Un sastre al borde de la ruina que trata de subsistir como modisto ambulante por las calles de Atenas: la conmovedora historia de ‘Tailor’

La fascinación de Sonia Liza Kenterman por el cine comenzó cuando apenas tenía 13 años y era incapaz de disimular la curiosidad por saber qué contenían las decenas de cajas de vídeo VHS que decoraban las estanterías del salón de su casa familiar. Seducida únicamente por la belleza de su carátula, una tarde reprodujo la cinta de Tres colores: Azul, de Kieslowski, y su vida cambió para siempre. “No sé si entendía mucho de lo que estaba pasando, pero era la cosa más mágica que había visto”, explica. Ahora, aquella joven que hizo de la magia su profesión, acaba de estrenar en nuestro país su ópera prima, Tailor (El sastre), una tragicomedia sobre la supervivencia personal y profesional con la crisis económica griega como contexto y el mundo de la moda como escenario.

El filme cuenta la historia de reinvención de Nikos, un sastre al borde de la ruina que trata de subsistir como modisto ambulante por las calles de Atenas, con una precaria furgoneta como taller improvisado. Un adulto con alma de niño inspirado en la tradición de los Buster Keaton o Jacques Tati, introvertido e inadaptado, que no hace sino canalizar el anacronismo de un oficio en peligro de extinción. “Elegimos un sastre como protagonista porque la inversión de tiempo y de atención al detalle que debe realizar se ha quedado anticuada en el mundo moderno. En cada puntada necesita estar solo, en silencio y concentrado, y la sociedad va a un ritmo mucho más rápido”, reconoce la responsable de la película, seleccionada en decenas de festivales a lo largo del mundo.

Una producción que no solo está dirigida y escrita por mujeres (Tracy Sunderland es la coguionista), sino que también cuenta con cuatro mujeres como productoras. Un hito del que se enorgullece su directora, que corrobora que gracias al apoyo ofrecido por ellas consiguió evitar “los momentos de fragilidad” en su primera oportunidad al frente de un largometraje. “Me considero muy afortunada porque he visto a otras compañeras tener que luchar mucho por sí mismas. A veces me pregunto por qué seguimos obligando a las mujeres a tener que demostrar su valía en una sociedad que ya se ha evidenciado que está desequilibrada y defectuosa”.

La cineasta considera que pertenece a una generación “traumada” por una crisis económica que, en Grecia, al igual que en España, sigue dejando notar sus secuelas. “A los que nos convertimos en adultos durante la crisis nos arrebataron la posibilidad de soñar. Daba igual lo mucho que lucháramos, los límites estaban claros. Lo más terrible es que el optimismo ahora no parece una opción, y eso es muy peligroso”, añade. De la misma forma que Nikos se aferra a la aguja y al hilo para salvar su oficio, en palabras de la ateniense solo “el arte y la creatividad” puede hacernos derrumbar de una vez por todas los muros levantados por la crisis financiera.

El estreno ahora de Tailor supone también una nueva prueba de que el mundo de la moda se ha convertido en uno de los manantiales creativos más aprovechados en la actualidad por el cine y la televisión. Las recientes La casa Gucci, El hilo invisible, Halston y El asesinato de Gianni Versace se verán acompañadas en los próximos meses por adaptaciones de la obra y milagros de mitos como Coco Chanel, Christian Dior o Cristóbal Balenciaga. En el caso de Kenterman, su pasión por esta industria también arranca desde la niñez, recortando, como tantas otras contemporáneas, sus prendas favoritas de las revistas de moda para hacer collages con ellas. En el filme, la moda se erige en una suerte de clavo ardiendo para que los personajes mantengan firme su dignidad sin importar lo muy vapuleados que estén por una realidad de extrema necesidad. “El poder de la moda se basa en que es un manifiesto artístico que realizamos de manera rutinaria. Todos los días elegimos cómo nos vestimos, y esa una declaración personal sobre cómo nos presentamos a la sociedad y al mundo”.

Cuestionada a este respecto, la ateniense tiene claro qué gran epopeya o hagiografía de la industria de la moda le gustaría adaptar a la gran pantalla. “Me encantaría hacer una película sobre Alexander McQueen”, sostiene, confesando su embelesamiento por el documental estrenado en 2018 sobre el diseñador y que Kenterman acudió a ver durante uno de los descansos del rodaje de su ópera prima. “El viaje personal y profesional que siguió fue extraordinario. Venía de la familia más humilde y tenía la educación más básica que puedas imaginar, y creó todo su mundo en su propia cabeza”, concluye, atreviéndose a esbozar ya el gran conflicto dramático de su hipotética aproximación a la figura del británico. “Su historia es la más trágica porque la fuente de su arte procedía de su madre. Por eso se suicidó, porque no podía soportar tener que continuar su carrera sin ella”, explica sobre el triste final del modisto británico solo unos días después del fallecimiento de su progenitora. “Habrá que buscar financiación…”, añade la realizadora esbozando una sonrisa.