El 'plan Pons' para la televisión pública
El agujero económico de las televisiones autonómicas y las acusaciones de su uso partidista marcan el debate sobre el futuro de los medios públicos
Convertida en el principal instrumento de información y ocio de los españoles, la televisión se ha colado en los programas electorales de los partidos. No es para menos. El año pasado, los ciudadanos pasaron ante la pantalla casi cuatro horas diarias. Detrás de tan voraz consumo (uno de los más altos de la Unión Europea) se esconden el aluvión de canales que ha traído consigo la TDT y los efectos de la crisis económica. Ambos factores forman una combinación letal para los operadores: los privados se ven obligados a fusionarse o a cerrar y algunos entes públicos atraviesan por serias dificultades para sobrevivir.
Aparentemente, la televisión es gratis. Pero solo la privada. Los hogares españoles sufragan a través de los impuestos la corporación RTVE y los 13 entes públicos regionales: 68 euros para la estatal y 84 para las autonómicas. Entre subvenciones y tasas, el año pasado la televisión absorbió 1.918 millones de euros. De esta cifra casi 1.109,5 fueron a las arcas de RTVE (el primer ejercicio sin publicidad en la televisión pública), mientras que las autonómicas coparon 808,8 millones, según un informe de la consultora Deloitte. Los Gobiernos regionales aportaron 396 millones adicionales para compensar las pérdidas de los entes territoriales. Parte de la financiación de las autonómicas procede de la publicidad (245 millones), una partida de ingresos que el PP piensa en la posibilidad de suprimir.
Operadores públicos, anunciantes y expertos rechazan esta medida (aplaudida de forma estruendosa por Uteca, la entidad que agrupa a las televisiones privadas) anunciada la semana pasada por el dirigente del PP Esteban González Pons. El plan Pons propone también que las autonómicas puedan ser privatizadas, que configuren un canal único con desconexiones territoriales y que sea TVE la que financie el cine español.
Un año de cambio
- Enero de 2o10. Televisión Española deja de emitir publicidad. Las privadas suben los precios de los anuncios. RTVE se financia con las tasas de las televisiones privadas
y las operadoras de telecomunicaciones
y las subvenciones.
- Abril de 2010. Apagón analógico. Nacen nuevos operadores. La audiencia
se fragmenta.
- Agosto de 2010. Entra
en vigor la Ley General de
la Comunicación Audiovisual.
- Enero de 2011. Se hace efectiva la integración entre Telecinco y Cuatro.
Para algunos entes, el cierre por asfixia financiera puede llegar incluso antes de la reforma legislativa que permita su paso a manos privadas. La Televisión del Principado de Asturias (TPA) está tocada de muerte desde que el Gobierno de Francisco Álvarez Cascos (Foro Asturias) decidiera cancelar la transferencia de 13,2 millones de euros asignada en el presupuesto de 2011. TPA ha recurrido a los tribunales y presentado un preconcurso de acreedores. Si los fondos no llegan pronto se verá abocada al cierre inmediato. "En estos momentos hay 670 puestos de trabajo de alta cualificación en el aire y un sector audiovisual paralizado", afirma Juanjo Guerenabarrena, director general en funciones de TPA. Una tabla de salvación frente a esta situación de insolvencia es la proposición de ley presentada por la oposición (PP, PSOE e IU) para neutralizar la medida.
De los 35 millones de presupuesto de la TPA, 32 son subvenciones. Renunciar a la publicidad, como propone el PP, agravaría aún más su situación. Aunque eso sí, mejoraría la de los canales privados. Si se miran sus cuentas se percibe que "2010 ha sido un buen año, un oasis en medio de la crisis", sentencia Luis Jiménez, socio de Deloitte. De hecho, las grandes cadenas incrementaron sus ingresos en un 25% por la desaparición de los anuncios en TVE, aunque las pequeñas tienen apuros para mantenerse en el aire. Este año las previsiones no son tan halagüeñas.
