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GEORGE CLOONEY Actor y director cinematográfico

"No soy mister ecología, pero me preocupo"

El actor, muy concienciado con las causas humanitarias, admite que no hace todo lo que puede en la defensa de la naturaleza. Pero lo intenta

George Clooney lo tiene absolutamente todo: fama, millones, belleza y conciencia. Por tener tiene hasta un Óscar y ocho ahijados, número récord para alguien sobre el que pesan apuestas millonarias para ver si sienta la cabeza, se casa, y tiene descendencia. "Con 46 años lo que tengo es el tiempo de mi parte", bromea este galán, que justifica la confianza que tienen en él como padrino: "Porque tengo dinero". Humor, fama, riqueza, además de una villa en Italia, sirven a Clooney para trabajar con éxito como nuevo mensajero de paz de la ONU. Tras los atentados del 11 de septiembre, Clooney promovió un programa especial de televisión que recaudó 30 millones de dólares para las víctimas de los atentados. Sin embargo, en 2003 fue llamado "traidor" por levantar su voz contra la invasión de Irak. Como dijo su padre, Nick Clooney, político y presentador de televisión, George está "en el lado correcto de la historia". Y está bien acompañado, porque a su lado se han colocado Brad Pitt, Matt Damon y Don Cheadle, actores que le acompañan en Not in Our Watch, fundación benéfica preocupada por mejorar la crítica situación de Darfur (Sudán), donde más de 450.000 personas han muerto por las guerras, el hambre y las enfermedades.

Tierra.> ¿Está la ecología entre sus preocupaciones?

George Clooney. Mucho. No soy mister ecología, pero me preocupa mucho y buena muestra es que tengo dos coches eléctricos y uno híbrido. Pero uno debe de escoger los temas a los que dirige su atención porque si te esparces mucho, tus esfuerzos se diluyen, y es más difícil que te tomen en serio. Prefiero dirigir algo que no tiene padrinos, y el medio ambiente ya los tiene.

T. Pero el medio ambiente corre graves peligros.

G.C. Cierto, pero quizá no soy el más indicado, porque tengo mi talón de Aquiles en el hecho de que viajo en aviones privados. Eso me coloca en una situación comprometida. Por el contrario, en Darfur puedo salir al quite de cualquier comentario porque he estado allí.

T. ¿Algún otro pecado que confesar? ¿Cuán verde es su hogar?

G.C. No tanto como debería, eso seguro. Nadie es tan bueno como debería de ser. Pero lo intento. De eso estén seguros. Especialmente, en lo que se refiere al consumo de carburante. Por ejemplo, suelo ir siempre en moto en Italia. Eso sí, no sería el primero en probar formas alternativas de energía en vuelo. (Risas).

T. ¿Es más fácil ser ecológico en Europa?

G.C. A juzgar por los 15 cubos de basura diferentes que tengo en mi villa italiana, no sé qué decirte. Pero lo cierto es que se consume menos que en Estados Unidos y se recicla más. Las cosas funcionan de forma más inteligente. Aquí me gustaría poder decir que Barack Obama [el senador y aspirante demócrata] ha dicho al estilo Kennedy que dentro de diez años no existirán los coches de combustión interna. Algo que, además de ayudar al medio ambiente, nos ayudaría a luchar contra el terrorismo, ya que no dependeríamos de la producción de petróleo. Pero de nuevo, me es muy difícil hablar como un portavoz medioambiental. Mi atención está puesta en Darfur.

P. ¿Cuándo nació su interés por las causas humanitarias?

G.C. Mis padres no se limitaron a enseñarme a leer. También me enseñaron a hacer preguntas y a cuestionar la autoridad. En la actualidad, me encuentro en esa envidiable situación de poder ayudar a aquellos que lo necesitan, ofrecerles una voz y disfruto con ello. Como suelo decir, si la fama es una tarjeta de crédito, yo pienso utilizarla.

T. ¿Por qué Darfur en concreto?

G.C. Cuando empezamos a hablar de la situación en Darfur, nadie había oído hablar de la zona. Un tema complicado como la mayoría de los conflictos. Por eso, quería verlo por mí mismo, y fui allí con mi padre. Ése es mi trabajo, ser el megáfono que da a conocer la situación. Porque la única salida es la información y si consigo que una mínima parte de la atención que yo atraigo se fije en estas zonas, ya he logrado mi cometido.

T. También logra objetivos materiales como los 9,3 millones de dólares que recaudó a favor de Darfur o el medio millón de dólares que entregó en marzo al World Food Program (Programa Mundial de la Alimentación) de la ONU.

G.C. Lo que queremos, Brad, Matt, Don, Jerry (Weintraub) y yo es proporcionarles helicópteros para poder distribuir comida y cubrir otras necesidades, algo que ningún país va a financiar y para lo que la ONU no tiene dinero. Nosotros conocemos a mucha gente con medios. ¿Qué mejor regalo por el día del padre que un centro de salud en el sur de Sudán donde apenas cuesta dinero, pero que atiende a 30.000 personas?

T. ¿En alguna ocasión su conciencia entra en conflicto con su carrera? ¿O con sus campañas publicitarias?

G.C. Uno siempre escoge las campañas que más te gustan o las que menos te avergüenzan. (Risas). Pero es complicado porque siempre hay lazos incómodos. Llegará el momento en que todos trabajaremos para siete compañías. Por ejemplo, este año los Juegos Olímpicos son en China, una superpotencia con su propia historia en temas de derechos humanos y en la venta de armas. Pero me parece excesivo boicotear los Juegos porque China haga negocios en Darfur. Es más importante mantener siempre una línea de comunicación abierta.

T. Suena como un político. ¿No es mejor cambiar de carrera?

G.C. En mi caso es mejor actuar desde fuera, sin tenerte que preocupar por los grupos de interés. Además, te digo la verdad, no sería muy buen político. No tengo ni una gota de paciencia para andar pactando.

T. ¿Cree que existe algún límite al activismo político de un actor?

G.C. Si empezamos a poner límites, ya sabemos dónde acabamos. Existen responsabilidades, eso sí, y si vas a hablar de algo, mejor que te informes bien. Pero no tanto porque vayas a hacer daño a la causa, sino más bien para no quedar como un estúpido.

George Clooney
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