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No usar un anticonceptivo en la primera relación sexual multiplica hasta por seis el riesgo de embarazo

Las madres adolescentes acceden más tarde al mundo laboral y tienen empleos menos estables, según el CSIC

Las madres adolescentes en España se emancipan y conviven con su pareja antes que sus coetáneas debido a que su embarazo precoz es el desencadenante de dichos acontecimientos. En el ámbito profesional, además de terminar antes sus estudios, consiguen más tarde su primer trabajo y no suelen lograr empleos estables. Es el perfil de las jóvenes que han accedido muy tempranamente a la maternidad que traza un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Complutense de Madrid realizado a partir de una encuesta a 9.700 mujeres de 15 años o más.

El trabajo, presentado hoy, señala además que el uso de anticonceptivos desde la primera relación sexual es la mejor forma de evitar un embarazo no deseado en la adolescencia. No utilizar anticonceptivos o usarlos después de la primera relación multiplica hasta por seis la posibilidad de embarazo. Igualmente, emplear un método anticonceptivo no eficaz (distinto del preservativo, el DIU, el diafragma o los métodos hormonales) multiplica por más de cuatro el riesgo de embarazo precoz.

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Madres adolescentes

La investigadora del CSIC Margarita Delgado, directora del estudio Maternidad adolescente en España, que ha contado con la financiación de la Fundación Española de Contracepción, ha asegurado que el embarazo adolescente es una cuestión "transversal" y "no hay ningún elemento de tipo social -adscripción política, religiosa, valores- que se pueda considerar determinante". Es la no utilización de anticonceptivos en la primera relación sexual "el factor por excelencia explicativo del embarazo adolescente".

El estudio revela que en un periodo de 50 años la edad media de inicio de las relaciones sexuales de las españolas ha pasado de los 21,5 años (en las nacidas entre 1951 y 1955) a 18,9 (1971-1975). Esta reducción ha venido acompañada de un descenso progresivo en la edad a la que las mujeres comienzan a usar anticonceptivos. Mientras las nacidas entre 1951 y 1955 los usaban por primera vez pasados los 25, las nacidas veinte años más tarde comenzaron a los 19,6 años. Por tanto, el lapso entre la primera relación sexual y la anticoncepción es cada vez más reducido al pasar de 3,8 años en la generación más vieja a 0,7 en la más joven.

Asimismo, se da una tendencia a la baja en el porcentaje de embarazos adolescentes conforme van pasando las generaciones, desde el 36% en las nacidas antes de 1931 hasta el 10,7% entre las que ahora tienen entre 25 y 30 años. Este descenso se explica, según Delgado, por el uso de anticonceptivos, pero también por las interrupciones voluntarias del embarazo, aunque los abortos se suelen ocultar en las encuestas. A este respecto, Delgado y el presidente de la Federación Española de Contracepción, Ezequiel Pérez Campos, han coincidido al opinar que la nueva ley del aborto no va a suponer un incremento de las cifras de interrupción voluntaria del embarazo.

Vida laboral

"Se puede afirmar que el acortamiento de los estudios es uno de los mayores hándicaps para las madres precoces", según Delgado. Las diferencias son especialmente palpables en los estudios superiores. Considerando a las mujeres que tenían entre 20 y 49 años en el momento de la encuesta, los porcentajes de acceso a la educación universitaria entre las madres adolescentes no llega al 5% y baja incluso al 0% entre las de 30-34 años. Por el contrario, en ese mismo grupo de edad, las madres no adolescentes han accedido a la universidad en proporciones sensiblemente distintas: 22,6%.

En cuanto a su relación con el mundo laboral, en términos generales, la investigación muestra que las madres adolescentes trabajan a cualquier edad en menor medida que el resto de sus coetáneas. Por ejemplo, a los 30 años, el porcentaje de actividad entre las madres no adolescentes es superior en 10 puntos al de las madres precoces. Y la temporalidad también es una característica general.

Las madres adolescentes suelen proceder de hogares con una media de hijos bastante más elevada que la del resto, y ellas mismas tienen a la larga más vástagos que sus coetáneas.

Otro aspecto que destaca el estudio es la fragilidad de las uniones formadas por madres precoces. "Las proporciones de rupturas se duplican en algunos casos, llegando a multiplicarse por tres entre las emparejadas entre 1965 y 1974. Además, el cálculo de la duración media de la unión revela que, en la mayor parte de los casos, la pareja se rompe antes que entre el resto de las madres", apunta Delgado. Esto se explica, en buena medida, por el hecho de que el emparejamiento no es algo planificado, sino sobrevenido por el embarazo. A esto se une la propia juventud de la pareja y su probable falta de madurez emocional.

Según la investigadora, la maternidad en la adolescencia proyecta sus efectos de manera persistente a lo largo de la trayectoria vital de la mujer, configurando situaciones más desfavorables respecto a las vividas por las otras mujeres de su generación que no han sido madres precoces. De acuerdo con el estudio, las madres adolescentes viven en un periodo de tiempo muy corto ocho o nueve acontecimientos de gran relevancia: inicio de la actividad sexual, inicio en la anticoncepción, finalización de los estudios, primer trabajo, emancipación del hogar de origen, primera convivencia, primer matrimonio, primer trabajo estable (cuando llegan a conseguirlo) y primer hijo. "La maternidad en la etapa adolescente conlleva una notable aceleración del curso vital respecto a quienes han sido madres pasada la adolescencia, y esto se aprecia nítidamente en aspectos relativos al ámbito más privado, como es la formación de la familia. Sin embargo, no se corresponde con lo ocurrido en la esfera social, ya que, por el contrario, no precipita sino que retrasa la incorporación a la vida adulta en un aspecto clave como es el ámbito laboral", destaca la investigadora del CSIC.

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