Tracey Emin sobre su cáncer de vejiga: “Aunque resulte extraño, soy mucho más feliz de lo que era”
La siempre polémica artista ha dado un giro a su vida. Nos habla en exclusiva sobre cómo ha superado un cáncer y una histerectomía y cómo prepara la exposición que enfrentará su obra a la de Edvard Munch en la Royal Academy.
“Me levanto pronto, sobre las cinco de la mañana. Pero no para trabajar. Me despierto, escribo, miro Instagram, escribo a los amigos que tengo en otros países, leo, reflexiono, escribo cartas, muchas cartas, de las de verdad. Es un ritual, como un diario personal que le envío a otra gente. Cada mañana me gusta dedicarle al menos tres horas a mis cosas antes de hablar con nadie”, explica Tracey Emin (Croydon, Reino Unido, 1963). Su voz suena aguda al otro lado del teléfono. Explica que sufre insomnio y eso la paraliza, le impide crear (“No significa que pueda trabajar por la noche y duerma durante el día, es no dormir en absoluto, estar exhausta”). Habla pausadamente y se queda en silencio antes de dar algunas respuestas. “Si estoy callada es porque estoy pensando”, precisa. Necesita poner orden en su discurso, como ha hecho en su vida. Emin fue la más provocadora de los Young British Artists (generación que revolucionó la escena artística de los noventa, en la que coincidió con Damien Hirst y Sarah Lucas). La Enciclopedia Británica destaca que “sus obras eran confesionales, provocativas y transgresoras, retratando a menudo actos sexuales y órganos reproductivos” y añade que “los críticos rara vez fueron tibios en su respuesta hacia ella”.
\u00a9 Tracey Emin\n","caption":"La artista se autorretrata para ‘S Moda’ en su cama actual: “No tiene nada que ver con ‘My bed’ [su provocadora instalaci\u00f3n de 1998]”.","title":"ELLA"}
¿Por qué ha decidido hacerlo ahora, con 57 años?
Porque sentí que si no lo hacía iba a morir. He estado viviendo la misma vida los últimos 20 años, y no era feliz con ella. Sobre el papel parecía estupenda, pero en realidad me sentía triste, realmente triste. Me he comprado una casa muy grande y mi idea es poder pintar en ella y no tener que salir fuera.
¿Le gusta permanecer aislada? ¿No fue difícil el confinamiento de hace unos meses?
Me encantó. Obviamente, no me gustaba lo que le estaba pasando a la gente, y creo que el Gobierno lo manejó realmente mal y que sigue haciéndolo de una forma terrible, pero me gusta estar en soledad, no vi a nadie durante 12 semanas. Así surgió la idea de vivir donde trabajo, para que nada se interponga y trabajar cuando quiera. El confinamiento fue un momento muy bueno y catártico para mí, pero también descubrí que tenía un cáncer muy malo…
Precisa que se trata de un cáncer de células escamosas de la vejiga. “Me tuvieron que quitar toda la vejiga, el ureter, los ganglios linfáticos, parte de la vagina y me hicieron una histerectomía completa. Aún me estoy recuperando y no puedo hacer muchas cosas”, explica. Su cuerpo, que tantas veces ha sido el centro de su trabajo, se ha transformado. “He adelgazado unos 20 kilos, cuando la gente me ve me dice ‘Tracey, estás genial, has perdido mucho peso, estás más sana’. No saben nada hasta que se lo cuento”. Ha documentado todo el proceso; quizá su próxima obra nazca de esta experiencia. “He estado escribiendo y en el hospital me hice montones de fotografías, probablemente inicie un proyecto con ellas y haga algo sobre el cáncer. Pienso que cuanto más abierta sea sobre el tema será mejor”. Lo vivido ha reafirmado sus convicciones: “Esto solo ha hecho más clara la importancia que el amor hacia el arte tiene para mí. Lo que ha cambiado es que soy mucho más feliz de lo que era, aunque resulte extraño”.
¿Alguna vez ha temido que su trabajo sea demasiado revelador, demasiado personal?
Cuando era más joven hice algunas obras que probablemente no debería haber hecho, debería haber tenido una mayor sensibilidad hacia mí misma. Pero nadie sabía quién era, solo cuando me hice conocida la gente revisó lo que había creado, como la tienda, por ejemplo. Cuando la creé a nadie le interesaba saber con quién había dormido… En cierto modo fui afortunada de no ser famosa entonces, no lo hubiera podido hacer. Ahora tengo mucho más control sobre lo que pienso acerca de muchos asuntos, no soy tan atrevida como solía ser.
¿Cree que se hubiera enfrentado a las mismas críticas si no hubiera sido una chica de Margate?
