_
_
_
_

¿Qué hay detrás de la afición a no llevar ropa interior?

Analizamos las causas por las que las que muchos famosos y anónimos deciden ahorrar en lencería y marcarse un comando.

instinto basico
Cordon Press

¿Recuerdan aquel anuncio de vaqueros que protagonizó una adolescente Brooke Shields –por entonces contaba con tan solo 15 años–, en el que enfundada en unos pantalones Calvin Klein preguntaba y contestaba al mundo: “¿Quieres saber lo que se interpone entre mis Calvin y yo?, nada” Corrían los años 80 y aquel eslogan fue todo un impacto que ayudó a la firma, que luego se dedicaría también a hacer ropa interior, a convertirse en trasgresora y, por lo tanto, en objeto de deseo del imaginario colectivo. El feminismo había quemado muchos sujetadores y estábamos ya algo acostumbrados a ver pechos, pero andar con la entrepierna al aire, lo que ahora se conoce como ir en plan comando o, según los chilenos, “andar a lo gringo”, era algo menos frecuente, aunque contaba ya con algunas practicantes. Marta Chávarri, marquesa de Cubas, engrosó el capítulo de dos rombos de la historia de España gracias a una foto tomada en 1989 y publicada en la revista Interviú, en la que aparecía en una discoteca, con minifalda, sin bragas –aunque eso sí, llevaba pantis de cristal– y a lo loco, mucho antes de que Sharon Stone cruzara las piernas en Instinto básico (1992) para temor de los fabricantes de lencería.

Afortunadamente para las firmas de ropa interior, ésta se sigue usando, solo que parece ser que la tendencia es ahora llevarla a diario y prescindir de ella en las grandes ocasiones como estrenos, entregas de premios, ceremonias de los Oscar, festivales de cine y demás actos multitudinarios. Ir sin nada debajo es la consigna y ha generado el nacimiento de un nuevo término, que los anglosajones designan como side butt –y que algunos medios han traducido ya como “culo lateral”–. Olvidemos las piernas y los escotes, la parte de la anatomía que ahora triunfa es la parte exterior de las nalgas, que desnudas son la prueba inequívoca de que su dueña se ha dejado las bragas en casa.

Gwyneth Paltrow, Rihanna, Lady Gaga, Jennifer Lawrence, Emma Watson, Anne Hathaway, Melody Thomton, Kelly Rowland, Jennifer López, Lindsay Lohan, Brooke Shields, Sharon Stone o Kim Kardashian son famosas que han enseñado ingle en las grandes ocasiones. Algunas incluso han mostrado algo más, en contra de su voluntad, como cuando una ráfaga de viento levantó la falda de Laura Pausini durante un concierto en Lima, el pasado verano, e hizo evidente que no llevaba nada debajo. Muchas madres de las de antes, como la mía, insistían siempre en cambiar las bragas a las niñas cuando estas iban a algún acto importante –en mi caso acompañarla en sus compras por la ciudad de Vigo–, aludiendo a la posibilidad de que tuvieras un accidente y en el hospital, al atenderte, repararan que tu ropa interior no estaba impoluta –lo de menos era si te partías la cabeza o el espinazo–. ¡Qué equivocadas estaban y cuánto nos perjudicaron sus ideas en nuestra lucha por hacernos un hueco en la sociedad!

Siguiendo la filosofía del carpe diem y de vivir cada día como si fuera el último, algunas celebrities reconocen que no solo prescinden de la ropa interior en las grandes ocasiones, sino a diario, como Genevieve Jones; la modelo norteamericana Chrissy Teigen, como confesaba en el programa de televisión norteamericano Fashion Police; o Christina Aguilera, que ha declarado, “no me gusta llevar bragas. Me gusta ser tan libre como pueda el máximo tiempo posible, soy así. Además, no llevar ropa interior me hace sentir más poderosa, es decir, me da confianza en mi misma”. En el bando masculino, el máximo seguidor de esta creencia es, sin duda, Jon Hamm, Don Draper en la pequeña pantalla. Su afición a no gastar un dólar en calzoncillos creó más de un altercado y quejas por parte de sus compañeros de reparto, durante el rodaje de Mad Men; mientras las fotos que los paparazzi hacían del actor por la calle, en plan comando, provocaron este titular en la revista online Gawker: “El pene de Jon Hamm saca a su dueño a dar una vuelta ”.

Tres ejemplos de por qué la entrepierna de Hamm es objeto de culto en Internet

Cordon Press

Otro ámbito que se suma a la nueva moda de ‘sin nada debajo’ parece ser el del deporte, aludiendo al hecho de evitar las rozaduras de las prendas íntimas; su capacidad de opresión, como puede ser en caso del sujetador, o para huir de las antiestéticas marcas de la ropa interior cuando se llevan ropas muy ajustadas. Muchas mujeres que practican actividades físicas, dejan antes la lencería en casa, lo que ha provocado ya la aparición de los primeros pantalones de yoga diseñados para no llevar nada más, de la firma de lencería Dear Kate, o los que se utilizan para correr, de otras marcas, que llevan ya tiempo en el mercado.

