Una orgía para ir en silla de ruedas
El 14 de agosto se celebra en Toronto la primera fiesta sexual para personas con discapacidad. Hablamos con expertos sobre la importancia de tratar con normalidad la sexualidad en este colectivo.
Si gracias al documental Yes, we fuck! descubrimos que las personas con diversidad funcional pueden tener una vida sexual activa y satisfactoria, el próximo 14 de agosto mostrará al mundo que también pueden asistir a orgías, aunque sea en silla de ruedas. Ese día se celebrará en Toronto (Canadá) la primera fiesta sexual, a nivel mundial, diseñada especialmente para este grupo. Deliciously Disabled es el nombre del evento que, por supuesto, abre sus puertas a todo el mundo y no solo a aquellos con algún tipo de disfuncionalidad. La entrada cuesta 20 dólares y el dress code es tan anárquico que uno puede incluso prescindir de la ropa, si así lo prefiere. La cita ha sido descrita por una de sus organizadoras, Stella Palikarova, modelo que padece de atrofia muscular espinal, como “la caída del muro de Berlín para la sexualidad para las personas con discapacidad”. La idea de organizar esta fiesta le vino a Stella como consecuencia de un hartazgo prolongado, al constatar que la gente da por hecho que la libido de una persona que no puede andar no debe estar en muy buenas condiciones, pero como ella misma comentó al diario Toronto Sun “muchos de los que van en sillas de ruedas pueden tener una sexualidad satisfactoria, incluso mejor que la de muchas personas normales. Haciendo que esta fiesta sea accesible a aquellos con disfuncionalidades, estamos diciendo abiertamente que también son seres sexuales”.
Andrew Morrison-Gurza, consejero de personas con discapacidad, es otro de los organizadores y ha prestado su imagen -desnudo en silla de ruedas- para el cartel del evento. Morrison comentaba al diario inglés Daily Mail, “queremos dar a la gente con disfuncionalidad la oportunidad de ser los protagonistas de una fiesta sexual y positiva –algo que jamás se había visto antes–, pero también enseñar a los que no tienen ninguna discapacidad todas estas delicias. Este evento se ha creado para demostrar que discapacidad y sexualidad son accesibles para todos”. Fatima Mechtab, otra de las encargadas de los preparativos, comenta a S Moda que “la fiesta está abierta a todo tipo de cuerpos, habilidades y orientaciones sexuales” y contará con asistentes sexuales, intérpretes para sordos y todo tipo de ascensores, rampas y sistemas para facilitar el movimiento al colectivo que protagoniza este fiestón.
La sexualidad de los que tienen reducida su movilidad ha saltado últimamente a la luz pública. La película Las sesiones (2012) ya abordaba el controvertido tema de los asistentes sexuales en una historia en la que un periodista y poeta tetrapléjico, con un pulmón artificial, interpretado por John Hawkes, decide perder la virginidad en manos de su terapeuta sexual, a la que daba vida Helen Hunt. Esta primavera trajo también el estreno del documental Yes, we fuck!, que intentaba dar respuesta a la pregunta que muchos se hacen cada vez que ven a alguien con algún tipo de discapacidad. La cinta no solo ha demostrado que este colectivo también tiene sexo, sino que se masturba y explora cada centímetro de su piel en busca de sensaciones. Muchos de ellos, tienen una sexualidad compleja, curiosa y aventurera. El documental cosecha éxitos en Sudamérica y otras partes del mundo, aunque no tanto en EEUU. “Nuestro objetivo era visualizar en imágenes el ámbito de la sexualidad de estas personas, algo que desconocemos, lo mismo que sus cuerpos”, cuenta Raúl de la Morena, director de la cinta junto con Antonio Centeno. “Sin embargo”, continúa, “quisimos también mostrar no solo lo que la vivencia de la sexualidad puede hacer por las personas con diversidad funcional, sino también qué puede aportar la realidad de este colectivo a la sexualidad humana. En mi caso, me ha servido para aprender muchas cosas sobre mi propia sexualidad”.
Helen Hunt y John Hawkes en ‘Las sesiones’.
