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El pujante negocio de ser doble de una Kardashian en Instagram

Porque no hace falta ser hija de Kris Jenner para forrarse a costa del apellido más rentable de la red.

Ser una Kardashian es un negocio redondo. Tanto que en realidad ni si quiera hace falta ser una de ellas para sacar tajada. Con parecerse a cualquiera de las hermanas vale para generar casi tanto dinero como las mismas, o al menos eso parecen probar las redes sociales.

En Instagram se alojan doppelgängers de Selena Gomez, Ariana Grande y Rihanna; hasta Claro Lago se hizo viral por parecerse a Kendall Jenner, y no hace tanto de la repercusión que tuvo en los medios la comparación entre Begoña Villacís y Meghan Markle. La Instagramer Rocky Barnes se dio a conocer por hacer como que era la ex, ahora de nuevo pareja de Justin Bieber, en un vídeo del canadiense, y hoy es una reputada influencer. Cindy Kimberly, aquella chica de madre española afincada en Denia por la que bebió los vientos justamente Bieber en una fracción de like, se hizo casi más famosa por ser clavada a Irina Shayk que por haber captado la atención del cantante (que precisamente se fijó en ella por tener un aire a Selena). Y hay otra adolescente muy popular en Instagram, Audreyana Michelle, fichada también por unas de la principales agencias de modelos internacionales, que triunfa exclusivamente por ser un cruce entre Sara Sampaio y Zendaya (teniendo a su vez una retirada a Gomez y las Jenner). Muy endogámico y loco todo.

Ahora bien, ¿cuántas pueden decir que viven de explotar su semejanza? Seguramente solo las copias de las Kardashian (sobre todo las de dos de las hermanas mejor posicionadas en la red: Kim y Kylie). Chicas que explotan su parecido físico hasta el punto no solamente de hacerse un hueco en este mundo y lucrarse abiertamente a costa de ello , sino de haber convertido la moda de operarse para parecerse a una Kardashian en una tendencia al alza. Una de las principales suplantadoras en este mercado es Sonia Ali, de profesión la del medio de las Kardashian, y con base en Dubai. La misma que comparte cuenta en Instagram con su hermana Fyza, casualmente igualita a Kylie Jenner.

Culpa suya es que la nariz de Kim sea la más demandada en en las clínicas de estética de los Emiratos Árabes, según confirmaba recientemente en una entrevista concedida a WWD el propio cirujano plástico de la principal interesada. Otras de las dos más conseguidas y consagradas son la croata Jelena Peric y la canadiense Kamilla Osman (entre las dos suman casi dos millones de seguidores). Ambas han logrado crearse un nombre en el universo de las influencers de belleza gracias a una base de fans que las sigue por parecerse asombrosamente a su verdadero icono de estilo. Con ellas suelen trabajar compañías que aspiran a contratar a la más seguida de las Kardashian pero que no pueden permitírsela. Entre ellas marcas de cosmética y ropa como Glamglow (propiedad de Estée Lauder, enseña que tiene en nómina a Kendall Jenner) o Pretty Little Thing (propiedad del heredero del gigante británico de ecommerce Boohoo, que curiosamente hace poco fichó a Kourtney Kardashian como imagen y diseñadora ocasional).

Dobles de celebridades ha habido toda la vida, y jugar al despiste con la imagen es algo que en el mundo de la moda se ha utilizado como recurso desde siempre, bien porque no se ha podido contar con la “versión original”, bien por crear confusión y provocar desconcierto. Y si no que se lo digan a la propia Kim Kardashian, que de denunciar a Old Navy por utilizar a una figurante igual que ella para un anuncio televisivo ha pasado a lanzar una campaña publicitaria para su marido inspirada en sus propios clones, celebrando así que le salgan dobles por todas partes.

En 1983 Jackie Onassis denunciaba a la maison Dior por usar una maniquí en una publicidad que se parecía demasiado a ella sin especificar que no lo era. Los tribunales fallaron a su favor y no solamente obligaron a la casa francesa a retirar el spot en cuestión sino que prohibieron a la modelo que usurpaba su identidad, Barbara Reynolds, a volver a trabajar de ello. Con Instagram el fenómeno no ha hecho más que desproporcionarse, especialmente, en relación a las mayores generadoras de ingresos de esta plataforma. Un supuesto que ya empieza a compararse en términos legales con el fenómeno de las copias de marca.

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