Solo las privadas son gratis: las públicas cuestan 152 euros por ciudadano
El modelo federado anunciado por el PP abarataría el coste de la televisión pública. Pero, ¿estarían de acuerdo los Ejecutivos regionales? Los expertos ponen el plan en cuarentena. El catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Autónoma de Barcelona Emili Prado no sintoniza con ese supuesto canal único: "Es un disparate. No tiene sentido. Es un absurdo metafísico". Los entes autonómicos, añade, sirven a la comunidad en la que se inscriben y ofrecen una mirada del mundo diferente. "Transformarlos en un canal único sería un hachazo de muerte en la mayoría de las comunidades. Y en aquellas con lengua propia sería un despropósito mayúsculo".
También el profesor de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense Miguel Ángel Ortiz lo rechaza de plano. "Es un despropósito" y una opción "poco razonable". Argumenta que este formato existía en TVE con La 2 y cree que "es imposible" poner de acuerdo los intereses de las televisiones autonómicas. No obstante, considera que algo hay que hacer. "Debemos reinventar el modelo de televisión pública", dice.
Las señas culturales y lingüísticas de cada territorio se borrarían
A través de la Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos (Forta), los entes regionales comparten contenidos y noticias. Pero el modelo no es perfecto. El vicerrector y director general de Comunicación e Información de la Universidad de Málaga Pedro Farias considera que "se pudo montar un modelo público magnífico, asentado en la información de proximidad al ciudadano". Pero el modelo autonómico está en cuestión por la mala gestión y organización y porque no se ha dejado independencia a los contenidos. "El poder político ha influido en el control de los informativos", lamenta.
González Pons aboga por cambiar la Ley del Tercer Canal (abolida, por cierto, hace año y medio, cuando se aprobó la Ley General de la Comunicación Audiovisual) para que se puedan privatizar (de forma "total o parcial") las autonómicas. Entre los presidentes regionales hay división. Esperanza Aguirre (Madrid) y María Dolores de Cospedal (Castilla-La Mancha) se han decantado por privatizar los entes. La Comunidad Valenciana, sin embargo, aboga por un sistema público y CiU, en Cataluña, respalda que TV3 conserve su estatus. No parece que las comunidades con lengua propia se apunten al plan Pons.
El modelo federado es más barato, pero inaceptable para las autonomías
El catedrático de la Universidad de Barcelona Emili Prado percibe los canales regionales como "la única ventana para normalizar el uso de la lengua" y defiende que emita contenidos competitivos. "No es concebible la deriva de una televisión pública hacia la exquisitez minoritaria". Su fórmula pasa por televisiones con ofertas competitivas y con capacidad para atraer audiencias. Y en este contexto, estima que el cine americano "es una herramienta estratégica para arrastrar una secuencia de audiencias" y que cualquier producto digno puede estar al servicio de una estrategia de servicio público. "No se les puede pedir a las cadenas públicas que excluyan de su repertorio un determinado género".
"Las autonómicas", añade Prado, "sirven para reforzar las señas de identidad lingüística, el entramado cultural y son un elemento de cohesión social". "Es indiscutible que en las comunidades con lengua propia son una herramienta básica. Pero no están justificadas si en lugar de servir a toda la sociedad con una visión plural sus prácticas son sectarias. Tienen que ofrecer una pluralidad horizontal".
La TDT no ha llevado al sector a dar contenidos más plurales
Suprimir la publicidad de las autonómicas, como defiende el PP, sería "un error", sobre todo en momentos de crisis, opina Emili Prado. Una parte de los anunciantes no desviarían la inversión hacia los medios nacionales, porque no sería su público objetivo. "Si las televisiones autonómicas no se pueden sustentar por la crisis con los recursos públicos y les sacamos la publicidad las condenamos a ser algo marginal y se da la razón a quienes quieren que se cierren".