Cordon Press
Carlos de la Cruz es sexólogo, director del máster de sexología de la Universidad Camilo José Cela y vicepresidente de la Asociación Sexualidad y Discapacidad, que tiene como objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas con cualquier tipo de discapacidad, poniendo especial énfasis en educar y prestar apoyos a la sexualidad de este colectivo. Este especialista ve con buenos ojos la celebración de Toronto, aunque matiza, “depende de cómo se lo tome uno. Si uno entra por la puerta del deseo, acabará pasándolo bien; pero si entra por la puerta de la obligación, el resultado puede ser algo distinto, porque a veces se pone demasiado empeño en que las personas con discapacidades consigan todo, y lo que importa es propiciar. Hay un dicho muy conocido en este colectivo que dice: ¿Para que sirve una rampa?, la mayor parte de la gente responde que para subir escaleras. No, una rampa sirve para poder tomar la decisión de si quiero subir la escalera o no”.
Desde esta asociación saben que mejorar la sexual de las personas con algún tipo de disfunción repercute notablemente en su calidad de vida, pero las vallas no son siempre físicas, ni arquitectónicas, las mentales son las más complicadas de saltar. “El problema es que todavía se confunde sexualidad con relaciones sexuales o con coitos, y una persona con discapacidad puede que no tenga nunca coitos, por lo que empieza a ser percibida como asexuada. Esta mentalidad, esta idea errónea sobre la sexualidad que todavía pervive, se hace muy patente cuando diferenciamos entre discapacidades adquiridas o de nacimiento y la forma de encajarlas. Si yo pienso, por ejemplo, que mi sensibilidad está en el pene y de repente esta desaparece, me vengo abajo; pero si tengo otra idea del sexo, busco otras posibilidades e intento sentir otras partes del cuerpo. Cuanto más cerca se ha estado del modelo estándar de relaciones sexuales y éste, de repente se rompe, más se sufre. Es lo que le ocurre a muchos hombres que han tenido lesiones medulares y que estaban acostumbrados a adoptar un roll muy activo y genital. Las personas con diversidad funcional que reclaman que haya rampas o que los taxis estén adaptados para llevar sillas de ruedas no lo hacen solo para ellos, lo hacen también para facilitar la vida de los que los llevan. Eso mismo debería ocurrir con la sexualidad. Cambiar nuestro concepto tradicional de sexualidad no solo es bueno para los que tienen disfunciones, sino para todos”.
Dentro del colectivo de las personas con discapacidades, los que cuentan con alguna disfunción intelectual son los parias de esta casta, ya que, según cuenta Carlos de la Cruz, “hace falta que otra persona más se pongan de acuerdo para entender sus necesidades sexuales. Me refiero a los cuidadores o a los padres, a los que también hay que educar. Y no todos son partidarios de que su hijo se masturbe o tenga la puerta de su habitación cerrada. Desde la asociación intentamos tocar varios puntos: ofrecer información, aunque no la pidan y fomentar el desarrollo personal, porque si malo es el rechazo, mala es también la sobreprotección. Muchas veces los cuerpos de estas personas, a las que hay que vestir o ayudar a moverse, pierden su privacidad y se convierten en cuerpos a los que accede cualquiera. Reclamamos el derecho a la intimidad, a que se llame a las puertas, a que estas puedan permanecer, a veces, cerradas. Y por último, creo que se deberían potenciar las redes sociales entre los chicos y chicas de este colectivo, pero no solo entre ellos, sino que interactúen con el resto de la gente. No hay que crear guetos”.
Cordon Press
La controvertida figura del asistente sexual es otro de los temas que el documental Yes, we fuck! contempla. Un apartado que protagonizan Soledad Arnau Ripollés y Teo Valls. Soledad es filósofa, sexóloga, escritora de relatos eróticos, directora y presentadora del programa de radio sobre sexo Acuéstate conmigo y actriz post porno en el cortometraje Habitación, además de activista del foro Vida Independiente. Teo es asistente sexual. Soledad, como ella misma confesó en la rueda de prensa del estreno de este documental, fue la única que no se quitó las bragas en la cinta, pero lo remedió en su discurso, con la ayuda de Teo, ya que ella tiene una disfunción de nacimiento que le impide mover piernas y brazos. Las bragas, para más señas, eran rojas. “Mi paso por el documental, mostrar mi cuerpo desnudo”, cuenta Soledad, “me ha ayudado a sentirme orgullosa de él, a quererme más a mi misma. Existen tantos mensajes: eres defectuoso, asexuado, no eres persona deseable ni deseante. La sexualidad está muy genitalizada y es heterosexual y binarista. Toda pluralidad está excluida. A todos nos hace falta una buena educación sexual que incluya la diversidad. No es un fracaso que no haya genitales en el acto sexual. Y si te gusta la penetración y alguien no puede penetrarte con su pene puede hacerlo de muchas maneras, con la lengua, la mano, con juguetes eróticos”.
