Tocofobia: el miedo irracional al parto que afecta cada vez a más mujeres
Vivir el embarazo con temor y ansiedad puede provocar trastornos a la hora del parto y hacerlo más doloroso. Pero la tocofobia puede afectar también al deseo de tener hijos y a las relaciones sexuales.
Una cierta proporción de miedo y ansiedad son sentimientos frecuentemente asociados al embarazo y el parto, pero cuando éstos se convierten en fobias pasan a ser una patología conocida como tocofobia o parturofobia. “Miedo al dolor asociado al momento de dar a luz o a que pase un bebé por el canal del parto”, en palabras de Diana Sánchez, psicóloga especializada en el área perinatal y de la mujer y vicepresidenta de la Asociación Española de Psicología Perinatal.
La tocofobia no ha sido objeto de muchas investigaciones, pero en 2017 la revista médica AOGS (Acta Obstetricia et Gynecologica), publicó un estudio que se realizó en más de 850.000 embarazadas de 18 países diferentes, y que revelaba que esta fobia afecta al 14% de las mujeres de todo el mundo. Aunque no hay datos comparativos para afirmarlo categóricamente, el estudio sospecha que este trastorno ha aumentado desde el año 2.000 en adelante.
Los expertos clasifican este trastorno en sus dos versiones: primaria y secundaria. “La tocofobia primaria afecta a mujeres que nunca han estado embarazadas. Su deseo de tener descendencia choca con el miedo a sufrir en el parto, les preocupan los cambios que el embarazo provocará en su cuerpo y a muchas también les asusta que el bebé pueda nacer con alguna enfermedad o malformación. A menudo, este trastorno aparece ya en la adolescencia, cuando la menstruación posibilita el hecho de tener hijos”, sostiene esta psicóloga, quien continúa, “la secundaría se da en mujeres que ya han tenido hijos y, generalmente, ha sido provocada por una mala experiencia durante el parto. Una situación de peligro, una mala atención médica, una anestesia que no funcionó. Aquí, más que de miedo irracional, de lo que habría que hablar es de estrés post traumático no curado y nosotras lo tratamos como tal, con técnicas de EMDR”.
Clara (39 años, Madrid) es madre de un niño de un año y trabaja como terapeuta ocupacional con adultos discapacitados. El deseo de ser madre se iba retrasando debido a un miedo al parto, al dolor, a que las cosas no salieran bien o a que el bebé naciera con una malformación. “Desconocía el término que designaba esta fobia pero cuando por fin me atreví a quedarme embarazada ya sabía que necesitaba ayuda psicológica, porque sola lo iba a pasar muy mal”.
Ex paciente de Diana Sánchez, Clara comenzó una terapia que la llevó a descubrir que ese miedo al parto tenía raíces más profundas y provenía de otro tipo de inseguridades. “Hice también yoga para embarazadas, lo que me dio mucha seguridad, y llegué al parto con estrategias y técnicas para poner en práctica. Fue un parto asistido, tuvieron que ponerme oxitocina y la epidural no hizo efecto. Hubo mucho dolor pero yo lo manejé muy bien”, señala Clara, que dio a luz en el Hospital Puerta de Hierro (Madrid). La actuación del personal sanitario, que era otro de sus miedos, fue correcta; aunque ella cree que “se podría y se debería conseguir un trato más sensible hacia la mujer que va a tener un hijo”.
Pero la tocofobia no solo se hace patente en las embarazadas o en las mujeres con instinto maternal, sino que sus efectos envuelven las relaciones sexuales. Como apunta Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, “el miedo al parto nos remite al miedo a quedarse embarazada y muchas de las que sufren tocofobia disfrutan poco del sexo, ya que el peligro a que se rompa un preservativo o a que no funcione un método anticonceptivo está siempre presente. A menudo usan el doble método (condón y anticonceptivos o DIU) y, en algunos casos, el vaginismo o la dispareunia (dolor durante el coito) pueden estar relacionados”.
“La tocofobia siempre ha existido, lo que pasa es que hasta hace poco no se ha empezado a verbalizar, y no es ajena a una sociedad cada vez más neurótica y ansiosa, incapaz de enfrentarse a la posible pérdida del control”, señala esta ginecóloga. “En mujeres sanas, el primer trimestre de embarazo puede ser un poco estresante, ya que hay muchos cambios y existe el riesgo de aborto; pero cuando éste pasa, y si todo progresa adecuadamente, la madre se relaja. Cerca del parto puede haber algo de ansiedad o preocupación por la salud del futuro bebé, aunque nunca en la historia de la humanidad ha habido tantas pruebas para comprobar el estado del feto, como ahora”, comenta Molero.
