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Cómo volver a desear sexualmente a la persona con la que llevas muchos años de relación

Los datos indican que para que una pareja goce de buena salud el sexo debe ser frecuente y satisfactorio. ¿Por qué entonces nos esforzamos tan poco en seducir cuando la relación es larga? Hablamos con expertos sobre cómo acabar con la pereza sexual y mentalizarnos de que a la pareja por muy estable que sea «hay que seguir ligándosela todos los días».

Mickey Rourke y Kim Basinger, en una escena de la película 'Nueve semanas y media' (1986).
Mickey Rourke y Kim Basinger, en una escena de la película 'Nueve semanas y media' (1986).

En los últimos tiempos, hemos visto algunos ejemplos en la cultura pop y en el mercado que indican que el sexo en las relaciones estables y duraderas también necesita de grandes dosis de innovación. Desde el látigo a lo Christian Grey a pensar en compartir el Satisfyer empezamos a tener claro que el sexo, al igual que todo lo demás en pareja, hay que trabajárselo. Sin embargo, parece que aún hay ciertos ideales románticos que siguen sobrevolando, sin remedio, a las parejas estables, especialmente las heterosexuales. Uno de ellos es que las “ganas” de acostarse juntos siguen apareciendo por arte de magia por muchos años que pasen. Y si no, es que algo falla.

Como explica la sexóloga Ana Lombardía esta creencia no es exactamente así. Hay que tener en cuenta que la atracción y el deseo por nuestra pareja resultan casi constantes en lo que se conoce como enamoramiento. Pero esa etapa, en realidad, dura solo entre 3 y 16 meses. Después, el sexo, o las ganas de sexo, cambian. Digamos que el deseo no desaparece, pero se esconde, y hay que contar con herramientas para saber cómo encontrarlo. Y no todo el mundo está por la labor de ponerse a trabajar en esta tarea. “Los hombres suelen tener mayor tendencia a creer que el sexo debe ser espontáneo y se suelen mostrar más reacios que ellas a ‘preparar’ una cita o un encuentro sexual”, explica Lombardía en su libro Hablando con ellos. La sexualidad de los hombres hetero (Oberon).

Además, como recuerda la sexóloga, esta supuesta espontaneidad al principio de la relación es también una ilusión. “Al comienzo nos mandamos mensajes a todas horas, decidimos vernos en su casa o en la nuestra, avisamos si se han ido nuestros padres o compañeros de piso, nos afeitamos, nos depilamos…”. En definitiva, la planificación del encuentro sexual siempre ha existido, lo que sí es espontáneo, era el juego de la seducción. Y eso es justo lo que se pierde con los años.

No solo la frecuencia con la que nuestra pareja se nos acerca en busca de sexo, sino la calidad de nuestra vida sexual, es algo que preocupa y mucho a los españoles. Así se ponía de manifiesto en el trabajo sociológico sobre la evolución de la pareja en España, realizado por la Universidad de Málaga y financiado por la Fundación BBVA, en el que se desprende que la satisfacción sexual no era un motivo de ruptura para nuestros antepasados, pero sí lo es para las parejas actuales.

Poniendo sobre la mesa los datos que nos indican la importancia de las relaciones sexuales para la buena salud de una pareja, la pregunta del millón es por qué nos volvemos vagos a la hora de buscar herramientas de seducción. “A muchas personas les faltan herramientas de seducción. De hecho, no seducen, sino que proponen directamente el sexo, ya sea con palabras o con acciones”, insiste Lombardía. Y si ya empezamos mal, la satisfacción sexual no apunta maneras. “Es difícil establecer generalidades sobre si son ellos o ellas los que inician los encuentros sexuales. Solemos tener la creencia de que suelen ser ellos los que llevan la iniciativa y tienen más deseo sexual, pero en realidad depende más de las diferencias individuales que de ser hombre o mujer”, añade.

Y es que seducir no solo es proponer sexo, sino conseguir que nuestra pareja comparta nuestras ganas de sexo. “Seducir implica conseguir que a tu pareja le apetezca mantener relaciones sexuales cuando, de entrada, no le apetece. Esto implica un proceso de relajar, mostrarse atractivo/a, proponer cosas eróticas que sí que puedan apetecer y que no sean genitales…”, relata Lombardía.

