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Se busca niño para subir audiencia

Su espontaneidad y frescura convierten a los menores en imanes del éxito en televisión. Los expertos analizan las posibles causas y consecuencias.

Se busca niño para subir audiencia

Viene a ser casi una norma no escrita en televisión que los niños enganchan. Esta es una ‘verdad’ no exenta de polémica, que se ve aumentada si hablamos de formatos de competición. Pero lo cierto es que, si en un primer momento nadie esperaba el tremendo éxito de los concursos MasterChef (TVE) y La Voz (Telecinco), no puede decirse que haya sorprendido a nadie la forma en que arrasan sus ‘hermanos pequeños’. La versión infantil del programa de cocina de la cadena pública tuvo una media de 3,5 millones de espectadores cuando se emitieron sus únicos cuatro capítulos las pasadas navidades –llegó a alcanzar los 4,4 en la final y arrasó en redes sociales, donde lideró el share cada noche, con más del 80%–. Este año ya se han apuntado al casting más de 5.000 niños, el doble de candidatos que en la anterior edición.

Por su parte, el reality de minicantantes –cuyas próximas pruebas comenzarán en otoño– se convirtió en el programa de entretenimiento más visto desde 2012 en Telecinco y superó la media de espectadores de la cadena en más del doble (con 5.156.000). Alcanzó 7.534.000 en la semifinal.

La presencia de niños en televisión no es un fenómeno nuevo (Menudas estrellas o Juego de niños son algunos referentes), pero sí habitualmente reservado a fechas concretas: «Son clásicos en Navidad y resurgen cuando se dan las condiciones sociales propicias: en un contexto de crisis triunfan más los formatos familiares», apunta Charo Sádaba, experta en marketing y doctora en Comunicación por la Universidad de Navarra. «Bajo la perspectiva de un análisis sociológico, es muy interesante el éxito de estos programas –apunta–. En una sociedad donde la corrección política se impone y en algunos ámbitos es casi una dictadura, nos apasiona el discurso de unos niños, que dicen lo que quieren. Es muy liberador y la televisión sabe explotarlo».

Sin filtros. Sádaba ha moderado una mesa redonda en el último festival de publicidad y comunicación infantil El Chupete, donde se suscitó un debate interesante: «En realidad, programas como El Hormiguero o La Voz Kids no son para niños. Para empezar, se emiten en prime time, es decir, de noche». Y reflexiona: «Puede sonar muy fuerte, pero estos contenidos generan adicción. Los pequeños tienen esa autenticidad, espontaneidad y naturalidad que los adultos envidiamos. Y luego está la ternura. Ahí vemos una promesa, un potencial. En este mundo cínico aún somos capaces de apreciar eso. Transmiten un mensaje de esperanza».

Mario Palacios con su trofeo de MasterChef Junior.

Graciela Padilla, profesora de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y especialista en ficción y realidad televisiva, coincide con la idea de lo cíclico. «En épocas de recesión económica –explica– aparecen series y concursos que recuperan esquemas de los años cincuenta y sesenta (Ahora caigo, Atrapa un millón…). Los de niños satisfacen las necesidades de evasión, pero desde el punto de vista cognitivo son lo más básico: requieren muy poco esfuerzo y una mínima reacción mental». En esta zona de confort, el espectador se siente seguro soñando con aquello que fue y ya no puede ser.

Más allá de lo sesudo o no de la propuesta, está el controvertido uso mediático de la infancia «al servicio de una programación que depende de los índices de la audiencia», como apunta José Beltrán, experto en sociología de la educación de la Universidad de Valencia.

«Cuando un programa ha tenido éxito –dice Beltrán–, a menudo se busca prolongarlo con el mismo formato pero con otro perfil de concursantes; menores». Patrizia Gea, consultora de marketing emocional en La Escuela de La Buena Suerte, lo explica así: «Los niños apelan a las emociones, por lo que siempre la publicidad y la tele los han ‘utilizado’ para crear vínculos con el espectador-comprador. Esto fideliza al público porque le hace sentir bien».

