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Poder y libertad

Prendas grandes que dibujan con precisión una silueta estructurada que flota alrededor del cuerpo.

Traje ancho

A la sombra del estilo masculino-femenino y de las geometrías de este invierno, se cuela una tendencia que propone una silueta al más puro estilo Madelman. Se trata del oversize –que, traducido al español y al lenguaje de la moda, significa «prendas demasiado grandes para el cuerpo que las pasea»–.

Lo que ahora se señala como una novedad tiene ya un largo currículo. Fue una forma cotidiana de vestir en los poperos años 80, pero su relevancia actual se debe al estudiado patrón de las prendas, que no solo son grandes, sino que dibujan con precisión siluetas estructuradas que flotan alrededor del cuerpo sin perder su pureza geométrica.

Haciendo un poco de historia, el oversize llegó de la mano de las hombreras, que en la década de los 80 agrandaron los hombros de las yuppies –quienes en su subconsciente unieron volumen con poder y atribuyeron ambos efectos a un pantalón sastre de Giorgio Armani–.

Los más jóvenes, por su parte, pasaron la década envolviendo leggings y calentadores en parkas y chaquetones sin forma –excepto la de las marcadas hombreras–, que flotaban sobre gustosos jerséis hasta la rodilla. Eran los tiempos de Fama, y esa silueta blanda y multicolor se movía con desparpajo, aunque sin aristas. Era como vestirse con el edredón.

Al mismo tiempo, todo este volumen convivía con una silueta sensual, que ensalzaba el culto al cuerpo y que era el código favorito de la mayoría de los creadores franceses… hasta que, a mediados de los años 80, llegaron a París los japoneses Rei Kawakubo y Yohji Yamamoto, con su revolucionaria deconstrucción.

Revolución nipona. Donde otros ponían el cuerpo en valor, Kawakubo y Yamamoto lo escondían. También ellos pusieron especial interés en experimentar con el oversize; aunque, con su radical visión de lo volumétrico, podían aplicarla a una espalda, pero no a un delantero; a las mangas, pero no al cuerpo, y así ad infinítum.

Después, cuando los años 90 perfilaron la silueta hasta la anatomía –y la estrechez de una manga era un punto fundamental y hasta filosófico–, aparecieron los belgas y decretaron siluetas blandas pero extragrandes. Era la maxi-idea del abandono, de las mangas hasta las rodillas, las faldas excesivamente largas barriendo los suelos o los jerséis usados como vestidos.

Pero ahora hablamos de geometría. De líneas rectas y estructuradas que buscan efectos volumétricos sagazmente estudiados, como los trajes pantalón, las chaquetas de esmoquin o los abrigos de Stella McCartney, que crean una impactante silueta en la que parece que la chaqueta cayó del cielo a la modelo y cuelga de sus hombros como la ropa de un guiñol. La cabeza, como una cerilla, acentúa con su peinado sin volumen una buscada desproporción. Los hombros se abren hasta el extremo, las formas flotan, pero las mangas acaban donde deben y los bolsillos se mantienen en la altura normal.

La inspiración de Stella pasa por David Byrne, líder de Talking Heads, quien hizo famoso un traje de estas enormes características que ha pasado a la historia en el cartel de la película Stop Making Sense (1984). Un referente similar al de Céline, que también propone abrigos de afilado volumen en el hombro, en una silueta que se estrecha en los bajos y que Phoebe Philo afirma haber tomado de la cantante y bajista rockera Suzi Quatro, reina del glam rock.

En Miu Miu, Miuccia lo aplica a la moda de los años 40 y aumenta las proporciones de la parte superior; mientras Raf Simons en Jil Sander acolcha y redondea para hinchar la forma del cuerpo como la de un muñeco Michelín.

Perlas de la temporada –como el punto XL de Missoni, los maxijerséis de Riccardo Tisci para Givenchy, las enormes cazadoras de Isabel Marant, las chaquetas de Chanel o las levitas de Dolce & Gabbana– acercan la tendencia a la calle por su libertad y amplitud y completan un look perfecto para los avatares urbanos. Se llevan con faldas lápiz o pantalones pitillo que afinan el volumen en la parte inferior del cuerpo (y son imprescindibles para no parecer un camión).

Poder: el de una silueta que impacta. Libertad: la de un cuerpo que se mueve. Y también una chispa de humor por llevar una silueta prestada. Que no hay cuerpo para más estrecheces.

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