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¿Qué tienen en común la ONU y este bolso?

01. Establecen las reglas de juego del futuro de la moda. 02. Luchan por convertir el sector en una industria más ética. 03. Tienen poder para transformar un país.

Moda ética

Entrar en las Naciones Unidas para hablar de moda. Podría parecer el lugar equivocado. Pero no lo es. En Ginebra, en los despachos del Centro de Comercio Internacional (ITC por sus siglas en inglés), organismo conjunto de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), se mueven los hilos del futuro de esta industria. «La moda ética es una realidad», defiende Simone Cipriani, director de la Iniciativa Moda Ética del ITC. «De hecho, estoy convencido de que dentro de 20 años la moda será ética o desaparecerá». Antes de presentar su piloto a las Naciones Unidas, el italiano estudió Desarrollo Internacional, trabajó con zapateros en la Toscana, colaboró con artesanos de la India, Vietnam y Bangladesh, y ayudó a fundar la primera firma de lujo de Etiopía, Taytu. Ahora, junto a la española Arancha González, nueva directora ejecutiva del ITC desde el 1 de septiembre, sienta las bases para la expansión global de la iniciativa. Su idea: conectar a los artesanos de África, Haití y otras regiones marginadas del hemisferio sur con las cadenas de valor mundiales de la industria textil. No es caridad. Estamos hablando de negocio. De un negocio lucrativo que, a diferencia de otros, beneficia a todos.

¿Qué tienen en común la ONU y la industria de la moda?

Arancha González: Empleo decente, el apoderamiento de las mujeres, la reducción de la pobreza, la preservación de tradiciones artesanales milenarias… Eso es lo que hay detrás del glamour, detrás de las pasarelas y detrás de los focos. Además de una gran creatividad. Eso es la moda ética. Y eso es también las Naciones Unidas.

¿Es la moda una buena herramienta para el desarrollo?

A. G.: Es muy importante porque es efectiva y eficiente. Porque tiene mucha visibilidad. Y lo que tiene repercusión tiene también un gran poder de transformar la realidad. Y ese es nuestro objetivo: cambiar la realidad sobre el terreno.

De hecho, creo que es tan efectiva que ha obtenido mejores resultados que cualquier otro programa de desarrollo, ¿cuál es el problema de otros proyectos solidarios?

A. G.: Que solo contemplan uno de los dos elementos imprescindibles. El punto de partida debe ser siempre (1) la capacitación de la gente local y (2) una perspectiva a largo plazo. Todas las iniciativas de ayuda al desarrollo que no cumplan estos requisitos están abocadas al fracaso. Incluso las que los tienen en cuenta se encuentran con dificultades.

Simone Cipriani: La moda ética resulta increíblemente atractiva. A los consumidores les fascina. Por eso es una herramienta tan poderosa para comunicar programas de desarrollo. ¡La moda es muy poderosa! Y cuando tienes a los consumidores de tu parte, también puedes presionar a los compradores, que son las grandes casa de moda –que establecen las normas de juego de la industria– para que se comporten de una manera más ética. Detrás, por ejemplo, de los bolsos que manufactura Vivienne Westwood en Nairobi, hay una historia tan importante como el producto. Si antes un diseño hablaba de lujo y exclusividad, hoy los accesorios hablan de desarrollo social. 

Jardines del Palacio de las Naciones Unidas de Ginebra.

Germán Saiz

Es maravilloso oír al circuito fashion hablar en estos términos. Pero ¿de verdad existe? ¿No es una utopía?

S. C.: Existe. Sobre todo después del calentamiento global y el efecto invernadero. Se trata de hablar de un nuevo modelo de comercio, más responsable. Hace 15 años nadie imaginaba que habría coches híbridos. Ahora están por todas partes. La gente está cambiando. Y el reciente derrumbe de una fábrica de Bangladesh ha sido un punto de inflexión para todos; se ha convertido en un gran motivador.

A.G.: La pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué es ético? Lo es que las condiciones laborales sean dignas, que los sueldos de las mujeres no sean inferiores a los de los hombres, que todos los trabajadores cobren, que una mujer pase de ganar menos de un dólar a cuatro o siete. No se puede pensar en ética desde una perspectiva unidimensional.

S.C..: Porque mucha gente se confunde y cree que bajo esta etiqueta se engloban solo las colecciones orgánicas. Y es mucho más que eso.

¿Es difícil convencer a las grandes firmas para que utilicen proveedores africanos?

S.C.: En absoluto. Porque les ofrecemos la posibilidad de confeccionar diseños preciosos con artesanos increíbles. Lo difícil es trabajar sobre el terreno para crear la infraestructura. 

La española Arancha González, directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacional desde el 1 de septiembre, con bolso de Westwood.