Al margen de las autonómicas, los expertos consideran que el modelo audiovisual español es difícilmente sostenible. Miguel Ángel Ortiz percibe que la TDT no ha traído consigo la pluralidad de contenidos que prometía: "Teóricamente, aportaba una mayor democracia al sistema audiovisual. En la práctica, ha creado un modelo inviable y poco sostenible".
Razones económicas explican esta distancia. Primera: "La crisis ha traído un descenso de la inversión publicitaria, que se ha dejado sentir no tanto en las grandes cadenas -que han incrementado su negocio con la desaparición de los anuncios de TVE- como en los pequeños operadores generalistas y de ámbito estatal", explica Ortiz. Segunda: "Desde el punto de vista de los formatos de contenidos, las cadenas vinculadas a grandes grupos han intentado hacer un modelo simulcast con lo que ya había. Han reproducido contenidos y está claro que no hay sitio para programas clónicos en todas las cadenas. Pero tener contenidos originales cuesta dinero".
Año y medio después del apagón analógico, que se produjo en abril de 2010, se han puesto de manifiesto las deficiencias del modelo audiovisual. Algunos operadores se han visto obligados a fusionares, otros han cerrado o han cedido su frecuencia a multinacionales. La situación se ha visto empeorada por la proliferación de canales ilegales que han asaltado las ondas ante la pasividad del Ministerio de Industria y de las comunidades autónomas. "La TDT se impuso para liberalizar el espectro y dar contenidos más personalizados", comenta Pedro Farias. Al final, la segmentación de contenidos solo ha generado una gigantesca atomización de la audiencia. Es lo que el vicerrector de la Universidad de Málaga ha denominado el síndrome del antenista, que consiste en poner muchas antenas, aunque por todas entre lo mismo. "Lo importante eran los contenidos. Se trataba de ser capaces de generar productos nuevos y eso no ha ocurrido". La atomización de audiencias provoca un efecto acordeón: el mercado se contrae y el público acude a las televisiones generalistas que atraen por sus contenidos.
De lo que no cabe duda es de que la televisión atrae cada vez más. "El consumo de televisión es contracíclico. Las crisis le benefician", apunta Alfonso Sánchez Tabernero, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Navarra y coordinador del informe La televisión en España de 2011. Y más en tiempos en los que la oferta de ocio, entretenimiento e información se ha multiplicado gracias a la TDT. Este cambio tecnológico, unido a la crisis publicitaria, propicia una tendencia a la concentración: "España sigue el modelo europeo, donde se han consolidado dos o tres grandes operadores que concentran el 70% del mercado publicitario", observa Sánchez Tabernero. Y aunque ofrece grandes oportunidades, es una industria muy cambiante porque depende de los gustos del público. Para competir necesita "talento, innovación y creatividad".
Aunque el nuevo sistema no ha fomentado ninguno de los tres conceptos. Emili Prado apunta que la TDT tenía como objetivo abrir el mercado a nuevos operadores para aumentar el pluralismo, pero se ha confundido multiplicidad de operadores con diversidad de contenidos y el resultado son "contenidos reiterados hasta un grado extremo". Han entrado nuevos actores en el sistema, pese a que el mercado "no puede soportar ofertas abiertas con contenidos originales".
Los canales públicos tienen más margen para innovar, pero eso no les impide descuidar sus audiencias. ¿Deben operar en igualdad de condiciones que las privadas? El catedrático Emili Prado recuerda que TVE tiene limitaciones a la hora de acceder al cine de los grandes estudios de Hollywood y a los eventos deportivos. "Es como si en un partido de baloncesto", dice, "los tiros fuera del área valieran tres puntos para unos y 10 para otros".
Los expertos insisten en que la televisión pública no tiene sentido sin público, si bien apuestan por reinventar el modelo. Ortiz no ve razonable que el déficit de los canales estatales, autonómicos y locales equivalga al presupuesto de Industria. "Debemos ir a modelos más eficaces, de low cost, como la TPA o Aragón TV", propone. Siempre y cuando no caigan en manos de Álvarez Cascos.
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