partido Animalista, afirma que los espectáculos en circos con animales no tienen sentido. “Eso es solo negocio de unos pocos, ni contribuyen a nada ni tienen un valor educativo”, sentencia. Barquero arguye que no corresponde al comportamiento animal vivir en cautiverio, “es antinatural”, apostilla.
Las ONG de defensa animal y los miembros del mundo del circo reclaman que la misma legislación que el Gobierno catalán quiere aplicar al circo la imponga también en otros espectáculos. “En España hay una tendencia a politizar todos los asuntos”, afirma Segovia. Según el representante de WWF, el problema de España es que el debate para prohibir los toros “se llevó al extremo nacionalista, ‘España sí, España no’, y se olvidó el sufrimiento animal”.
Las asociaciones que impulsaron la campaña Infocircos advierten también de los riesgos para la salud pública que pueden implicar estos espectáculos. Según el colectivo, “los circos presentan oportunidades para que los animales se escapen o para que entren en contacto directo con miembros del público”, como sucedió en agosto de 2009 cuando un elefante se escapó de una carpa en l’Escala (Girona) y durante 10 minutos deambuló por las calles de la población.
Asimismo, el colectivo denuncia el peligro de que los animales salvajes que protagonizan estas funciones transmitan enfermedades infecciosas a los espectadores, especialmente cuando hay posibilidad de contacto. advierte, por ejemplo, que los elefantes de circo pueden estar afectados de tuberculosis y es frecuente el Mycobacterium bovis en camellos.
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