Aunque prescindir del sujetador sea un acto meramente coqueto, éste tiene ya unas connotaciones feministas inamovibles. El sostén oprime, oculta y reserva para su dueño el objeto fetiche de la feminidad: los pechos. O los moldea en formas imposibles –hasta de cono puntiagudo–, para ser consumidos por el capitalismo erótico. La periodista Susan Brownmiller en su libro Feminity, donde analizaba el concepto de feminidad a lo largo de la historia y en diversas sociedades, llegó a decir que las mujeres sin sostén asombran y provocan las iras de los hombres porque “implícitamente piensan que ellos son los dueños de los pechos femeninos y solo ellos pueden retirar el sujetador”. A los que les parezca que ya hemos superado aquel periodo con creces, no tienen más que echar una ojeada a Instagram y su obsesión por los pezones o el alboroto que se monta poque las chicas de Femen todavía provocan con su particular uniforme.

La razón por la que se prescinde de la parte de abajo no está tan clara, y no parece responder a ninguna reivindicación conocida. A parte de evitar las marcas en ropas muy ceñidas, puede ser un arma de doble filo, cuando se usa con pantalones, ya que a veces acentúa aún más el camel toe, antídoto de la lujuria por excelencia, por más que a algunos hombres, desprovistos de cualquier noción estética pero sobrados de testosterona, les parezca sexy. La revista W Magazine en un artículo titulado What Lies Beneath?, intentaba buscar explicaciones a la tendencia de ahorrar en lencería. “Hemos pasado de la fase feminista a la era de Acuario”, decía el reportaje y continuaba, “Emily Weiss, la creadora del blog de belleza Into the Gloss, comentaba, “el marketing de los sujetadores tiene mucho que ver con transformarte en algo en lo que tu no eres. Tiene que ver con crear esa imagen masculina de lo que es sexy: pechos juntos y alzados, que parece que tengan tres tallas más. Es alimentar una mentira, en vez de apoyar el propio cuerpo, o hacerte ver que eres excitante poniéndote algo encima, simplemente porque es muy bonito”. Ni que decir tiene que Weiss practica la ideología del no sujetador.

Para argumentar la practica de ir con el culo al aire, W Magazine se apoyaba en una versión de categoría. Nada más ni nada menos que la de Kate Young, estilista de Natalie Portman y Michelle Williams, entre otras, que explicaba que “lo importante del culo es que hay que moverlo cuando caminas pero, por supuesto, no menearlo demasiado”. Con actrices y gente corriente entrenándose como atletas de élite en el gimnasio, es normal que luego quieran enseñar al mundo los resultados. “Alguna gente no lleva ropa interior para demostrar que no la necesita”, continúa Young. “El mensaje es: mira, mi cuerpo es increíblemente perfecto. No necesita ninguna ayuda”, añade. Ya saben, una nueva tarea surge en la vasta asignatura de “estar como un queso”. La consistencia perfecta del culo debe ser como la del combinado favorito de James Bond, agitado pero no revuelto.

El origen de la expresión "Ir en comando"

Pero no olvidemos las razones higiénicas del bottomless, que las hay. De hecho, el origen del término “ir en plan comando”, se sitúa a mediados del siglo pasado, coincidiendo con las guerras de Corea o Vietnam, cuando muchos soldados optaban por no usar ropa interior debido a varias razones como ahorrar espacio en sus mochilas o no tener tiempo para lavarla. Aunque la más poderosa era el hecho de que debido al excesivo calor y humedad en las zonas de conflicto se les aconsejaba a los comandos no usar calzoncillos para evitar erupciones, escozores, rozaduras e infecciones fúngicas en la entrepierna. “Lo cierto es que la calidad del esperma ha disminuido mucho”, cuenta Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga y directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, “y eso puede deberse a muchos factores: químicos, contaminantes, ambientales… Pero el hecho de llevar slips muy apretados y que mantengan el calor no es saludable. Los testículos están en el exterior y necesitan una temperatura ambiente”. Las bragas o tangas demasiado ceñidos pueden ser también causa de infecciones o problemas en las mujeres. Esta ginecóloga habla de lo que se conoce como vulvodinea, “es un trastorno que se caracteriza por molestias vulvares, como irritación o dolor crónico sin que haya una causa aparente, ni infecciones, y sin que la vulva presente cambios visibles. Aunque todavía no se sabe la causa y el tratamiento de esta patología se dirige sobre todo al control de los síntomas del dolor, se recomienda a los pacientes que utilicen ropa interior holgada, de algodón, que usen jabones hipoalérgicos y prescindan lo más posible de la química y los perfumes en compresas o tampones”, cuenta Molero.

Finalmente, no hay que olvidar los usos eróticos de la falta de lencería, como un método para excitarse a uno mismo y a los demás. A veces, una buena fórmula es invertir el orden establecido y acudir a una cita sin ropa interior y, por su puesto, hacérselo saber a nuestra pareja; al mismo tiempo que hay que dejarse alguna prenda –tal vez los ligueros– para la intimidad. Es decir, ir a contracorriente sin temer, ni siquiera, a las corrientes de aire. Quién sabe, tal vez la fuerza de los escoceses resida en la costumbre de no llevar nada bajo sus kilts.

Christina Aguilera detesta llevar ropa interior.

Cordon Press

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_