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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mariang, de ‘La Pija y la Quinqui’ analiza ‘Girls’ (Parte IV): el final de la serie es la canción ‘California Dreamin’

Cuando ‘Girls’ toma la recta final me alegré, porque Lena Dunham había hecho tan bien su trabajo que yo ya estaba harta de todas

Califonia Dreamin’ no es de los Eagles, es de The Mamas & The Papas. La de los Eagles es Hotel California. Lo dejo por escrito porque siempre se me olvida y luego, cada mediados de septiembre, dale que te pego con buscar California Dreamin’ - Eagles en Youtube. Os cuento esto porque estamos en temporada; es una canción que escucho hasta quemarla para autoinducirme en el tiempo místico, redentor y purgativo que colectivamente hemos decidido que son las últimas semanas de verano y las primeras de otoño. Ya querría el 31 de diciembre tener este nivel de catarsis.

California Dreamin’ funciona como funciona El final del Verano del Dúo Dinámico para los que son más castizos: es canción de pantalón corto y sudadera, de dormir con la ventana abierta y tapado… En definitiva, es canción de créditos finales. Y a mí, que no sé terminar las cosas ni irme de los sitios, estos pequeños estímulos externos me vienen bien, sobre todo en septiembre desde que soy huérfana de vuelta al cole o, como coloquialmente se le conoce, adulta.

No se me ocurre ninguna metáfora con la que comparar la entrada a la vida adulta –y eso que me encanta hacer metáforas– pero a la vida adulta entras sin enterarte (claro) y sin querer (no te jode). De pronto un día no solo estás dentro, sino que además estás muy dentro, y te das cuenta de ello, como te das cuenta de que los sueños son sueños: porque miras a tu alrededor y ves cosas que no encajan con la realidad que conoces (con la que conocías).

Una de esas cosas son los finales, que no son tan apoteósicos y abruptos como de pequeña pensabas que serían, el único que se mantiene como Final con mayúsculas es la muerte, que de pronto vuelves a no entenderla. Pero el resto son paulatinos, graduales, que no por ello cómodos; son más como una de esas escaleras que tienen los peldaños lo suficientemente anchos como para que no te baste con una zancada, pero lo suficientemente estrechos como para dar dos, así que acabas poniendo ambos pies en el mismo escalón (y luego en otro, y en otro, y en otro) para ir bajando de la forma más digna que la situación te lo permita. Así son un poco los finales cuando te haces mayor, sobre todo los de las amistades que se disuelven.

Así son los dos últimos episodios de Girls.

Cuando Girls toma la recta final me alegré, porque Lena Dunham había hecho tan bien su trabajo que yo ya estaba harta de todas. Shoshanna también estaba harta de todas, pero eso te lo ves venir porque ni siquiera queda claro en ningún momento si son sus amigas de verdad o solo por ósmosis. La cosa es que Shoshanna hace eso que hacen los débiles de espíritu, lo de conseguir otro grupo de amigos antes de dilapidar al anterior, uno que encaje más con la vida que quiere tener, pero sobre todo con la que cree merecer. “Si veis a esas chicas guapas de fuera, que tienen trabajo, bolsos y una personalidad fantástica, esas son mis amigas ahora, no vosotras” son sus últimas palabras, demasiado osadas para una chica que hasta hace no mucho se peinaba como un personaje secundario de Star Wars.

Ahora a eso se le llama mercantilizar las relaciones, y los medios digitales escriben muchos artículos sobre ello desde que dictaminamos que hablar del amor romántico sin más está demodé. También es uno de esos finales indignos de los que hablaba; el de la amiga que lleva tan al límite la ley del hielo que se convierte en iceberg y tenéis que elegir entre abandonar el barco o hundiros tocando con la orquesta.

Hannah abandona el barco, pero no porque le dé miedo hundirse, sino porque le ofrecen un trabajo en un pueblo a dos horas de la ciudad y piensa cogerlo (ya sabéis que la fórmula de terminar las series que van sobre un grupo de cuatro chicas en Nueva York es que la prota se vaya de allí). Y, como ninguna de sus amigas le responde a las llamadas, vaga sola por la calle haciendo tiempo, con su barriga de cinco meses embutida en un peto vaquero y el móvil en sonido.

Idea Vilariño ya escribió allá por el 1979 sin piedad ninguna que, al fin y al cabo, ese mundo mago, ese mundo podrido, seguiría sin ella, que “lo triste lo peor fue haber vivido / como si eso importara / vivido como un pobre adolescente / que tropezó y cayó y no supo / y lloró y se quejó / y todo lo demás / y creyó que importaba”. Pero a Hannah ya le da igual que ese mundo mago, ese mundo podrido, tenga la intención de seguir sin ella, porque a Hannah le queda en Brooklyn un telediario y tiene (con perdón) un coño de aquí a Logroño, así que se planta en la fiesta de compromiso de Shoshanna, se reconcilia con Jessa, confronta a Marnie y las cuatro pasan su última noche juntas –pero sin mirarse–, cada una en una punta del salón, bailando a su bola. En postproducción le pusieron a esta escena Crowded Places de BANKS, pero es imposible que el legado de la serie no te lleve al Dancing on my own de la primera temporada.

Para mí, el último episodio de Girls es ese, el noveno de la sexta temporada. El décimo es otra cosa de la que no sé hablar, es otra cosa más grande a la que no sé acercarme y que no puedo abarcar.

Carmen Martín Gaite hablaba de esta otra cosa como “la asignatura más difícil, por estar sometida a continua revisión”, Vivian Gornick en Apegos feroces dice que “muchas imitan los gestos y maneras de las mujeres que han sido entrenadas para convertirse en lo que deben ser y esperan lo mejor” de esta otra cosa.

Ser madre es otra cosa, desde luego, porque saben cuánta emoción puede realmente caber en un cuerpo o cuánto miedo se es capaz de experimentar. Yo no sé de estas cosas porque solo soy hija y –en caso de que se me olvide– me miro el ombligo, que es un vestigio del agujero de gusano que hace muchos años me conectó con la galaxia de la que salió toda mi materia.

Y por un momento muy breve se entiende todo, pero luego vuelve a codificarse, y me recuerda a cuando The Mamas & The Papas cantan que en un día de invierno entraron en una iglesia, se arrodillaron y fingieron rezar.

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