El problema era proceder de un ambiente empobrecido, decir lo que decía, confrontándome con la gente, sin tener miedo. Ahora que a causa del MeToo las mujeres han alzado la voz creo que hay gente que mira mi trabajo y ve que quizá no lo entendió en su momento, que se malinterpretó, y pienso que muchas de las críticas que sufrí hace 20 años no las hubiera tenido ahora. Hoy la gente dice: ¡Oh, ella es increíble, tomó el control de su carrera aunque venía de una procedencia difícil, de clase trabajadora, dejó las clases a los 13 años, fue violada a los 13 años… La gente hoy en día piensa que soy su jodida heroína, y antes me criticaban porque llevaba ropa bonita o mostraba mi cuerpo. Es extraño, el mundo del arte puede ser un lugar elitista y esnob que solo quiere que los de su propia clase entren en él. Y cuando alguien como yo llama a su puerta y encuentra cómo penetrar lo desestabiliza un poco.
¿Las violaciones o los abortos no eran temas para el arte?
Eran temas que no estaban presentes en la conversación de la gente de clase media y media-alta que iba a las escuelas de arte. Pero sí en el día a día de muchas mujeres. Miras a tu alrededor y ves asesinatos, abusos. Es terrible, pasa en todo el mundo. No entiendo por qué hablar de ello está mal visto, por qué hablar de derechos humanos o abordar temas desde un punto de vista personal, como hacía yo, era considerado un error hace 20 años.
¿Eso ha cambiado, la perspectiva hoy es otra?
Sí, creo que está cambiando, tiene que ver con cómo evoluciona la sociedad. Pero antes, cuando yo hablaba sobre estos asuntos, la gente me acusaba de ser una quejica, decían ahí está Tracey Emin otra vez lamentándose por las violaciones, o por el sexo adolescente, o por esto y lo otro, cuando en realidad yo estaba hablando de asuntos importantes, no me estaba quejando por mí, quería que se prestara atención a esos temas.
Cuando tenía 35 años su cama se convirtió en pieza de museo, fue finalista del premio Turner. ¿Cómo es la que tiene ahora?
No se parece en nada… Tiene unas sábanas hermosas y caras. En mi casa de Margate tengo una cama estilo Donald Judd, muy baja, una plataforma con un futón fino encima. Parece una alfombra mágica. No tiene nada que ver con My bed. Pero te diré una cosa: cada día al retirar las sábanas sí se parece un poco, porque soy yo quien ha estado en ella, aunque ahora haya más orden.
En sus inicios estudió moda y es amiga de Vivienne Westwood o Agnès B. ¿Qué la llevó a dejar ese mundo por el arte?
Tengo muchos amigos y admiro lo duro que trabajan. Pero yo no era buena en ello. A mí me gusta la ropa, pero no la moda. No me gusta la mala leche que hay en ese mundo, no me llevo bien con eso.
Ahora, con The loneliness of soul (La soledad del alma), expone su obra junto a la de Edvard Munch en la Royal Academy. ¿De qué manera conecta su trabajo con el del artista noruego?
Me encanta desde adolescente, es uno de mis artistas favoritos. No siempre ha estado de moda, pero ahora sí lo está, y esto es hacer realidad un sueño. No me da la sensación hacer una exposición con un personaje histórico, sino con un amigo.
¿Cómo recuerda su descubrimiento?
De joven solo sabía cosas sobre Warhol, Picasso y los impresionistas, no conocía a Edvar Munch o Egon Schiele. Cuando descubrí el expresionismo a los 17 años un nuevo mundo se abrió para mí porque sus obras transmitían una respuesta emocional al arte, no trataban sobre el aspecto de algo, sino sobre cómo se sentía. Y de esa manera es también como yo respondo ante el arte, incluso desde joven.
Él tuvo una infancia difícil por la muerte de su madre y usted ha creado para su museo de Oslo una escultura llamada Mother. ¿Por qué?
Munch necesita una madre, una figura protectora, esa era mi idea, darle esa madre gigantesca que lo protegiera a él y protegiera el arte. Es tan grande que te puedes meter entre sus piernas. Y no es un bronce joven y hermoso, sino una mujer mayor. Muchos la han criticado por eso, no les ha gustado. Refleja lo que sienten hacia las mujeres mayores en general: en cualquier sitio puedes ver esculturas de señores mayores con papada y grandes mandíbulas, pero no vemos ninguna de mujeres mayores.
¿No se acepta verlas representadas?
No creen que sean importantes. Y ellos sí lo son.
¿Cómo ve el futuro, la pandemia puede cambiar lo que se piensa en el Reino Unido sobre el Brexit?
Tengo un carácter muy británico y amo muchas cosas de mi país. Pero el Brexit es estúpido, y ahora mismo lo último que querría vivir es un Brexit sin acuerdo en medio de una pandemia. Necesitamos mantener las fronteras comerciales abiertas, no hacerlo sería un suicidio. Soy totalmente proeuropea. La gente dice que soy una antigua porque me gusta que los países sean amigos y colaboren…
¿Queda espacio para el optimismo hoy en día?
Soy optimista. Lo soy. Pero resulta duro mantener el optimismo cuando en Gran Bretaña el Salvation Army está alimentando a 60.000 personas al día. Hay muchísima gente que no puede ser optimista. Y todo se resume en un problema: codicia. Eso tiene que acabar. La gente que puede debe ayudar. Es así de simple. Si no, el futuro será un desastre.
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