Cómo Samantha Fox se convirtió en la única británica capaz de competir en popularidad con Thatcher y Lady Di
Fue número 1 en 17 países. Vendió millones de discos. Se convirtió en la sex symbol del momento y en una celebridad a nivel planetario. ¿Qué ocurrió para que quisiera dejar todo eso atrás?
En 1986, Samantha Fox (Londres, 1966) cantaba aquello de «Touch me, touch me. I want to feel your body» [“Tócame, tócame. Quiero sentir tu cuerpo”] encaramada a unos botines de cuero negro y enfundada en sus sempiternos vaqueros rajados en el trasero (raja que, por cierto, le valió algún que otro problema con la BBC según contaba Keith Tuber en el Orange Coast Magazine de marzo de 1987). Tenía 20 años. Fue número 1 en 17 países. Vendió millones de discos. Se convirtió en la sex symbol del momento y en una celebridad a nivel planetario. Tanto que en la década de los ochenta fue la mujer más fotografiada del Reino Unido junto a Margaret Thatcher y Lady Di. En las revistas para adolescentes de la época, las lectoras podían votar si preferían ser Samantha Fox o Madonna. «Siempre ganaba yo», recuerda Fox. Pero previamente a este éxito descomunal, Fox estaba lejos de ser una desconocida. Al menos en su país.
Antes de dedicarse por completo a la música, la cantante había sido eso que se ha dado en denominar en inglés glamour model, un eufemismo para hablar de modelos que se dedican a la fotografía erótica. Cuatro años llevaba la cantante ejerciendo de pin-up en formato papel. Sí, las cuentas no son erróneas. A los 16 años ya estaba posando en top less para la Page Three del The Sun, una costumbre más que asentada entre los tabloides británicos que tuvieron a bien desde finales de los sesenta incluir una foto en sus páginas interiores (la tres, obviamente) de alguna chica ligera de ropa primero y luego directamente sin la parte de arriba. La prohibición de fotografiar a chicas menores de 18 años no llegó hasta el 2003 y la conclusión de que quizás este tipo de publicaciones en un rotativo era del todo inapropiada se hizo esperar: hasta 2018 no se retiraron estos artículos. Por en medio, una encarnizada batalla entre campañas como la de No More Page 3 que acusaban de sexistas a estos contenidos y los editores de The Sun que consideraban que no solo era una costumbre lectora nacional sino, sobre todo, una «institución británica inocua».
La segunda mitad de los ochenta fueron una locura para Fox, según recuerda en una entrevista para la revista Cryptic Rock: «Fueron los cuatro años más ajetreados de mi vida. Hice los dos primeros álbumes en Inglaterra, y los dos segundos en Nueva York cuando vivía allí». Firmas de discos de los que tenía que salir helicóptero mediante, montañas de cartas de admiradores, acosadores que se cambiaban de nombre o de residencia para poder estar más cerca de ella, apariciones casi diarias en los tabloides ingleses contando historias tan irrelevantes como aquella de un chico de 25 años que vivía con su esposa y que tenía fotos de Fox por absolutamente toda la casa… Con semejante panorama no es de extrañar que contratara un guardaespaldas.
Tras sus primeros discos, vendrían algunos más, pero no repetirían el éxito de los precedentes. Que en el año 92 ya se estuviera sacando un recopilatorio de grandes éxitos da buena medida de lo que dio de sí el fenómeno. Probablemente no ayudó la irrupción en el panorama, justo un año después del pelotazo de Touch me, de la fabulosa Danuta Lato (con Touch my heart, un tema de nombre sospechosamente parecido y que escuchado ahora bien podría ser de Modern Talking) y de nuestra inolvidable Sabrina. Ambas repetían un patrón casi matemático: canciones pegadizas, un generoso perímetro de busto exhibido con fabulosa despreocupación, un look roquero rematadamente sexy y una coreografía que incluyera el mayor número posible de saltitos por minuto. El fenómeno se bautizó con el inequívoco nombre de tit stars. Mucho se habló de una rivalidad, casi enconada enemistad, entre Samantha Fox y Sabrina que, como suele suceder en estos casos, era más un invento de la prensa que algo que fuera más allá de pinchar un poco a la contrincante. De hecho, en 2010, para zanjar definitivamente el asunto, grabaron juntas una versión de Call me de Blondie. Según reveló en una entrevista para El País en 2015, la banda había sido siempre el referente de Fox.