A nadie se le escapa que los programas de televisión no tienen fines altruistas. «Despertando emociones saben que pueden ganar espectadores, pero eso no quiere decir que hagan necesariamente un mal uso de ello», argumenta Gea. Entre sus facetas más criticables, la tensión que pueden sufrir los participantes en los castings. «Es el proceso más peliagudo de todos», revela Mariam Grande, directora de La Lunares Casting, que cuenta entre sus trabajos la selección de reparto infantil para campañas publicitarias (Coca-Cola, Aquarius, El Corte Inglés, Dodot…) o películas como el cortometraje sobre niños soldado Aquel no era yo, ganador del Goya 2013 y nominado al Oscar 2014. «Cuando ya están seleccionados se relajan y suele salir lo mejor de cada uno. Entonces surge la magia».

Camiseta de Kenzo, jeans de Armani Junior y botas de charol de Benetton.

Raúl Ruz

«Lo importante –sugiere– es hacerles sentir que todo es un juego. Por supuesto, los padres cumplen un papel crucial, tanto en la educación como en la lucha por ser actores o cantantes, si es el caso. Yo espero que mis hijos nunca quieran dedicarse a eso», apostilla entre risas.

Sin embargo, tanto La Voz Kids como MasterChef Junior han marcado tendencia en este sentido. Ni superdotados, ni ‘monstruitos’. Estos programas se centran en las (excepcionales, eso sí) habilidades de chavales corrientes. «Nada de niños prodigio», dice tajante Carmen Ferreiro, directora de programas de entretenimiento de Atresmedia Televisión, que prepara para este otoño una versión infantil del show de imitaciones Tu cara me suena. «Buscamos niños desinhibidos, expresivos, simpáticos y, claro está, a los que les guste cantar e imitar». En La Voz Kids solo importa eso, la voz. Así lo aseguran tras su éxito desde la productora, Boomerang TV: «No se pregunta nada personal en el casting, ni se los elige por su carácter», asegura Susana Pérez, productora ejecutiva. Macarena Rey, CEO de Shine Iberia y productora ejecutiva del concurso de cocina más seguido de España, subraya este aspecto. «Seleccionamos a niños que sepan cocinar, así de simple. Si no saben cortar o calcular los tiempos de cocción, no pasan», aclara Rey, quien asegura, además, que los pequeños llevan muy bien la presión. Pero, ¿qué pasa con los inevitables disgustos que se llevan? «Es horrible –reconoce–, yo hasta he llorado… Por eso les damos regalos».

Todos coinciden en que no hay fórmulas infalibles en televisión, pero si las cadenas apuestan por los pequeños no es porque sea más sencillo, ni más barato: «Por ley pueden grabar menos horas y siempre acompañados de adultos», comenta Macarena. «Son formatos complicados –corrobora Pérez–. En nuestro caso, el niño canta en directo, sólo con una banda… Pero hemos tenido muchos menos problemas de lo que pensábamos. La ventaja es que evolucionan mucho en muy poco tiempo, lo cogen todo a la primera y son disciplinados, aunque sorprenda. Y si la gente supiera cómo se hacen los programas, no pondría peros», remata Susana, quien está convencida de que los participantes lo viven «como un juego maravilloso».

En pos de que no les resulte traumático, cuenta que, por ejemplo, se les hace competir por tríos y no por dúos, para que se elimine a dos en vez de a uno solo. «Así es más llevadero», asegura. Cuando se le pregunta por un posible exceso de emotividad, Pérez duda: «Quizá, pero cada niño es un mundo –responde finalmente–. Algunos lloran al perder, sí, pero luego se van tan contentos. Recuerdo que una niña dijo: ‘Yo quiero vivir en La Voz Kids’», se ríe. «Cuando ven a Jesús Vázquez, a Malú… ¡Son sus ídolos! Con estar allí para ellos es suficiente».

María Parrado ganó con 12 años La Voz Kids.

Claroscuros. Suficiente o no, es innegable que se convierten en piezas de un mecanismo destinado a generar beneficios. «Tendemos a criticarlo pero lo que deberíamos hacer es explicarlo», comenta Victoria Tur, investigadora principal del grupo Comunicación e Infancia de la Universidad de Alicante. «Ayudarles a que sean críticos y elijan con responsabilidad. No se les puede aislar de la sociedad que les ha tocado vivir, de corte consumista claro. Ellos han crecido en un mundo donde todo tiene premio».

