Cuando las monas se visten de seda
La argentina Amalia Ulman refleja en su primera película una relación maternofilial surrealista.
La ópera prima de la artista multimedia argentina Amalia Ulman es una producción de bajísimo presupuesto en blanco y negro que solo echa mano del color en su alucinante epílogo, rodado en Oviedo cuando Martin Scorsese recibió el Premio Princesa de Asturias. El planeta recuerda a El cochecito, la película de Marco Ferreri escrita por Rafael Azcona y mi favorita de todas las que protagonizó el genio de Pepe Isbert, un prodigio en la piel de aquel terco anciano encaprichado con un vehículo para paralíticos. Es probable que haya hecho la asociación porque creo que a Azcona le hubiese fascinado esta comedia negra tan de provincias sobre una madre y una hija al borde del desahucio que se pasean por Gijón dando algún que otro pequeño palo ataviadas con sus pieles y joyas. Descubrí la película en la programación del último Festival de Cine de Buenos Aires, donde la película, también seleccionada en Sundance, fue premiada. Desde entonces no me la quito de la cabeza.
La madre de El planeta es la madre real de la directora y protagonista del filme. La cámara sigue a Amalia y Ale Ulman en una panorámica tan burlona como desoladora de la crisis económica vista desde una ciudad gris donde todo se vende o se alquila. El personaje de Amalia es el de una estudiante de moda en Londres que regresa a su casa en Asturias para encontrase con su progenitora, a la que ya han cortado hasta el suministro de luz. Ulman, que en 2014 expuso en la Tate Modern Excellences & Perfections, un proyecto vinculado a las falsas narrativas de las redes sociales, ha recibido el aplauso de Miranda July, cineasta con la que guarda filiaciones estéticas y que se fascinó con una película que va de alcanzar una autenticidad que solo puede ser ortopédica, en este caso el vínculo entre una madre y una hija tan disfuncionales como alegres y caprichosas.
Con su particular humor, y amor, El planeta tiene algo de Grey Gardens, película fundamental para comprender ese oasis con paraíso e infierno incluido que son las relaciones maternofiliales. A las mujeres de El planeta les pasa como a las chifladas Bouvier: sobreviven a base de yogures caducados siempre y cuando vayan vestidas de seda.
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