Pero no todo era grabar discos. Entremedias Fox seguía posando con regularidad para revistas como Playboy, de la que era portada con asiduidad (esas fotos firmadas se siguen vendiendo a través de su web), hacía sus pinitos en el cine, llegó a participar en el año 95 en el concurso de selección para acudir al Festival de Eurovisión quedando cuarta y protagonizó algún que otro capítulo glorioso de nuestra más reciente historia pop. El más reseñable probablemente fue en 1989, el año en el que presentó junto a Mick Fleetwood los Brit Awards. La gala fue un desastre de dimensiones gigantescas. La propia Fox se ha encargado de contarlo en numerosas ocasiones calificándola como la peor noche de su vida. Tarjetones de presentaciones equivocados, un mensaje pregrabado de Michael Jackson que nunca llegó a emitirse, un teleprónter que funcionaba de aquella manera (según la cantante, la encargada debía estar sorda y no escuchaba lo que los presentadores decían), unas seguidoras enloquecidas de Bros -aquel grupo de gemelos guapos de los ochenta- que no pararon de aullar en toda la ceremonia («No dejaban de gritar: ‘Samantha Fox, escoria’. Así que durante uno de los descansos me acerqué a una de ellas, la agarré por la camisa y le dije: ‘Cierra la boca’. Había mantenido la compostura durante el programa pero de repente salió la chica del East End que llevo dentro»). Todo esto con 22 años y una experiencia limitada en esto de presentar eventos, pero sobre todo con un dudoso compañero de viaje. El gigantesco Mick (que contrastaba cómicamente con el metro cincuenta y cinco de estatura de Fox) estaba, según la cantante, tan colocado que parecía absolutamente incapaz de enterarse de lo que estaba ocurriendo. «Cuando le di un beso de buena suerte antes del espectáculo, apestaba a hierba». Un despropósito coronado por los irónicos vítores del público cada vez que el imposible dúo daba una del derecho. Un «Yo estuve allí» en toda regla.
Pero quizás el episodio más trágico de la vida de Fox fue el que le sucedió en 1985, con tan solo 19 años, rodando un videoclip para el single Romance del ídolo setentero David Cassidy. Fox contó en el Daily Star que durante una cena, mientras ella se estaba lavando las manos en el baño de mujeres, la puerta se abrió y allí estaba Cassidy. «Antes de que tuviera tiempo de procesar lo que estaba ocurriendo, él ya me había empujado contra la pared y me había puesto las manos encima. Tratando de pararle, grité: ‘¡Quítate de encima!’. Pero él me metió la lengua en la boca, deslizó una mano bajo mi falda mientras con la otra agarraba uno de mis pechos. Reaccioné rápidamente, de manera instintiva, dándole un rodillazo en las pelotas y un codazo en la cara. Aprendí artes marciales de pequeña, así que mis reacciones son muy veloces».
Estos son algunos de los recuerdos que Fox escribió en su libro de memorias Forever, publicado en 2017. Una biografía que llegó en el momento justo, cuando la artista ya había vivido y colocado sus recuerdos. En la entrevista antes citada a Cryptic Rock aseguraba que, ya desde su inicios, le pedían que escribiera un libro. «La gente decía: ‘Hagamos un libro ahora’. Pero ¡si acabo de empezar! Es cierto que fue interesante cómo crecí, que no me lo dieron todo en bandeja, pero aún no había experimentado la vida. Cuando me ofrecieron mi primer libro, solo tenía unos 18 años. ¿Qué sabes a los 18?».
