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Ruinas, reinos abandonados convertidos en poesía y denuncia

Los artistas que retratan espacios olvidados interrogan al público sobre el sueño (¿roto?) del progreso.

Ruinas, los reinos abandonados
Xavier Nuez

Encontrar belleza en las cosas más grotescas es un don». Lo escribió en 2010 el artista oculto tras el seudónimo Seph Lawless. Y la expresión se ha convertido en un lema para la comunidad de los llamados exploradores urbanos, que han desarrollado al abrigo de las redes sociales su afán documentador de espacios abandonados. Este artivist –como él se define, combinando las palabras artista y activista en inglés– empezó a abordar esta temática tras los ataques terroristas de 2001. «Quería documentar un lado diferente de Estados Unidos. Uno vulnerable», recuerda.

Ahora autopublica el libro Pearls Before Swine, dedicado a las iglesias abandonadas, de idéntico carácter revulsivo que sus dos trabajos anteriores: Autopsy of America, que recogía instantáneas de ruinas estadounidenses actuales, y Black Friday: the Collapse of the American Shopping Mall, un reflejo de la decadencia del sistema a través de mastodónticos centros comerciales relegados al olvido, denuncia que se volvió viral y alcanzó los 26 millones de visitas en todo el mundo.

Centro comercial abandonado en Canton (Ohio).

Seph Lawless

«Utilizo el alcance global de las redes sociales –en Instagram cuenta con más de 100.000 seguidores– para mostrar al mundo la realidad de lo que ocurre en mi país. América está muy debilitada y se desmorona lentamente hacia su desaparición», explica.

A la fascinación (algo voyeurista) por la fotografía de restos de edificios, especialmente industriales, se han referido algunos medios de comunicación como ruin porn. Entre los referentes hay nombres como el de los franceses Yves Marchand y Romain Meffre. En 2011 publicaron The Ruins of Detroit, que retrata la desoladora situación de una de las mayores ciudades norteamericanas, declarada en bancarrota y aún hoy a la deriva. O el del estadounidense Matthew Christopher, que empezó fotografiando psiquiátricos abandonados para dejar constancia del declive del sistema hospitalario. Su proyecto Abandoned America (abandonedamerica.us) muestra cientos de construcciones semiderruidas, tiene casi 77.000 seguidores en Facebook y en noviembre verá la luz en forma de libro.

Vivienda de la colonia obrera de Algodor, en Madrid. «Me interesa la ruina como crítica a la civilización y al poder devastador del ser humano, como recordatorio de su vanidad y fracaso ante el tiempo y el entorno», dice Óscar Carrasco.

Óscar Carrasco

Arte reivindicativo. Admirador de otros artivistas como Banksy, Lawless lamenta que algunos de estos trabajos englobados en la moda del ruin porn sean «fríos y desconectados, sin pasión ni mensaje». Otra detractora del vocablo, por lo que implica de moda estética pasajera, es Esperanza Marrodán, Doctor Arquitecto y experta en el tema: «La idea de la ruina ha sido analizada exhaustivamente por la filosofía –argumenta–. Hay textos maravillosos sobre lo que supone para el hombre la aproximación a ese abandono, desde Georg Simmel hasta María Zambrano o Rafael Argullol, pasando por John Ruskin. A través de la contemplación de los restos el hombre se enfrenta a sí mismo, a sus límites. La fotografía rastrea esos espacios y los ofrece al espectador, que podrá dejarse llevar por la nostalgia o hacer un viaje más introspectivo».

Su atracción por adentrarse clandestinamente en lugares abandonados llevó a Óscar Carrasco, barcelonés afincado en Algeciras, a visitar durante tres años la clausurada cárcel de Carabanchel. «Su decadencia me dejó una huella imborrable, ver cómo se desfiguraba pero resistía tenaz ante el paso del tiempo». Para él, «las ruinas de hoy son a menudo víctimas de un capitalismo salvaje que acumula excedentes y que ha ido transformando el entorno sin escrúpulos, fomentando el desarraigo y la disipación de la memoria colectiva». Partidario de la experiencia estética «como vehículo emocional para reactivar una mirada anestesiada en una era de sobreinformación», viajó por Europa en busca de esos «sitios que nos despiertan del sueño de progreso». Su labor culmina con la muestra itineranteMadrid off, que se inauguró hace unos meses en la capital.

Esta obra invita a cuestionarse sobre el aquí y ahora. Arriba, restos del dominicano Teatro Agua y Luz (1955 ).

Fausto Fontana

Por su parte, Xavier Nuez –a cuya serie Callejones y ruinas, que comenzó en 1991 y continúa en la actualidad, se refirió The New York Times como «una obra maestra»– encuentra algo de consuelo en esas deconstrucciones. «Son un oasis donde escapar del estrés de la gran ciudad, a la vez que encierran cierto peligro», dice este autodidacta de ascendencia española, que nació en Montreal y vive en Chicago. Sus paisajes nocturnos con iluminación y filtros de colores añadidos para crear una «versión de fantasía» requieren que se mantenga en un mismo lugar hasta cinco horas, lo que le ocasiona algunos problemas con las pandillas. ¿Su objetivo? «Dignificar lo que ha sido rechazado y revelar la belleza oculta en callejones y ruinas», algo que le ayuda a desviar parte de sus miedos, como el de llegar a ser un sin hogar.

En el caso de Iñaki Bergera, arquitecto y fotógrafo de Vitoria, la decisión de retratar los despojos no fue premeditada. La idea de inmortalizar gasolineras abandonadas de la Ruta 66, Twentysix Abandoned Gasoline Stations, surgió espontáneamente como un homenaje al trabajo del artista Ed Ruscha (Twentysix Gasoline Stations), y Bergera la presenta como una oportunidad para la transformación futura, que hace mención a «un fallo del sistema».

El proyecto de Iñaki Bergara sobre gasolineras abandonadas se expone en el Festival Internacional SCAN de Tarragona en octubre.

Iñaki Bergara

Absorber la modernidad. La ruina industrial es casi un hilo conductor este año en la Bienal de Arquitectura de Venecia, que se propone reivindicar la historia y contar cómo en los últimos 100 años las construcciones se han ido globalizando. Los 66 países participantes se han visto conminados a explorar el concepto «absorbiendo la modernidad». Como resultado, han surgido trabajos fotográficos como el del Pabellón de República Dominicana, en el que el arquitecto Gabriel de Jesús Castillo ha documentado espacios en desuso «sin ninguna razón».

Otro autor, Fausto Fontana, presenta «despojos arquitectónicos surgidos en el flujo de las mareas que definen a una civilización sacudida por abruptos y dramáticos cambios tecnológicos, políticos, sociales y económicos». Él integra personajes en la cotidianidad de estos lugares y alude a «la ruina dentro de la ruina: sitios repoblados por excluidos y marginados, a quienes la sociedad da la espalda igual que lo hace la urbe. Justo de ese crisol salen todos estos fantasmas».

El emblemático Mercado Modelo (1942) de Santo Domingo, visto por el fotógrafo y arquitecto.

Gabriel de Jesús Castillo

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