Germán Saiz

Abierta, en el suelo de su despacho, hay una maleta pequeña. Al día siguiente, Simone Cipriani coge de nuevo un avión. Esta vez para asistir a la semana de la moda de Lagos. Para él, Ginebra es solo una escala burocrática entre Londres y Nairobi, donde están las muestras de los productos que desarrollan. Su auténtica oficina está sobre el terreno, en zonas pobres de Kenia o Burkina Faso, donde firmas como Stella Jean, Vivienne Westwood o el diseñador de Ghana Duro Olowu compran los tejidos de sus colecciones. «Si trabajamos juntos podemos conseguir que África (o Haití) sean la nueva Italia», le dijo Hirofumi Kurino, cofundador y consejero creativo del grupo japonés United Arrows, el día que se conocieron. «Ambos compartimos la misma visión de la moda», confirma a S Moda Kurino. «Cuando visitas los talleres en África entiendes la importancia que tienen las personas que crean un producto. Tenemos que contribuir a la conservación de su artesanía. Si no lo hacemos, nos convertiremos en cifras. Sería el suicidio de la moda (como antiguo creador de valor)», afirma. «Necesitamos dotarla de significado».

El lema del ITC lo deja claro: «No es caridad, es trabajo».

S. C.: Es un diálogo. Un intercambio de ideas. Como defiende Kurino, «África podría ser la nueva Italia». No hace mucho, Italia era un país de pequeños artesanos trabajando para las grandes casas. Y ese es precisamente el modelo que estamos implantando en el continente negro. En este sector existen polos creativos: París, Nueva York, Italia, Asia… Y polos de manufacturación: Asia, para la producción en masa; Europa, para la máxima calidad… Y ahora hemos introducido un nuevo polo: África, para la artesanía.

Y así derrocar al modelo asiático.

S.C.: Exacto. Que la moda vuelva a sus orígenes.

¿Cuál es el siguiente paso del proceso?

A.G.: Expandir el proyecto a otras regiones pobres o conflictivas. India, Pakistán, Palestina o Bolivia. En estas zonas existen tradiciones milenarias, ya sea en seda, bordados, alpaca, lana… s. c.: ¡La industria de la moda necesita artesanos!

Es también el camino que han decidido tomar jóvenes talentos como Stella Jean o Piece d’Anarchive… ¿Es una reacción a la sociedad de consumo y el modelo asiático?

S.C.: Sin duda. Pero el mercado también necesita la producción asiática. ¡Tienes que vestir a las masas! Es un segmento que siempre estará ahí. Lo importante es que tanto el mercado del lujo como el sector de la pronto moda apliquen un modelo responsable. Es la única salida. 

Simone Cipriani, director de Iniciativa Moda Ética, del Centro de Comercio Internacional (organismo conjunto de la Organización Mundial de Comercio y Naciones Unidas), en su oficina en Ginebra.

Germán Saiz

¿Creen que la pronto moda puede llegar a ser ética? 

S.C.: Es una pregunta difícil. Y tengo mis dudas. Hay grandes compañías que cumplen todas las normativas. Pero no es fácil. Es complicado ser bueno, incluso para un cura. 

A.G.: Es una cuestión de dinero. Estamos hablando de conseguir beneficios. Tanto en un sector como en el otro. Para los que tienen márgenes más amplios, es fácil. Para los que tienen márgenes más ajustados, la cosa se complica. Pero, sinceramente, estamos mejorando. Hace 15 años, las condiciones laborales en Bangladesh eran mucho peores. Las mujeres eran indigentes sin derecho a trabajar. O quizá las condiciones no sean las óptimas, pero tienen un sueldo, pueden pagar la educación y la vacunación de sus hijos. 

¿De verdad creen que la moda puede transformar un país?

A. G.: Absolutamente.

Han conseguido que artesanos de todo el mundo (antes olvidados) entren en la cadena de producción. Pero ¿veremos algún día diseñadores del hemisferio sur trabajando con proveedores locales y triunfando en el norte?

S. C.: Estamos promocionando a diseñadores africanos. En realidad, hemos empezado hace muy poco tiempo. Pero ya tenemos dos firmas de Ghana vendiendo sus propias creaciones en tiendas tan prestigiosas como Biffi (en Milán).

A. G.: Somos un ejemplo vivo de que las Naciones Unidas no son solo burocracia e ineficiencia. Somos un ejemplo vivo de que los fondos que se recaudan solidariamente sí dan resultados sobre el terreno.

S. C.: ¿Un sueño personal? Implicar también a Hermès.

Una artesana borda el logo de Vivienne Westwood a mano en Burkina Faso.

Bolso Noemi, de Stella McCartney, creado a mano por una comunidad desfavorecida de mujeres de Kenia.

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