Ciencias y letras, ¿de espaldas?
El Gobierno permite ofrecer una sola modalidad de bachillerato Los expertos advierten del trasvase de alumnos a la red privada y de empobrecimiento cultural
Una de las últimas medidas tomadas por el Ministerio de Educación levanta la obligación de ofrecer, al menos, dos modalidades de bachillerato en los institutos, que vienen a ser los clásicos, lo que la gente llama de ciencias y de letras. A partir de ahora bastará con impartir una de ellas, y esa decisión la tienen que tomar las Administraciones autonómicas, no es algo que quede en manos de cada centro. Hay una tercera modalidad, minoritaria, el bachillerato artístico.
Qué va a pasar a partir de ahora no es más que un futurible, pero la puerta está abierta y cabe prever algunas consecuencias que pueden modificar la organización de los centros, influir en el ahorro y afectar a la cultura pedagógica y académica de los institutos.
Respecto a lo primero, la organización, “supondría una reestructuración muy fuerte, qué duda cabe”, dice José Antonio Martínez, presidente de Fedadi, la federación donde se asocian los directivos de los institutos españoles. Algunos departamentos, los que solo son para el bachillerato científico y los puramente de humanidades y ciencias sociales, desaparecerían y habría que recolocar al profesorado.
El trasiego también afectaría al alumnado, claro. El 95% de los estudiantes se reparten entre los dos bachilleratos clásicos, que abren la puerta a la inmensa mayoría de las carreras universitarias, “por tanto, suprimir una de esas modalidades cercenaría lo solicitado por la mitad del alumnado. ¿Qué familia matriculará a su hijo en 1º de la ESO sabiendo que cuando empiece allí el bachillerato puede encontrarse con que las preferencias, entonces, del muchacho no coinciden con el bachillerato elegido?”, se pregunta Miguel Recio, de CC OO.
"Estos cursos no son solo un preparatorio de la universidad", avisa Aurora Ruiz
Y cambiar de centro en plena adolescencia, justo cuando se concluyen las enseñanzas obligatorias y el alumno debe seguir estudiando (si es que se quiere mejorar la pobre estadística española) es una opción que puede desincentivar y conducir al abandono de los estudios. “O traslados de barrio, o de localidad, con el coste personal o familiar que eso supone. Y renunciar a su preferencia en favor de una única oferta no redundará en su motivación, desde luego”, añade Recio. Experto en educación y en la actualidad director de un instituto de secundaria madrileño, Recio ve en esta puerta abierta un riesgo mayor que no descarta: el trasvase de bachilleres de la red pública a la concertada (privada, pero pagada con fondos públicos). El ministro de Educación, José Ignacio Wert, ha anunciado la ampliación del bachillerato a tres años robándole, para ello, el último curso a la ESO. Por tanto, las enseñanzas medias se meten en la edad de educación obligatoria, que alcanza hasta los 16. Eso permitirá a los pequeños centros subvencionados concertar también la siguiente etapa, el bachillerato, porque ya contarán con alumnado para ello (todos los del último curso de la ESO), y ampliarlo al fin de la etapa.
“En la ESO la media de escolarización en la red pública es del 65,9% mientras que en el bachillerato aumenta al 74,3%, con los últimos datos oficiales, de 2011. El Gobierno debe pensar que hay terreno por conquistar en ese campo”, opina Recio. Aunque en algunas comunidades, Navarra, País Vasco, Baleares, Comunidad Valenciana y Cataluña, ya se dan altos porcentajes de bachillerato y FP concertados, Recio calcula que el trasvase de alumnos, que antes iban a la pública, podría ser sustancial. “Habría que financiar conciertos para 123.332 alumnos de bachillerato y 20.028 de FP, un despilfarro de unos 400 millones para atender a alumnos que ya están escolarizados”, dice. En el curso 2009-2010, los recursos públicos destinados a conciertos alcanzaron 5.891,3 millones, un 18,4% del gasto público en educación. Y habían crecido respecto al año anterior un 8,3%. “Esto no es ahorro, es emplear dinero público en familias con rentas más altas y profundizar en desequilibrios de la escolarización”, asegura Recio.
Sin quitarle hierro a este asunto, José Antonio Martínez, cree que hay margen para la reorganización actual del bachillerato, “que es caro, no hay que llamarse a engaño, y que en algunos centros apenas se atiende a un grupo de alumnos, la mitad de ciencias y la otra mitad de letras. Muchos profesores para tan poco alumnado, como ocurre en la universidad en algunas carreras”, sostiene. Por otro lado, dice, “el empeño en que la educación secundaria obligatoria (la ESO) y los bachilleres estén en los mismos centros responde a consideraciones pedagógicas, pero esos centros tan grandes, donde hay alumnos de 12 a 20 años, se hacen a veces ingobernables”. En España hay 4.258 centros de secundaria obligatoria y el 71% de ellos también imparten bachillerato. En un 45% del total se da también FP.
"Es una etapa muy cara y cabe una reorganización", opina un director
Martínez dice que, en todo caso, hay que ir con cuidado si se pretende reformar eso, “porque cada zona puede tener sus necesidades, no es lo mismo en el ámbito rural, donde quizá hay que ser más generosos, pero habría que verlo detenidamente”, aventura.
Director de un instituto grande al sur de Madrid, Martínez cree, pues, que cabe margen para reorganizar esto, pero atisba “líneas rojas que se pueden traspasar, y que se están traspasando”. “Lo dice el ministro, no yo”, afirma en referencia a unas declaraciones de Wert. “Porque todo el mundo dice que no va a tocar la educación, pero todos la tocan”.
Y avisa de un “error” que, a su juicio, se repite siempre: “El bachillerato no es solo una vía de acceso a la universidad”.
Viene a cuento porque la tercera pregunta sobre este asunto es la siguiente. ¿No se empobrecerá la vida académica en los institutos separando a los alumnos y profesores de ciencias y letras, disciplinas tantos años dándose la espalda?
“Segregar a los alumnos en esas dos modalidades no es bueno, porque podría darse incluso una selección previa, pero, además, el bachillerato no es solo un preparatorio para la universidad, aunque lo hemos convertido en eso con la obsesión de la Selecitividad; el temario se reduce a preparar obsesivamente ese examen...”, dice Aurora Ruiz, coordinadora del Colectivo Lorenzo Luzuriaga. “Desde luego, sería mucho más enriquecedor compartir las dos disciplinas en el centro, tanto para los docentes como para los alumnos”, asegura.
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