Todos quieren ser A+++
Menos consumo de energía y las mismas prestaciones. Se llaman electrodomésticos verdes. Pero ¿cómo son de ecológicos?
Al adquirir un frigorífico, un lavavajillas o una lavadora, el consumidor no solo debe sopesar el precio y las prestaciones de cada aparato, sino también decidir entre apostar por la conciencia medioambiental o ignorar los llamamientos verdes de las marcas de fabricantes. La elección no es fácil. Las grandes firmas de electrodomésticos se han lanzado a la búsqueda del aparato más verde y quieren demostrar su esfuerzo a través de multitud de pegatinas de diferente color, dibujo y significado. Estas indicaciones resultan ser muy valiosas para reducir la factura de la luz y, lo que es más importante, la emisión de CO2 de cada hogar al planeta.
La Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR), entidad de certificación creada en 1986, ha emitido hasta 2009 más de 9.000 reconocimientos ambientales. El lado negativo de esta cifra es que la enorme variedad de estas etiquetas y la falta de conocimiento de la población sobre ellas producen una especie de rechazo en algunos compradores. El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), dependiente del Ministerio de Industria, ha impulsado en los últimos años la integración de los indicadores de eficiencia energética en la realidad de fabricantes y consumidores. Estas etiquetas son las más reconocibles por la población y, según Cristina Cañada, del departamento de doméstico y edificios, los clientes empiezan a demandar estos equipos en los puntos de venta. Pero ¿qué significa comprar un frigorífico A+++?
Los fabricantes de electrodomésticos de frío fueron los primeros en asumir el etiquetado energético en 1995. Este sistema europeo clasifica los aparatos según su capacidad de cumplir los mismos objetivos con menor consumo de energía. La escala de más a menos eficiencia (de menos a más consumo eléctrico) va de la A a la G, y en color, del verde al rojo. La bajada de un escalón supone un incremento del consumo de alrededor de un 12% de la letra que le precede. Un electrodoméstico de clase A, por ejemplo, consume un 55% menos que los de clase D.
Los añadidos de A+ y A++ se incorporaron a los equipos de frío en 2003 porque los avances tecnológicos permitieron crear aparatos más eficientes. Ahora que esas innovaciones se presentan en toda clase de equipos, el Parlamento Europeo ha incorporado las categorías de A+, A++ y A+++ en todos los electrodomésticos. Una decisión que no ha estado exenta de polémica debido a las críticas de todas las organizaciones ecologistas, que piden una revisión total de la escala. Según Evangelina Nucete, técnico de eficiencia energética de WWF, con las nuevas posibilidades de producción no tiene sentido mantener los aparatos más antiguos en el mercado: "La tendencia es fabricar electrodomésticos cada vez más eficientes, así que lo lógico es que la normativa sea más exigente. Pedimos una revisión de los parámetros de cada categoría para que la letra A siga refiriéndose a una eficiencia extraordinaria y no se rebaje". En esta línea, el 1 de julio entró en vigor una directiva europea por la que se eliminarán gradualmente los modelos de clases más bajas, hasta que solo se vendan los productos de clase A y superiores.
Lo cierto es que ya las grandes firmas internacionales, como Siemens, Bosch, y la marca española más global, Fagor, prácticamente concentran toda su producción en la categoría A e incluso pretenden seguir subiendo la escala. Los esfuerzos de Bosch y Siemens se dirigen a crear una categoría superior. La secadora que acaba de sacar al mercado Bosch, por ejemplo, consume un 50% menos que un equipo A, y el sello de Siemens Eco Plus es un escalafón superior. Según Fernando Okina, responsable de formación del producto de Fagor, las lavadoras fabricadas en 2008 emitieron 413 kilos menos de CO2 que las fabricadas en 2000 y consumieron 66.000 litros menos de agua. A estos avances se suman los programas ecológicos de las lavadoras y lavavajillas, que también se ajustan al concepto de eficiencia energética. Isabel Osés, directora de marca de Siemens, lo explica como una forma de optimizar el proceso: "Consiguen reducir el nivel de consumo de recursos naturales gracias a la combinación de la electrónica y componentes de los electrodomésticos con diferentes técnicas de lavado".
WWF ha creado eurotopten, una web para orientar a los consumidores en la compra de un producto eficiente. En ella, el usuario puede comprobar las diferencias entre unos equipos y otros y seleccionar entre los mejores. El problema, según la organización Ecologistas en Acción, es que la mayoría de etiquetas se refiere a eficiencia energética desde el momento en el que se enchufa el aparato en casa. Según Jiménez, el consumidor desconoce por completo las emisiones de CO2 en la fabricación y los residuos que produce tras su vida útil: "Nadie te explica de dónde viene el producto, en qué condiciones se ha fabricado, lo que ha consumido en el transporte y lo que se hace después con él. Hay una diferencia enorme entre eficiente y ecológico".
Muchas empresas han creado sus propias etiquetas de gestión medioambiental, pero estas marcas no están sujetas a una normativa ni revisión independiente. "Solo sirven para confundir más a los consumidores porque no se diferencian de otras más fiables como la energética o la flor europea", señala Jiménez. La etiqueta conocida como la flor europea es la que más se acerca a las exigencias de los ecologistas. Se concede cuando el producto ha sido evaluado por representantes de la industria y el comercio, grupos ecologistas y organizaciones de consumidores. Se controla toda la vida del producto, desde la obtención de las materias primas hasta la gestión de los residuos. Hasta el momento, el Comité de Etiqueta Ecológica de la Unión Europea (CEEUE) ha otorgado 250 licencias a 23 grupos distintos de electrodomésticos en Europa. Siemens, Bosch y Fagor cuentan con algunas de ellas.
El logro de un certificado tan exigente provoca un cierto optimismo en los ecologistas, que aseguran que la etiqueta verde o ecológica real todavía no existe. El paso definitivo será aquel que convierta estas marcas en obligatorias, en lugar de voluntarias, y ofrezcan al consumidor una información completa y contrastada sobre todos los factores que rodean el antes, durante y después de cada electrodoméstico. Y tendrá que llegar al precio: los productos más ecológicos también suelen ser los más costosos.
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