Meteoritos: rocas que caen del cielo
Estos cuerpos menores llegan a la Tierra por colisiones entre asteroides
Además del Sol y los planetas, nuestro Sistema Solar está formado por millones de cuerpos de menor tamaño. Son llamados asteroides y cometas, dependiendo, respectivamente, de si su estructura es rocosa o contiene abundante hielo. A fin de aprender más acerca del origen de nuestro sistema planetario necesitamos estudiar esos "cuerpos menores". La razón es que no han sufrido los procesos físicoquímicos que moldearon los cuerpos planetarios durante la evolución del Sistema Solar.
Los astros cuyo diámetro superó los 1.000 kilómetros no pudieron liberar eficientemente la energía derivada de la desintegración de sus componentes radiactivos y sufrieron un calentamiento interno que conllevó la diferenciación en capas que encontramos, por ejemplo, en la Tierra (núcleo, manto y corteza). Los materiales primigenios se fundieron y mezclaron, por lo que los diferentes componentes, dependiendo de su densidad, se redistribuyeron en su interior. Como consecuencia de esa evolución química, los materiales que conforman los planetas terrestres no son representativos de los componentes iniciales del llamado disco protoplanetario.
La mayoría de los meteoritos llegados a la Tierra caen sobre zonas remotas en las que raramente son observados en su caída
Afortunadamente, los materiales de ese disco del que se formaron los planetas quedaron preservados en el interior de asteroides de pequeño tamaño del que proceden los meteoritos que denominamos condritas. También en cometas como el 81P/Wild 2 como revelaron los estudios que realizamos en el contexto de la misión Stardust de la NASA. Esta misión permitió la recuperación in situ del material cometario, un hecho único, ya que dada la complejidad y el coste de tales misiones, hasta la fecha sólo se habían recuperado material procedente de la Luna gracias a las misiones Apolo.
Todos los días caen meteoritos
Sin embargo, todos los días caen meteoritos a la Tierra llegados desde innumerables objetos, aunque sólo el registro de las bolas de fuego que producen en su brusco encuentro con la atmósfera permite definir su región de procedencia en el Sistema Solar. Se estima que sobre España caen cada año dos meteoritos con una masa superior al kilogramo pero nuestro territorio es suficientemente extenso para que no supongan un peligro para la población. De hecho, en toda la historia escrita de la humanidad no se conoce ningún caso de fallecimiento por un impacto directo con un meteorito, aunque sí que se han dado casos de personas golpeadas por ellos.
Pero, ¿cómo alcanzan la Tierra? Como consecuencia de colisiones entre asteroides se producen rocas de pocos metros de diámetro que son impulsadas más allá del límite gravitatorio de sus cuerpos progenitores. Los mecanismos de transporte de estas rocas hasta la Tierra no son, ni mucho menos, tan rápidos como podríamos pensar. Generalmente tras decenas de millones de años en el espacio interplanetario estas rocas encontrarán nuestro planeta en su camino y, sólo en aquellas condiciones geométricas más favorables, sobrevivirán restos capaces de alcanzar la superficie terrestre en forma de meteoritos. Ese fue posiblemente el caso del pequeño asteroide 2008TC3 que, con unos diez metros de diámetro, impactó el 7 de octubre de 2008 sobre Sudán, tan sólo veinte horas después de haber sido descubierto por el Catalina Sky Survey, uno de los programas de seguimiento de estos objetos que se aproximan peligrosamente a la Tierra. Era la primera vez que un objeto de este tipo se descubría antes de su impacto con la Tierra.
La atmósfera, eficiente escudo
En esa brusca colisión la atmósfera terrestre se comporta como un eficiente escudo y, por término general, más de un 95% de la masa del objeto se perderá en la fase de bola de fuego, produciendo un pequeño porcentaje de luz, aunque suficiente para que esos fenómenos rivalicen con la Luna o incluso el Sol y sean impactantes para sus afortunados observadores.
Dada la heterogénea distribución de las regiones pobladas, la mayoría de meteoritos llegados a la Tierra caen sobre zonas remotas en las que raramente son observados en su caída y mucho menos queda un registro del cual obtener información precisa de su trayectoria y órbita. Afortunadamente el 4 de enero de 2004 tuvo lugar la caída del meteorito Villalbeto de la Peña y diferentes testigos pudieron obtener un vídeo y diversas fotografías de ese suceso. A partir de ellas, en el marco de la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos , se obtuvo por primera vez en nuestro país la órbita de un meteorito. En toda la historia se han determinado tan sólo diez órbitas de meteoritos y, por ello, representó un hito en la ciencia española. El 10 de mayo de 2007 cayó el meteorito Puerto Lápice y semanas después recuperamos una fascinante roca basáltica cuyo estudio detallado ha revelado su origen en el asteroide Vesta.
No cabe duda de que la recuperación de meteoritos constituye un campo de oportunidad en el estudio de las ciencias planetarias. Tanto los meteoritos más primitivos como aquellos que proceden de cuerpos planetarios diferenciados nos proporcionan valiosa información sobre los procesos acaecidos durante la formación y evolución de esas rocas y, por ende, de los cuerpos de los que proceden. Por ello, estas fascinantes piedras Rosetta de la ciencia son preservadas en el marco de centros de investigación y museos de todo el mundo.
Josep M. Trigo Rodríguez es investigador del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC-IEEC)
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