"Mi madre se volvió imprevisible"
La asociación Profesionales del Cuidador Familiar ofrece cursos con claves y respuestas para quienes atienden a las personas dependientes
El primer mensaje que la doctora Marta Álvarez de Arcaya quiere trasladar a sus alumnos es que, para cuidar a los demás, hace falta primero cuidarse a sí mismo. Después de más de 17 años como geriatra en el Hospital Donostia, la actual directora médica del Hospital Ricardo Bermingham de la capital guipuzcoana conoce la importancia de los pequeños gestos que facilitan el cuidado del anciano frágil.
Por eso recomienda poner una almohada entre las rodillas del implicado para evitar que se formen las molestas úlceras, así como intentar establecer una cierta cultura del esfuerzo para que no vaya perdiendo más autonomía: "Tenéis que lograr que caminen, aunque sea un poquito. Si están en silla de ruedas, que intenten levantarse de vez en cuando".
"El cuidador se enfrenta a problemas para los que no está preparado"
La sesión, organizada recientemente por la asociación Profesionales del Cuidador Familiar en San Sebastián, se dirige tanto a personas que tienen que hacerse cargo de sus seres queridos dependientes como a gente interesada en buscar trabajo en un sector que irá a más con el progresivo envejecimiento de la población.
"Yo era profesora de Historia. Al llegar aquí me tuve que reconvertir. Como tenía la experiencia de cuidar a mi abuela y a mi padre, aproveché la oportunidad", explica una de las presentes, la nicaragüense Ruth Ivania Aguilera, de 54 años. En las clases, explica, ha confirmado varias de las intuiciones que ya tenía. "He reconocido varias situaciones que me han tocado vivir y en las que actuaba por puro instinto. Procuro intentar tener a los ancianos en cuenta en las decisiones, que no se sientan inútiles ni desplazados. Con ellos, hay que relativizarlo todo", resalta.
"El cuidador tiene que mantener su espacio, no puede estar pendiente las 24 horas, eso no es sano. Por eso es necesario recurrir a ayuda, sea remunerada o no", señala la doctora Álvarez. La paciencia, añade, es fundamental en los casos complejos: "Cuando se trata a personas con demencia, hay que entender que no hacen las cosas por fastidiar y evitar los enfrentamientos. Los alumnos suelen preguntar mucho sobre cómo hacer que nos hagan caso. Les respondo que hay que hacerlo paso a paso, haciéndoles ver que pueden, poniéndoles pequeños retos para que vayan resolviéndolos".
El cuidador tiene que afrontar muchos problemas para los que no está preparado. "La idea es que, a través de estos cursos, les demos las herramientas adecuadas", explica Milagros Tejedor, una de las impulsoras de la asociación, cuyo próximo curso estará centrado en los abuelos cuidadores.
Isabel, de 56 años, recuerda que en 1987, cuando ella tuvo que hacerse cargo del cuidado de su madre con alzheimer, echó en falta el apoyo de iniciativas como esta: "Mi madre se volvió imprevisible: desaparecían objetos en casa, se le olvidaba si había comido o no... Hubo una época en la que siempre compraba lo mismo en el mercado, plátanos y carne. Y nadie me explicó cómo enfrentarme a eso. Estos cursos ayudan mucho".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.