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¿Qué debe incluir la etiqueta de un alimento?

La etiqueta está en el punto de mira. Distintos países debaten si debe aclarar que sus productos incluyen activos demonizados, como las grasas trans o los genéticamente modificados, o (al menos) aconsejar qué deporte hacer para quemar las calorías que contienen.

etiqueta alimento
Mirta Rojo

Nunca habíamos tenido tanta información sobre salud y nutrición y nunca nos habían importado tanto estas cuestiones (las búsquedas en Google sobre «comida saludable» han subido un 400% en los últimos cinco años). Por eso, no es de extrañar que la mayoría de los encuestados recientemente por el Consejo Internacional de Información sobre Alimentos exijan más información en el etiquetado: el 42% pide que se indique si el producto contiene ingredientes genéticamente modificados; un 17%, datos más específicos; y un 15%, el país de origen.

En el empaquetado, el espacio reservado a los ingredientes es mínimo en comparación con el destinado para que el producto luzca atractivo, con cebos como «enriquecido con», «sin grasas trans» (las que resultan cuando se hidrogena la grasa para hacer margarina) o «bajo en calorías». Pero esta situación podría cambiar en breve. Incluso, en algunos países ya lo ha hecho.

El pasado junio, Chile aprobó una normativa que amenaza a productos como los huevos Kinder y los Happy Meals de McDonald’s. Los alimentos con altos índices de calorías, azúcar, sodio o grasas trans incorporarán un sello de color negro y su publicidad estará prohibida a menores, así como su venta en colegios. Tampoco podrán incluir juguetes regalo. El objetivo de la ley es reducir los altos índices de obesidad: el sobrepeso afecta al 64,5% de los chilenos y a más de un 30% de los niños de cero a siete años, según el Ministerio de Salud.

Los británicos andan enzarzados en un debate sobre deporte, calorías y barritas de cereales. La Real Sociedad para la Salud Pública de ese país ha propuesto integrar en la etiqueta datos sobre el tipo de ejercicio físico y la duración necesaria para quemar su valor energético. Es decir, un sándwich envasado de queso con beicon informará que se debe correr 42 minutos para gastar las 445 calorías que contiene.

En las elecciones estadounidenses del próximo 8 de junio los transgénicos también se la juegan. Hillary Clinton aboga por informar en los artículos que los lleven y se opone a un proyecto de ley que prohíbe a los Estados implementar normas más estrictas que la nacional. «Hoy, la ley permite que sea el fabricante el que decida si ofrece esa información o no. Si, según dicen, los transgénicos no son nocivos, ¿por qué tanto secretismo?», plantea Álvaro Sánchez, nutricionista de Medicadiet. Y añade: «El problema es que no se trata solo de cantidad, sino también de calidad. Es decir, importa el tipo de azúcares o de grasas. La mala fama de las trans, por ejemplo, ha llevado a los fabricantes a reducir su cantidad, y a sustituirlas por edulcorantes, lo que aumenta el riesgo de diabetes», avisa Sánchez.

Y es que la cruzada antiazúcar esconde su lado oscuro: los edulcorantes artificiales tampoco se salvan. El aspartamo (el código E-951), por ejemplo, arrastra mala reputación; un estudio publicado en Nature ha demostrado que podría cambiar la flora bacteriana y acarrear sobrepeso. PepsiCo decidió el año pasado eliminarlo de sus productos. «En esta patología tiene más que ver el elevado consumo de azúcares y edulcorantes que el de grasas», reconoce Sánchez. Un problema con cifras hiperbólicas: se calcula que 2.100 millones de personas sufren sobrepeso (el 30% de la población) en el mundo, según un estudio en 188 países publicado en The Lancet. En España, el porcentaje sube hasta el 39,3% en la población de entre 25 y 64 años, según la Sociedad Española de Cardiología.

Pero el etiquetado también tiene otro objetivo: atraer la atención del consumidor, superar su indiferencia. «La mayoría de los usuarios invierte menos de un segundo en leerlo, según nuestras encuestas. La normativa de la UE [de noviembre de 2014] no facilita la lectura: la fuente de letra debe ser mayor de 1,2 mm, y el tamaño baja [a 0,9 mm] si la superficie máxima del paquete es inferior a 80 cm2», explica Jean Bernard, portavoz de la Asociación General de Consumidores. ¿De qué debe informar la etiqueta en la UE? De los ingredientes (aunque a veces van «disfrazados», un ejemplo, no se pone grasas trans) y su cantidad.

Con el aumento de la contaminación y de las alergias, aparece un cliente obsesionado con la salud. «Ya no le basta con conocer la fecha de caducidad. Las marcas lo saben y se adelantan a una normativa estricta», dice Alberto Vega, responsable de Relaciones Institucionales de Nestlé España. «Nosotros incluimos la tabla nutricional, obligatoria a partir de diciembre, y sugerimos combinaciones de alimentos saludables. El futuro pasa por descargar información con el móvil, algo que ya es posible con los códigos QR. Otra exigencia: incorporar datos medioambientales [cuánta energía y agua son necesarias para fabricarlo] o sociales [como en qué tipo de dieta encajan]».

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