"No hablamos de lo que pasó para evitar el dolor"
El 25 de octubre de 1986, en San Sebastián, dos terroristas en moto se acercaron al coche oficial en el que viajaban el gobernador militar de Gipuzkoa, Rafael Garrido; su esposa, Daniela Velasco; uno de sus hijos, Daniel, de 21 años, estudiante de magisterio, y el chófer. Uno de los terroristas colocó una bomba sobre el vehículo, en la única parte que no estaba blindada. El conductor salvó la vida. Los tres miembros de la familia Garrido murieron. La onda expansiva, además, rompió un cristal que alcanzó a una inmigrante portuguesa, María José Teixeira, de 35 años, que falleció 17 días después en el hospital, dejando un marido y dos hijos, Florinda y Carlos, de 13 y 5 años, desolados.
Fernando Garrido, uno de los seis hijos del matrimonio, tenía 28 años entonces y estuvo a punto de subirse a aquel coche, pero cambió de opinión en el último momento. Él vivía en Jaca, no en San Sebastián con sus padres, pero estaba pasando allí unos días de vacaciones. Esa mañana iban todos de excursión al Pirineo navarro. Fernando, montañero, había regresado meses antes del Aconcagua después de batir un récord de estancia en la cumbre. Al final, ese día se quedó en casa. "Mi padre era una persona querida y muy abierta dentro del mundo militar, que estudiaba euskera y quería integrarse en su nueva ciudad".
Esta familia apenas habla de lo ocurrido. "La cabeza, para sobrevivir, trata de no recordar algo tan doloroso", explica Fernando. "Hicimos una coraza y no hablamos casi nunca de ello, no nos sale", añade su hermano Javier, que también vive en Jaca. "Existe el peligro de quedarte anclado en el dolor".
Ellos son partidarios de que se apliquen las leyes penitenciarias con cierta flexibilidad para el que quiera reintegrarse. "Siempre y cuando cumplan con lo que se les exija", dice Fernando. "Yo no fui al juicio de los autores del atentado. Me da igual quién sea en concreto la persona que lo hizo. Todo es ETA. Pero sí me alegro cada vez que detienen a alguien. Eso es un alivio. La confirmación de que no hay impunidad".
No quieren meterse en asuntos políticos ni de asociaciones. "Solo me interesa transmitir mi experiencia personal para que la sociedad empatice con nuestro sufrimiento", expresa Fernando. "No somos un nombre en una lista. Queríamos mucho a nuestros padres y a nuestro hermano".
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