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El cristal da la talla

Sus artesanos usan las mismas técnicas que hace 240 años. El resultado: piezas únicas y personalizadas que elevan el vidrio a la categoría de lujo cotidiano.

Vidrio cover

Cuando uno se adentra en el universo de la Real Fábrica de Cristales de La Granja de San Ildefonso (Segovia) y se encuentra a primera vista con el horno, puede sentirse dentro de La fragua de Vulcano de Velázquez. En un rincón, una bolsa gigante repleta de cristales almacena parte del 30% que vuelve a refundirse. Poco se tira en este lugar; todo puede tener una segunda vida. En el horno entran 250 kilos de masa de vidrio compuesta por arena con un 24% de plomo añadido. Para que se forme la masa se funde a 1.400 grados centígrados hasta que se forma una materia parecida a la existente en el centro de la Tierra. Ahí comienza el proceso.

Diego, el más joven del equipo –empezó en la fábrica a los 13 años porque no quería estudiar–, introduce una caña en el horno incandescente. Con el calor que hace lleva camiseta de manga corta en pleno invierno, por no trabajar desnudo. Saca un pegote en la punta del la caña y, con una precisión de muñeca que impresiona (seguramente es un buen jugador de bolos), va dándole vueltas a pulso mientras le echa un poco de agua. Tiene buenos brazos, si no es imposible llevar a cabo con maestría este trabajo. Se sienta para moldear el cristal, recién salido del horno, y coge un puñado de papel de periódico para poder darle forma sin quemarse las manos.

«Antes lo hacíamos con el B.O.E. Era lo mejor para esta rudimentaria técnica, pero como ya no se publica lo hacemos con el Adelantado de Segovia», cuenta. Después, sopla a través de la caña y se forma una pompa de cristal. En ese momento, con la misma facilidad, uno se vuelve niño y se recuerda en el baño haciendo una de jabón, o evoca la que Chet Baker usaba para tocar My funny Valentine. La copa empieza a tener forma. El cáliz de la misma está formándose con las herramientas y moldes que se utilizan desde que Carlos III, en 1770, concibiera este lugar como Fábrica Real de Cristales. Con los moldes de hierro, Juan Manuel, maestro veterano, hace la forma y junta la pierna de la copa todavía incandescente. Después, con la matraca, moldea el pie y acaba uniéndolo al resto. Una vez terminado este primer paso, lo enfrían en la mufla durante ocho horas. Así hasta 150 copas, que son las que hacen al día entre cuatro personas, y no paran. «Una máquina puede hacer 600 a la hora, pero no se puede comparar porque lo que hacemos aquí son obras de arte», explica Juan Manuel. Uno puede encontrar rápido la diferencia de calidad de una copa de cristal cuando compruebas la distinta sonoridad y brillo que existe entre unas y otras.

A la fábrica se acercan grandes artistas como Antonio López o José María Sicilia. «Vienen, nos exponen las ideas que tienen en la cabeza y nosotros, que sabemos cómo manejar estos materiales, las llevamos a cabo; es un verdadero lujo poder aprender los unos de los otros», cuenta el maestro. Además, es el único sitio de España donde pueden hacerlo. También lo es en ofrecer una titulación universitaria, con teoría y práctica. «Es creatividad al instante: creamos soplando y, después, sobre la marcha, hay que ir investigando con todas las técnicas que te dan los años de oficio y la maestría. Puedo decir que en los 47 años que llevo aquí, he hecho casi de todo», comenta.

Los más jóvenes que están a su alrededor han aprendido de él. En el edificio de talla y creación de lámparas, hay seis personas manejando copas, botellas de vino, botes de perfume, tarros de farmacia, almendras de lámparas y un largo etcétera de piezas. Parece un escondite de alquimistas. Loli y Conchi se encargan de marcar con blanco España cada obra que luego tallarán en las ruedas de diamante o en los corindones, dependiendo de la profundidad de la talla. Ahora están con unas copas para el Rey, que son parte de los regalos que su majestad hace cuando va de cacería o cuando tiene invitados en casa.

De la decoración, último eslabón de la cadena, se encarga Cristina, que con un pincel va rellenando cada talla o pinta sobre liso. Ahora está trabajando en unas reproducciones del siglo XVIII con oro y esmalte, que una vez finalizadas tendrán que volver a cocer en el horno otras 12 horas para que la pintura forme parte del cristal y no se separe nunca. «Y es que las copas que se hacen en la Real Fábrica son las que más horas pasan dentro del horno», concluye.

Diego sopla la caña para darle forma a cada pieza.

Mirta Rojo

Cristina decora una copa que previamente ha sido tallada.

Mirta Rojo

El antiguo horno funcionaba con leña.

Mirta Rojo

La modernidad entra con nuevos diseños a la fábrica y los sumilleres de distintas bodegas se acercan para que les fabriquen sus botellas a medida.

Mirta Rojo

Conchi quita la pegatina con el escudo del Rey que ha utilizado de molde con blanco España.

Mirta Rojo

La Real Fábrica de Cristales está situada en La Granja de San Ildefonso, en Segovia.

Mirta Rojo

Con el corindón girando a la velocidad del sonido, realizan la talla de esta pieza.

Mirta Rojo

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