Visitamos el taller de costura (real) de Velvet
El estilo años 50 inspira y triunfa en la televisión. Pero no solo la estética invade las producciones: también la industria de la moda, nacida en aquella época tal y como la conocemos hoy, sirve como hilo conductor y escenario.
Una enorme lámpara déco domina el hall de Galerías Velvet. Desprende una luz cálida que genera una atmósfera densa, de otra época. Con la seguridad que dan al caminar los tacones de más de seis centímetros, entra en escena doña Gloria (Natalia Millán). «Nosotras no estamos acostumbradas a llevar este tipo de calzado. Descubres rápido que, para andar de forma correcta, lo importante es pensar en la espalda, no en el zapato», confiesa la actriz.
A pocos metros se encuentra el set del taller de la serie que ha revolucionado la temporada televisiva y que, con la moda como una protagonista más, sigue la estela de títulos como El tiempo entre costuras, Masters of Sex o Mad Men. Allí, Ana Ribera (Paula Echevarría) bromea con Clara (Marta Hazas) cuando posan para la foto. «En el momento en que me visto de Clara entro en código de seducción», asegura Marta.
El universo de Velvet (Antena 3) se estructura alrededor de dos polos: la clase trabajadora, a la que pertenecen doña Blanca y sus empleadas, y los ricos, dueños de las galerías, y su entorno. «Aparentemente puede resultar más sencillo configurar las prendas de las trabajadoras, más sobrias. Sin embargo, encontrar el equilibrio de este estrato es más complicado. Sobre todo para el personaje de Ana (costurera interpretada por Paula Echevarría), porque hemos tenido que marcar claramente la diferencia social pero manteniendo el encanto», dice Helena Sanchís, directora de vestuario de la serie. En la época, las desigualdades entre clases se manifestaban también en los accesorios, de ahí su importancia. «La obrera usaba sombreros solo en las celebraciones, mientras que la alta lo hacía a diario», indica Lorena Delgado, experta del Museo del Traje.
Los diseños de mediados de siglo pasado, como los del creador Charles James (al que este año dedica su gala el MET), configuran el moodboard.
Pablo Zamora
Entre las protagonistas adineradas está Cristina (Manuela Velasco), cuyos vestidos se inspiran en el New Look de Dior (cintura marcada y volumen en la falda). «Otros evocan los trapecios y formas de Balenciaga. Hemos retratado aquella moda, pero sin reproducir a nadie en concreto», comenta Helena.
¿Qué tendrán las series situadas en los años 50 y 60 que siempre enganchan? Según Carles Feixa, profesor de Antropología Social de la Universidad de Lleida, «hay varios motivos, uno de ellos es que fue cuando emergió la sociedad de consumo y la industria de la moda tal y como la entendemos hoy». Sin embargo, Velvet no reproduce la situación particular que se vivía en España. «Había unas diferencias sociales tremendas. La clase pudiente era mucho más rígida y convencional porque el peso de la Iglesia era fortísimo», cuenta Helena.
La atmósfera parisina, más sofisticada que la de un país que cerraba una etapa de autarquía, se respira en cada capítulo. Se trata un contexto en el que la función esencial de la moda era favorecer a la mujer. Al igual que el maquillaje y la peluquería. «Para la caracterización y para marcar la escala social, hemos mezclado la elegancia de la época dorada de Hollywood con fotos familiares y de la calle», añade Belén López Puigcervé, directora de peluquería. Una idea que su hermana Ana ha completado con el maquillaje: «Lo fundamental es destacar cejas, pestañas y labios, siempre en rojo. En aquellos momentos nadie salía con la cara lavada, eso era igual a ir desaliñada».
Helena Sanchís, directora de vestuario de Velvet: «Hitchcock ha sido una de mis fuentes de inspiración».
Pablo Zamora
Vestuario con solera. Muchas de las piezas que aparecen son de la época, aunque más de 120 se confeccionaron para la ocasión en la Sastrería Cornejo de Madrid. «Para crearlas se han desmontado vestidos originales con los que hemos comprobado cómo se cortaban las prendas de entonces, de forma más artesanal. Actualmente no se trabajan esos patrones tan minuciosos», cuenta Humberto Cornejo, biznieto del fundador.
Algunos de los trajes provienen de armarios de actores y personajes conocidos, que cuando dejaron de usarlos los vendieron. «Los hay, incluso, que han aparecido en películas francesas de finales de los 50», añade Cornejo, quien se resiste a dar el nombre de las cintas. Y otros se han conseguido en Londres, sobre todo los sombreros y bolsos vintage. Los guantes también. «Las mujeres siempre llevaban un par», dice Manuela Velasco, quien ha preparado la forma de comportarse de su personaje a partir del libro sobre Audrey Hepburn, Audrey in Rome, de Luca Dotti. «Incluso los ademanes de estas mujeres eran diferentes. Sujetaban los complementos con las manos ligeramente hacia fuera, dejaban un guante suspendido… En la actualidad, asociamos este comportamiento con el glamour, pero antes era lo normal», continúa. S Moda lo comprobó in situ, cuando Miriam Giovanelli posaba para la foto con un bolso colgando de un brazo en jarra y, desde el departamento de vestuario, corrigieron su postura: «Cuidado, así no se cogía en la época».
Pablo Zamora
Todo el armario de la producción mantiene coherencia visual. «Aunque en este periodo existían muchos colores puros, hemos empleado una gama de empolvados para que la imagen global sea relajada. Los estampados, tan característicos de esta etapa, están limitados, ya que hay muchos personajes y podrían generar confusión», asegura Sanchís.
Una de las claves para dar realismo al vestuario ha sido la lencería. Las actrices van vestidas desde el interior: fajas, sujetadores en pico y ligueros para sujetar las medias. «Hemos reproducido originales, con la ropa interior actual no funcionaban los trajes», añade Humberto. Algo que ha ayudado a las actrices a meterse en el papel. «La faja me obliga a tener una postura muy rígida, y eso a doña Blanca le viene muy bien», comenta Aitana Sánchez-Gijón, jefa del taller de costura en la serie.
En lo que todas las intérpretes coinciden es en que esta moda favorece. Pero según cuenta Natalia Millán: «Aunque el primer día piensas “qué pena no vestir así”, a la semana agradeces poder ir en zapatillas y vaqueros». Y es que como dice la directora de vestuario: «Colocarnos la pestaña postiza y el tacón a las seis de la mañana no es práctico hoy en día».
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