Coincide en esta idea Silvia Pérez, terapeuta de parejas. “Las parejas en consulta a menudo me dicen: ‘¿no tendrás una cámara en nuestra habitación?’ Porque ‘adivino’ exactamente como son sus relaciones sexuales: por la noche, en la cama, primero hay besos, después tocamientos y más tarde penetración que acaba cuando él eyacula, ella a veces (solo a veces) llega al orgasmo antes que él.»

El problema de repetir este patrón es que, si no nos resulta satisfactorio, acabamos por rehuirlo. Y no solo rehuimos el sexo, sino cualquier señal que indique que puede haber sexo. “Una situación que se repite constantemente es aquella en la que un miembro de la pareja se acerca a besar al otro y a acariciarle con intención de tener sexo y él, si no tiene ganas, rechaza el beso y las caricias por evitar que la cosa vaya a más”. Esto supone que cada vez que surge un beso o una caricia, aunque sea sin intención de tener sexo, también se acabe rehuyendo, creando una distancia física en la pareja, que puede ser más preocupante que el hecho de tener menos relaciones sexuales.

No obstante, un estudio de la Universidad de Utah (Estados Unidos), publicado en ‘Social Psychology and Personality Science’ , revelaba que la “sensación de lejanía” con nuestra pareja era uno de los principales motivos de ruptura.

Aprender a seducir más que a proponer

“Se cree, erróneamente, que puedes dejar de seducir a tu pareja una vez que ya se ha convertido en estable, sin embargo, siempre hay que seducir. No puedo tener sexo siempre que quiero, por mucho que sea con mi pareja de siempre, si previamente no ha habido un juego de seducción. Algo muy importante para mantener viva la llama es sorprender. A nadie le gusta que le cuenten la misma película una y otra vez”, deja claro la terapeuta Silvia Pérez.

Pero sorprender, nos sorprendemos poco, incluso en cosas que podrían parecer sencillas. Por ejemplo, según otra encuesta realizada en esta ocasión por la marca de juguetes We Vibe en colaboración con Appinio en 2021, los hombres se masturban, de media 140 veces al año en España, las mujeres 53 veces. Pese a ello, solo el 9 por ciento decía masturbarse con su pareja. Algo que podría ser una forma de innovar y avivar la relación. ¿Por qué hacemos por separado algo que podríamos hacer juntos?

“Debemos recordar que, cuando estamos en una relación, la disponibilidad no debe darse por sentada. Es decir, no nos creamos que nuestra pareja va a estar siempre ahí, pase lo que pase, y que va a seguir sintiéndose atraída por nosotros, independientemente de lo que hagamos. La seducción debe darse a diario. Hay que ligarse a la pareja todos los días, o al menos muchos días”, relata también Lombardía.

Pero, ¿cómo seducir en una pareja estable, que ya se sabe todos nuestros trucos? “Mi propuesta iría encaminada a cambiar las dinámicas y patrones establecidos en los encuentros sexuales, para que un beso subido de tono o un gesto lascivo no impliquen necesariamente nada más”, propone la sexóloga. “Si conseguimos que un encuentro sexual sea completo y satisfactorio simplemente por darnos unos besos apasionados o un ‘magreo’ por encima de la ropa, será mucho más probable que el deseo aparezca con más frecuencia y mayor facilidad”, afirma.

Por su parte, Pérez apunta a salir del sentido del tacto, y proponer formas de reconectar con otros sentidos. Y proponerlas en el sentido estricto de la palabra. Y es que otro de los grandes problemas de las parejas estables es que damos por sentado que el otro debe saber, porque sí, lo que queremos y cuándo lo queremos. Y esto no es así, a no ser que contemos con un lector de mentes. Nada de falsos mitos del estilo “si te lo tengo que pedir, ya no lo quiero”.

Así, Pérez plantea un juego en el que propongamos cinco deseos sexuales para proponer sexo saliendo del tacto. Por ejemplo, con la vista, hacer un striptease; con el oído, que nos lean un relato erótico; con el gusto, que nos preparen una cena sexy;  y con el olfato, algo tan simple como sorprendernos con un nuevo perfume.

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