Estrategias para combatir esta fobia
Para Diana Sánchez, la tocofobia primaria es más difícil de tratar que la secundaria, porque se desconoce el motivo. “Hay que buscar el origen de ese miedo, que puede estar en haber sufrido una agresión sexual años atrás o, por ejemplo, en tener una madre o algún familiar que haya subrayado su traumática experiencia en el momento del parto. Nadie sabe el dolor que se tiene al parir, si no lo ha vivido en sus propias carnes. A menudo, pacientes con tocofobia admiten, después de dar a luz, que la cosa no era tan terrible como la habían imaginado. En todo caso, siempre existe la alternativa de la epidural o de una cesárea programada. En Reino Unido está contemplado que las embarazadas con tocofobia puedan pedir esto último en la sanidad pública”. Diana utiliza también técnicas de meditación o mindfulness para trabajar este miedo con sus pacientes.
Hay también otros recursos o herramientas que pueden ayudar a las mujeres para las que el parto se presenta como la peor de sus pesadillas. Según Molero, “una visita guiada al hospital donde se va a dar a luz, y donde se hable también con el personal sanitario, puede ser un recurso tranquilizador. En muchos centros públicos cuentan con lo que se llaman las ‘casas de partos’, habitaciones alejadas de los paritorios, donde existen camas, colchones, bañeras, instalaciones para hacer ejercicios y donde puede estar también acompañantes o padres. Una forma más de humanizar el hecho de traer a alguien al mundo. Ya que es importante que la mujer, con toda la información disponible a su alcance, elija la forma de dar a luz que más le atraiga”.
Las clases de preparación al parto son otro recurso para no sentirse sola. Para compartir miedos y ansiedades con mujeres en la misma situación y para hacer ejercicio, escuchar consejos de alimentación, estilo de vida y sexualidad. Clases que incorporan también a las parejas.
Las doulas: mujeres que acompañan a las futuras madres
Antiguamente, en las tribus o comunidades, siempre había mujeres mayores u otras con hijos que asesoraban y acompañaban a las embarazadas. Hoy sin embargo, muchas madres primerizas se sienten solas ante el peligro de la gestación, el parto y la maternidad. Por eso está resurgiendo la figura de la doula (especialmente en los países escandinavos, Suiza y Holanda), persona experimentada en la ayuda al nacimiento que provee de soporte, información y apoyo emocional y físico a las mujeres embarazadas; antes, durante y después del parto.
Rosa Sorribas es consultora de lactancia certificada internacional (IBCL), doula y fundadora de Crianza Natural. Como ella misma recalca, “una doula no es una médica, ni puede sustituir al personal sanitario. Lo importante de esta figura no es lo que sabe, sino quien es, su personalidad, porque esto es lo que más influye a la hora de ayudar. Una doula es una barandilla en la que, si quieres y lo necesitas, puedes apoyarte”.
El principal problema o miedo de las mujeres cuando afrontan un embarazo y parto es, según Sorribas, “el hecho de que en esa etapa es la biología la que manda y, a menudo, las féminas experimentan una pérdida de control sobre sus cuerpos. Se vomita, los cambios hormonales las convierte en un tiovivo de emociones, se está más cansada y ya no se puede seguir el ritmo habitual. Para la mayoría de las mujeres esto es lo más brutal, mucho más que el miedo al dolor en el parto. Y lo que hay que hacerles ver, ante esa sensación de pavor, es que lo mejor que pueden hacer es dejarse llevar y confiar en el cuerpo”.
El programa que ofrece Sorribas, como doula, consiste en dos visitas antes y dos después del parto, asistencia durante el mismo y asesoramiento y contacto en cualquier momento, a través de llamadas de teléfono o mensajes de whatsapp (todo por 500 €).
Como cuenta esta experta en un artículo de Crianza Natural titulado Las doulas, “la prestigiosa revista médica New England Medical Journal publicó un estudio realizado por los doctores Klaus y Kenon en un gran hospital público de Guatemala durante la década de los 70. Se dieron cuenta de que el índice de intervenciones, cesáreas y gasto farmacéutico era muy elevado. Para intentar solventar el problema realizaron el siguiente programa: aleatoriamente se asignaron mujeres que habían sido madres (con experiencia en nacimientos) a embarazadas, para que las atendieran durante su trabajo de parto. Al mismo tiempo, a otro grupo de futuras mamás se le asignó personal sanitario, como era habitual. Constataron que las mujeres del primer grupo precisaron muchas menos intervenciones”.
La figura de la doula ha levantado no pocos recelos en entornos médicos y profesionales, por parte, sobre todo, de ginecólogos y comadronas. “Todo depende de la doula”, sentencia Sorribas, “personalmente, soy muy respetuosa con los protocolos hospitalarios a la hora del parto, porque se han hecho para evitar situaciones de riesgo. Pero también es cierto que estos están cambiando, pues se ha visto que se abusaba de las cesáreas o que se practicaban episiotomías (corte que se lleva a cabo durante el parto desde la vulva al ano para agrandar el canal vaginal y facilitar la salida del bebé) cuando no eran necesarias. Las mujeres quieren que, en el momento del parto, se les trate como personas pensantes y se respeten sus decisiones o preferencias, en la medida de lo posible. Por ejemplo, si quiere cambiar de postura cuando dan a luz”.
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