Para Soledad la figura del asistente sexual es imprescindible en ciertas personas con un determinado tipo de disfunción, ya que sin ella no es posible la actividad sexual. “Así como una persona con diversidad funcional necesita de alguien que la ayude a lavarse, vestirse, comer… Si quiere masturbarse, tocarse o tener cibersexo también necesita asistencia. Pero yo defiendo que el asistente sexual no es una persona para follar con ella, sino alguien que te ayuda a que tu lo hagas. Cuando empiezas a tomar las riendas de tu vida y empiezas a asumir responsabilidades, es también posible que pienses o te apetezca experimentar con tu sexualidad, pero necesitas a alguien que te desnude, que mueva tus manos y las coloque donde tu no puedes, porque el sexo es un derecho, aunque no un deber”.
Teo Valls vive en Barcelona y llegó a la asistencia sexual naturalmente, como derivación de su trabajo de asistente personal en personas con discapacidades. Para lo que muchos es una actividad con una barrera difusa e incómoda con el mundo de la prostitución, él lo ve muy claro. “Siempre digo que tengo un trabajo sexual y que recibe una herencia del mundo de la prostitución, pero no es exactamente lo mismo, ya que una trabajadora del sexo pone mucho más en juego que yo. Mi tarea es ayudar a que las personas con algún tipo de diversidad funcional tengan sexo cuando ellos lo decidan, pero no conmigo. Puedo ayudarles a que tengan autoerotismo, a que se masturben, a guiar sus manos, puedo penetrarlos con un vibrador. Soy un puente entre el deseo y el placer”. Teo está a favor de que esta figura se legalice, como ocurre en países como Alemania, Bélgica, Suiza, Holanda o Dinamarca, donde además reciben ayudas económicas. “Me gustaría que se cubriera a nivel legal y que las personas con diversidad funcional, que lo pidieran, tuvieran cubiertas unas horas de asistencia sexual”. El contacto de Teo con sexualidades diferentes le ha mostrado la importancia de “aprender a jugar. Las posibilidades de placer son infinitas. La sexualidad tiene más que ver con estar abierto a disfrutarla que con la capacidad anatómica o funcional”.
Andrew Morrison-Gurza escribía un artículo en el Huffington Post titulado Why sex with someone with a disability is the best sex you could be having –Por qué el sexo con alguien con discapacidad es el mejor sexo que puedes tener– en el que subrayaba los aspectos positivos de la sexualidad de este grupo. Entre ellos, la ineludible necesidad de hablar y establecer pactos y la mayor creatividad a la hora de buscar nuevas rutas hacia el placer. “Una de las razones por las que tener sexo con alguien con discapacidad puede ser mejor es porque para tenerlo hay que comunicarse y no me refiero a decir ¡más fuerte!, ¡más rápido!, ¡ooh nena! –aunque esto también ayuda–. Me refiero a que hay que diseñar el sexo, hay que sentarse con tu partenaire y contarle lo que funciona para ti. Hay que hablar sobre lo que no se puede hacer, lo que hace daño, lo que puede ser divertido o increíble o lo que se quiere probar”. Y Andrew continúa, “lo que más me gusta de tener sexo siendo una persona con discapacidad es saber que cada vez que yo hago algo estoy redefiniendo las normas sexuales y la ideología de lo que es deseable de mis parejas. Las excito de maneras tan diferentes que jamás creyeron que fuera posible, con mis palabras, pensamientos y mi cuerpo, y desafían todo lo que ellos creían que sabían. Hace que las personas sean genuinas, salgan del escenario que creían que era sexy y creen uno nuevo en cada momento”.
Fotograma de ‘Carne Trémula’ (Pedro Almodóvar, 1997)
Everett
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