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Chappell Roan, la artista que devolvió la diversión al pop reivindicando la cultura ‘drag’

Como una auténtica estrella, atrae multitudes allá donde actúa y su influencia se expande como un fenómeno cultural. Su vida cambió para siempre tras ser la telonera de Olivia Rodrigo en Estados Unidos

Chappell Roan
Chappell Roan en Bonnaroo Music & Arts Festival 2024 en Manchester.Erika Goldring (Getty Images)

Elton John la adora. Lady Gaga, como no podía ser de otro modo, agradeció con varios emojis en forma de corazón su versión en directo de Bad Romance. E incluso Azealia Banks, más notoria por sus incendiarios tweets y enfrentamientos con otras artistas que por su productividad en el estudio de grabación, ha profesado públicamente su admiración. El fenómeno Chappell Roan, al menos al otro lado del Atlántico, parece imparable.

Su álbum debut, The Rise and Fall of a Midwest Princess, publicado el pasado septiembre, ha escalado progresivamente en la lista de ventas estadounidense hasta colocarse en el top 10. Y al mismo tiempo, cinco de sus sencillos (la reciente Good Luck, Babe!, Hot To Go! con su coreografía carne de TikTok, Red Wine Supernova, Pink Pony Club y Casual) no cesan de subir escalones en el Billboard Hot 100, el ranking de éxitos del país norteamericano.

A sus 26 años, todavía no se le puede catalogar como una estrella internacional, pero su meteórico ascenso estos meses sugiere que está cerca de lograrlo. Al igual que Sabrina Carpenter, quien se benefició de ser telonera de Taylor Swift en el rompe récords The Eras Tour, Chappell Roan también experimentó un significativo impulso al abrir las primeras 24 fechas de Olivia Rodrigo en Estados Unidos a principios de 2024. Una semana después de arrancar la gira, las reproducciones de sus canciones aumentaron un 32% en las plataformas de streaming.

Asimismo, tras su viral actuación en marzo en la serie Tiny Desk de NPR, que ya acumula cuatro millones de visualizaciones en YouTube, y sus aclamadas presentaciones durante dos fines de semana consecutivos en Coachella al mes siguiente, se estima que entre febrero y abril sus oyentes en Spotify crecieron un 500%. Ante estas estadísticas, a nadie sorprendió que se diera un auténtico baño de masas en junio en el Governors Ball de Nueva York, donde apareció disfrazada de la Estatua de la Libertad, ni que los programadores del festival Bonnaroo la movieran de un escenario secundario al principal por aclamación popular.

Su desvergonzada estética camp, su discurso abiertamente queer y su teatralidad sobre las tablas han revitalizado la diversión que caracterizaba a la música pop a principios de la década de 2010. El público generalista, no solo el colectivo LGBTIQ+, ha acogido con entusiasmo la propuesta. Aunque su repentino éxito, para nada, ha sido fruto de un día o de los caprichos del algoritmo. Antes de obtener este reconocimiento mediático, lanzó un EP del que reniega, fue vilipendiada por un sello discográfico y, sobre todo, tuvo que tocar fondo para redefinir su identidad como artista y como persona.

Nacida como Kayleigh Rose Amstutz en Willard, un pueblo de poco más de 6.000 habitantes en el estado de Misuri, Roan se crio en el seno de una familia conservadora y cristiana. “Mi infancia fue muy deprimente”, contó en una entrevista que concedió en 2023 a Variety. “Me diagnosticaron trastorno bipolar a los 22 años, pero de niña creo que mis padres simplemente pensaban que era una malcriada, así que lo pasé muy mal. Quería sentirme como una buena persona, pero una parte de mí necesitaba escapar. Solo quería gritar. Salía a escondidas mucho, pero aun así iba a la iglesia tres veces por semana. Había esa dicotomía de tratar de ser una niña buena y, a la vez, querer prender fuego a las cosas”.

Chappell Roan durante su actuación en el Governors Ball.
Chappell Roan durante su actuación en el Governors Ball.Marleen Moise (Getty Images)

Atrapada en los rígidos estándares de su localidad natal, halló en la música una poderosa liberación. “Me crié escuchando rock cristiano, pero nunca me identifiqué con él. Experimentaba una profunda ambivalencia porque sentía una fuerte curiosidad por la música pop, aunque no entendía por qué me atraía tanto. Era un estilo de vida ajeno al mío”, explicó en febrero a las páginas de NME sobre cómo Lady Gaga, Katy Perry, Kesha o Nicki Minaj ampliaron su visión del mundo.