La terrible historia de Cassidy no fue el único capítulo doloroso que refiere en Forever. También reveló cómo se truncó la relación con su padre, que ejerció de mánager desde los inicios. Mientras Fox iniciaba su ascenso meteórico, el padre de la estrella, además de controlarle -que no gestionarle- la carrera, se iba aficionando con entusiasmo a la cocaína y a la bebida. Un día, y de la manera más inesperada como siempre sucede en estos casos, se desencadena el desastre. Fox, cansada de pedirle a su padre que le ponga una radio en el coche, se lo dice a Dave, su guardaespaldas. Cuando el padre se entera, enloquece y comienza a golpear a Fox. «Pensé que iba a matarme». Dos costillas fracturadas, un corte en la frente, un ojo morado y el pelo cubierto de sangre. Era 1991. Fox tenía 25 años. Pero aún había más. Fue a raíz de este suceso cuando Fox decide tomar las riendas de su carrera y recuperar el control financiero para descubrir, con horror, todo lo que su padre había estado haciendo con su dinero: impago de impuestos, malversación de fondos y cuantiosas cantidades de dinero desaparecidas probablemente en largas noches de fiesta…
Desgraciadamente, este no ha sido el único hombre que ha abusado de la confianza de la estrella. Su primer gran amor, Peter Foster, es un delincuente profesional que ha pasado por las cárceles de Australia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Vanuatu. Especializado en fraudes a gran escala, a Fox le tocó su timo de la dieta milagrosa del milenario té chino. Utilizó la imagen de la cantante para promocionar las secretas bondades de unas hierbas que en realidad eran un vulgar té negro. A este respecto, Fox diría en 2005 a The Guardian: «Ya soy lo suficientemente mayor y nunca más me engañarán personas como Peter Foster. Pero entonces tenía 22 años y era impresionable. Mis padres se acababan de separar y había un hombre inteligente, manipulador y dominante. Estuve cerca de casarme con él. Era muy vulnerable».
Pero no todo han sido desventuras emocionales en la vida de Fox. Ella siempre recuerda con mucho cariño su amistad con Lemmy (Motörhead), que no pasó de ser eso, una bonita amistad. En el portal Rock Confidential recuerda que se conocieron cuando ella tenía 17 años y se convirtió en algo así como su mentor. Para ella, fan de Motörhead, AC/DC, Van Halen y KISS, Lemmy era todo un icono. Antes incluso de sacar el Touch me, empezaron a coquetear con la idea de hacer un dúo. Kenny Rogers y Dolly Parton en versión heavy metal, solían bromear. Allí fue donde Fox descubrió que Lemmy amaba a ABBA y que algunas de las ideas melódicas de este señor provenían de la banda sueca… Incluso llegaron a escribir una canción. La bella y la bestia se llamaba.
Otro bonito recuerdo de Fox es el que le dedica a Paul Stanley (KISS), con quien estuvo saliendo un tiempo mientras Fox vivió en Nueva York. Incluso les acompañó en una pequeña gira por Estados Unidos. El romance se esfumó cuando Fox se vino a vivir a España a principios de los noventa. Y ahí ya sabemos todos lo que pasó. La cantante cambió roquero por torero. Rafi Camino y ella vivieron un idilio que ella siempre ha recordado con una sonrisa. «Era estupendo, muy guapo y muy romántico. Nos lo pasábamos muy bien juntos». Aunque quizás el dudoso oficio de Camino no era muy del agrado de Fox. En el programa Aquí no hay quien duerma de Telecinco en el año 95 recordó: «Le fui a ver a una corrida y me puse enferma, vomité en un paquete de cigarrillos».
Y hasta aquí sus devaneos. Luego vendría su verdadero gran amor: Myra Stratton, su representante desde 1999 que fallecería en 2015, víctima de un cáncer. Fox conoció a su futura mujer durante el rodaje de The Match (1999) cuando le comentó al actor Neil Morrissey, compañero de reparto, que estaba buscando nuevo mánager. Se casaron en 2003. Y Fox se vio obligada a salir del paso. Para muchos era inconcebible que la que había sido musa sexual de toda una generación de repente fuera homosexual o bisexual. Fox no se anduvo por las ramas: «Cuando estaba con una mujer, no tenía que hacer el papel de Samantha Fox, ni en la cama ni en la vida cotidiana. Ser yo misma era suficiente». Desde 2016, comparte su vida con Linda Olsen, con quien esta prometida.
Y respecto a aquella recurrente pregunta de «¿Qué fue de…?» inevitable en todo aquel que fue y ya no es, la respuesta es la esperable: apariciones televisivas, anuncios, una importante labor en la Albert Kennedy Trust (una organización con sede en Inglaterra, creada en 1989 para el colectivo LGTBQI+ que no tiene hogar o vive en un ambiente hostil) y, por supuesto, un reality. El reality por excelencia: Celebrity Big Brother (aquí Gran Hermano VIP), con una anécdota que resume bastante bien la candidez que caracteriza, según todos los que la conocen, a Sam, como la llaman sus amigos. En el programa, Fox fue amonestada por introducir un objeto prohibido en la casa: un bolígrafo. Fox se disculpó diciendo que siempre llevaba uno en el bolso. Nunca se sabe quién te puede pedir un autógrafo.
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