No hay duda de que los niños lo perciben a su manera: «Desde muy pronto han vivido las redes sociales, donde existe una competencia por la reputación. Entienden que la televisión proyecta esa popularidad, socialmente bien vista, y pertenecen a una generación en la que el concepto de privacidad e intimidad se ha distorsionado. Pero sí se les debe hacer reflexionar, en casa, en el colegio, sobre las posibles consecuencias: hasta qué punto se puede vivir de un momento de éxito puntual, o en qué medida es conveniente relegar los estudios. Incluso cómo la popularidad por sí misma puede llegar a convertirse en una razón de vida para algunos», matiza Victoria.

Para esta experta, el caso de MasterChef Junior es «realmente interesante, porque fomenta la autonomía de los niños, la dieta sana…». Una cara menos amable, piensa, asoma en otros casos: «Programas como La Voz Kids quizá contribuyan a esa generalización del acceso al éxito de forma fácil que empezó con Gran Hermano», comenta. Además hay dos problemas que pueden surgir, no necesariamente en todos los casos, y que también generan debate. Los apunta Hugo Aznar, experto en ética y profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia: «El primero, la posible explotación por parte de unos padres en busca del interés económico y, en segundo lugar, el que, al ser inmaduros, los participantes no tienen capacidad de gestionar la fama, lo cual afecta a su desarrollo». Asiente Miguel García Sáiz, profesor del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid, que se refiere al riesgo de «una excesiva presión por crecer rápido, hacer ‘cosas de adultos’ que no entienden aún, posible frustración si su entorno insiste en ver cualidades que luego no están…».

Vestido de estrellas de Asos y zapatillas de New Balance.

Raúl Ruz

¿Y qué piensan los espectadores niños de los concursantes de su misma edad? ¿Es bueno que se identifiquen con ellos? «No es malo en sí mismo que vean a otros niños de su edad en la tele –dice Aznar–, siempre y cuando haya una representación lo más plural posible». Coincide Miguel García Sáiz: «Pero hay que tener en cuenta que se pueden confirmar o desarrollar estereotipos sobre la infancia, sobre determinados grupos sociales o étnicos (representados habitualmente por el mismo tipo de menor y actividad: por ejemplo, la niña gitana bailando), que pueden ser favorables por su normalización, o, al revés, conllevar prejuicio».

¿Inocencia interrumpida? Los expertos se pronuncian sobre el fenómeno pero, ¿qué piensan sus protagonistas? «Me gusta cantar, pero no sé si me gusta todo lo que conlleva», dice María Parrado, ganadora de la primera edición de La Voz Kids. Su madre, Mariló, dice que la niña «no puede verse en la televisión, porque se saca muchos fallos». La madurez con que se expresa a los 13 años –como cuando destaca la importancia de formarse porque quizá lo de cantar no dure siempre– contrasta con gestos como el de poner morritos porque no le agrada el estilismo de esta sesión. Parecida dualidad se aprecia en Mario Palacios, de su misma edad, aunque en este caso el haber ganado la primera edición de MasterChef Junior no ha trastocado su vida. Sigue cocinando, pero piensa estudiar alguna ingeniería y solo participa en eventos que no interfieran en su rutina. «Nos sorprende que a veces tenga más respuestas que nosotros», dice de él su madre.

Más ha cambiado la vida de su compañero Aimar San Miguel. El desparpajo de este vizcaíno de nueve años le convirtió en una de las sensaciones del concurso. Hoy ya tiene un programa sobre cocina saludable en Disney Channel y prepara otros proyectos para esta temporada. Se pone formal al contestar sobre si es o no un fastidio la fama: «Me gusta todo, pero algunas cosas, al fin y al cabo, hacen que te canses un poco». Sobre los disgustos que pueda acarrearle la popularidad, su padre, Juan Carlos, no duda: «Son parte de la vida. Aprovechamos lo enriquecedor de la experiencia y le transmitimos que la gente le ha cogido cariño y que él tiene que devolver parte».

La ‘hornada’ de La Voz Kids se muestra menos espontánea en las distancias cortas, si bien es cierto que ya no son tan niños. Eva Ruiz (16 años) prepara disco con Warner y a Carlos Weinberg (16 años) le ha fichado Universal. Desarma la actitud de Salma Díaz. Con 12 años, actúa, dibuja, desfila… y habla con cierta precocidad. Sobre el éxito de estos programas, dice: «La juventud marca tendencia». Ahí queda eso.

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