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La colaboración se impone para tratar los cánceres de piel

Moléculas de Roche, GSK y BMS abordan tumores para los que no había novedades desde 1975

El tratamiento de los cánceres de piel (básicamente carcinomas basocelulares, que son el 80%, y melanomas) está viviendo una auténtica revolución. Después de que no hubiera nuevas moléculas aprobadas desde 1975, como ha dicho Alfonso Berrocal, jefe de Oncología del Hospital General de Valencia, en los últimos dos años en el Congreso de la Asociación Americana de Oncología Médica (ASCO) se han presentado hasta cinco moléculas diferentes para los casos más complicados, los que no responden a la cirugía y radioterapia estándar.

De ellos, Berrocal destaca el vismodegib, de Roche, el primero para tratar carcinomas basocelulares. Este tipo de tumores representa aproximadamente el 80% de los de piel, pero no tiene tanta [mala] fama porque “no suelen ser metastásicos”. Sin embargo, hay veces en que se reproducen o son difíciles de quitar y de tratar (“no se puede radiar uno en un párpado porque produciría ceguera”, dice el médico). Entonces, el tumor puede crecer. Uno de los sitios típicos para ello es la cara, porque la exposición al sol es un factor de riesgo. Ello supone un gran problema para los pacientes, que quedan deformados. “No puedo salir a la calle; la gente se me aparta”, dice Berrocal que le cuentan.

Investigadores de la Clínica Mayo han presentado en el Congreso (al que EL PAÍS acude invitado por Roche) un estudio del que es el primer tratamiento específico para este tumor, que afecta solo en España a unas 130.000 personas al año. Los resultados son una mejora del 50% en la reducción del tamaño en los casos de metástasis y del 60% en los inoperables o recurrentes. La supervivencia libre de progresión pasa de los tres meses a más de 10.

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Esto no es sin efectos adversos. Hasta un 60% de los pacientes tiene calambres, dice Berrocal, y el 50% alteración del gusto (disgeusia). Y, siguiendo con lo que parece un mantra en investigación oncológica, el médico expone las líneas futuras: utilizar el producto en combinación con las terapias tradicionales, la quimioterapia.

También se está estudiando para usarlo como primera línea. Normalmente, no haría falta, porque las lesiones, al principio, son muy pequeñas y se pueden operar. Pero hay algunos casos en los que no se puede. Uno es el síndrome de Gorlin. Se trata de una enfermedad hereditaria que se caracteriza porque el paciente sufre continuamente carcinomas. Ya hay un estudio en marcha, el Stevie, con participación española.

Si en el carcinoma hay una única novedad, donde hay un auténtico choque de colosos es en el melanoma metastásico. A los dos fármacos que han aparecido recientemente, verumafenib de Roche e ipilimumab de BMS, se han añadido otros dos de GSK, trametinib y dabrafenib, que se han presentado en el congreso.

De todos hay resultados positivos, según los ensayos que se han presentado. En principio, se podría decir que los acabados en “nib” son inhibidores de rutas moleculares, y por lo tanto compiten. El cuarto, el acabado en “mab”, es un anticuerpo monoclonal, y por tanto su funcionamiento está más relacionado con activar la respuesta inmune que con inactivar rutas de señalización (la cascada de proteínas que incita a las células cancerígenas a reproducirse). Todos son tan nuevos que en ASCO han presentado y completado resultados.

Pero ya en esta etapa primaria, la colaboración se impone. Por ejemplo, Berrocal indica que ya se están preparando ensayos para probar el ipilimumab de BMS con el vemurafenib de Roche. “En principio sus mecanismos son diferentes, y no deben competir”, opina. Tampoco cree que, por el mismo motivo, se potencien los efectos adversos. Es un ejemplo de que la colaboración es posible. Y, por el bien de los pacientes, necesaria.

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