Tsundoku: la teoría (anti Marie Kondo) que explica por qué compramos cosas que nunca usamos
El término japonés da respuesta al fenómeno que nos lleva a comprar libros que nunca leemos, vestidos que no nos pondremos o comida que al final se irá a la basura.
Se conoce como tsundoku a la costumbre de comprar libros que luego nunca se llegan a leer. Este término japonés proviene de la mezcla de las palabras tsunde-oku, que se podría traducir como apilar cosas, y dokusho, cuyo significado es el de leer libros. Una costumbre que choca, de hecho, con la teoría sobre el orden de la también japonesa Marie Kondo. Y es que si la Magia del orden fue un bestseller, fue precisamente porque en gran parte de los hogares hay múltiples objetos que hemos comprado, para luego no darles el uso esperado. Y es que quien más y quien menos, se ha comprado ropa que ha acabado en el armario sin tan siquiera quitarle la etiqueta, o se ha comprar todo lo bio que se ha encontrado en el supermercado y ha acabado en la basura sin abrir, porque se ha caducado antes de inventar una receta para ese plato.
La psicóloga Yolanda Cuevas argumenta que en realidad la tendencia de acumular no es algo nuevo, ya que “nuestros antepasados guardaban alimentos, leña, ropa para el siguiente hijo, etc., como una forma de garantizar la supervivencia”. Algo así como el cuento de la hormiga que acumula granos para todo el invierno y la cigarra que no piensa en la importancia de esas provisiones. Sin embargo, hoy en día no solo influye ese instinto de supervivencia, sino también una sociedad de consumista que se ha magnificado gracias a las redes sociales. “Las marcas logran hacerte sentir que si no tienes su producto no serás igual de feliz, todo ello fomentado por los influencers que a través de las redes sociales promocionan sus nuevas adquisiciones, promoviendo el ‘yo también’ lo quiero”.
Productos que tendemos a acumular
Rescatar la idea del tsundoku, en contraposición a las teorías de Marie Kondo —que defiende que el número ideal de libros a tener en casa debería ser en torno a 30 (al menos en formato físico)—, hace pensar si hay objetos que tendemos a acumular más que otros.
A este respecto, parece más habitual acumular objetos que tienen cierta tendencia a coleccionarse, como tazas de desayuno que acaban cogiendo polvo, o que pensamos que pueden tener una utilidad futura, como los tuppers de la comida rápida que nos llega a casa y guardamos por si acaso, según Yolanda Cuevas. De esta forma, podría decirse que los libros, al igual que otros productos culturales como discos, películas o revistas, podrían encajar en ambas categorías y por ello se tiende más a esta compra compulsiva. Sin embargo, los peores casos son aquellas cosas perecederas, como la propia comida que se compra y se tira son consumir, o incluso los mil quitaesmaltes que se acaban quedando secos tras un solo uso.
Aunque en realidad, como reflexiona la también psicóloga Nuria G. Alonso, “cualquier cosa podría ser susceptible de ser comprado. Lo que al final nos ‘empuja’ a querer comprar es pasar todos los días por las mismas tiendas, ver anuncios de forma recurrente en las que esas personas parecen felices teniendo esas cosas o las redes sociales con las influencers y personajes que admiramos”. Por eso muchas personas han comprado el libro de Marie Kondo, aunque nunca lo hayan leído, lo que no deja de ser una paradoja en sí misma.
La compra compulsiva
Lo que tampoco se puede obviar es que muchos de estos objetos, que vemos en redes sociales, los compramos a golpe de clic en Internet. Algo que no pasaba con la publicidad tradicional, que suponía un periodo de reflexión entre ver el producto en un medio como un cartel o la televisión, y verlo en la tienda. Y es que no es casualidad que el fenómeno de Amazon comenzase con la venta de libros.
A este respecto, Nuria G. Alonso expone que “las compras no surgen solo por la sociedad en la que estamos inmersos o para sentirnos aceptados socialmente, también hay otro estilo de compras que tienen que ver con los vacíos que tenemos en nuestra vida y con los que nos cuesta enfrentarnos”. De esta forma, cuando las personas están tristes, agobiadas, tienen miedo y sienten que no controlan su vida, “comprar es una forma de control, de ‘llenar’ ese vacío y sentirse mejor con ellas mismas”. Según la psicóloga, “a través de prendas bonitas, se ven bien físicamente, y esa ‘felicidad’ les hace sentirse mejor por dentro”. Un argumento que podría explicar por qué los libros sobre felicidad y autoayuda son un nuevo boom en el mercado editorial.
Aunque, como reflexiona el también psicólogo Jesús Matos, “comprar un libro requiere mucho menos esfuerzo que leerlo. Por eso, a veces nos dejamos llevar por el impulso, pero después no estamos dispuestos a hacer el esfuerzo. Lo mismo ocurre con cursos a los que nos apuntamos y nunca acabamos”. De esta forma el experto reflexiona que “la clave es entendernos mejor y comprender que aunque a corto plazo el cuerpo nos pida comprar, a largo plazo probablemente esa compra no nos aporte nada más que un gasto innecesario de dinero y un ‘trasto’ más en nuestra casa”.
Mejorar nuestra selección al comprar
Para no acumular más de la cuenta, más allá de hacer limpieza, la clave está en evitar esas compras compulsivas. Con este objetivo, Nuria G. Alonso recuerda que “cuando más solemos comprar es cuando lo hacemos de forma impulsiva. Es como cuando vamos al supermercado sin una lista concreta. En el fondo acabamos comprando más, porque no tenemos un objetivo concreto”. Así hacer una lista de la compra, no solo para ir al super, sino antes de ir a un centro comercial para comprar ropa, o a una feria del libro para buscar lecturas para el verano, es una idea que podríamos aplicar. “Hay que pensar qué necesidades tienes en tu día a día”, reflexiona la psicóloga.
Por su parte, Yolanda Cuevas también apunta que antes de ir a comprar, igual que revisamos nuestro frigorífico o nuestra despensa, no está de más mirar nuestro armario y nuestra estantería para ver qué es lo que realmente necesitamos. Así, antes del impulso “podrás cuestionarte si lo necesitas de verdad y si no tienes algo parecido ya”. Igualmente reflexiona que hagamos un ejercicio para no dejarnos llevar por las modas, y pensar si realmente es algo que nos gusta. “A veces se pone de moda una prenda y sí o sí tiene que estar en el armario. La tercera vez que te la pones te das cuenta que no es tu estilo, o no está hecha para ti. Si en el probador no te convence, en casa menos”. Y es que los gustos de los influencers no siempre tienen por qué ser los tuyos.
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