De no haber sido por ellas, probablemente nunca habría comenzado a tomar clases de piano a los 12 años ni participado en un concurso de talentos del instituto a los 13, un evento que marcó su adolescencia. Fue en diciembre de 2011, después de interpretar frente a sus profesores y compañeros el villancico The Christmas Song, que tomó conciencia de sus privilegiadas cuerdas vocales. Evidentemente, ganó.

En adelante, comenzó a difundir su música en YouTube, utilizando una cuenta que ahora ha sido eliminada, donde compartía tanto versiones de otros artistas como sus propias composiciones originales. La estrategia pronto dio resultados. El 8 de mayo de 2015, poco antes de graduarse y con apenas 17 años, fue contratada por el sello Atlantic Records. Enseguida adoptó el nombre artístico de Chappell Roan en honor a su abuelo, Dennis Chappell, quien falleció sin llegar a verla triunfar debido a un tumor cerebral, y a la canción favorita de él, The Strawberry Roan.

Acompañada por sus padres, en los siguientes meses visitó varios estudios de Los Ángeles y Nueva York. De aquellas grabaciones surgió en septiembre de 2017 el EP School Nights, un trabajo que contrasta notablemente con la Chappell Roan actual. De hecho, en múltiples ocasiones ha expresado que no se siente orgullosa ni se identifica con esas cinco oscuras canciones, como Good Hurt, donde manifestaba su amor sadomasoquista hacia un chico anónimo. A pesar del empeño de Atlantic Records, no aspiraba a convertirse en otra Lorde más.

Su desarrollo profesional tomó un nuevo rumbo cuando, en 2018, decidió mudarse sola a Los Ángeles. “Me dijeron que esta ciudad era demoníaca y que vivían satanistas allí. Pero al llegar a West Hollywood, mis ojos se abrieron, especialmente respecto a la comunidad queer. Visitar un club gay por primera vez fue una experiencia espiritual. Nunca había visto a una drag queen antes”, aseveró en NME acerca de lo transformadora que fue la noche que pasó en The Abbey, uno de los bares de ambiente más concurridos de la urbe.

“De repente, me di cuenta de que podía ser realmente quien quisiera y nadie se inmutaría”, detalló en Headliner Magazine. Y agregó: “Era muy diferente a estar en casa, donde siempre me costaba ser yo misma y temía ser juzgada por ser diferente o creativa. Me sentí tan abrumada por ese amor y aceptación que, desde entonces, comencé a escribir canciones como mi verdadero yo”.

De sus vivencias en The Abbey surgió Pink Pony Club, una pieza semiautobiográfica en la que cuenta la historia de una joven de Tennessee que, desafiando la desaprobación de su madre, se dirige a la Costa Oeste para probar suerte como gogó. Coescrita y producida junto a Dan Nigro, el artífice de los dos primeros discos de Olivia Rodrigo, se trata de una de las canciones más queridas por su público en este momento. No obstante, cuando se lanzó en abril de 2020, pasó inadvertida.

Que medio mundo estuviera confinado en casa, por supuesto, no ayudó. Pero a quien más desconcertó el tema, sin duda, fue a los directivos de Atlantic Records. Tras el tibio recibimiento de ese y sus siguientes dos sencillos, Love Me Anyway y California, la discográfica le rescindió el contrato en agosto de 2020. Esa misma semana, para acabar de redondearlo, su novio durante los últimos cuatro años rompió con ella.

Chappell Roan en el Boston Calling Music Festival en mayo de 2024.
Chappell Roan en el Boston Calling Music Festival en mayo de 2024.Astrida Valigorsky (Getty Images)

Roan no tuvo más opción que regresar a Willard con sus padres. Durante un breve período, trabajó como camarera en un autoservicio, lo que le permitió ahorrar lo suficiente para volver a Los Ángeles. Antes de reunirse con Nigro para grabar nueva música a finales de 2021, desempeñó roles como niñera, asistente de producción en un programa de HBO y cajera en una tienda de donuts. Sin embargo, para su sorpresa, ocurrió algo inesperado: mientras planeaba sus próximos pasos como artista independiente, Pink Pony Club empezó a ganar popularidad en TikTok. Con las fuerzas renovadas y ningún sello presionándola o dictándole qué hacer, al fin estaba lista para emprender la metamorfosis definitiva.

Naked in Manhattan, publicada en marzo de 2022, marcó el inicio de su rebranding. En primer lugar, porque en su letra fantaseaba explícitamente con besar a otra chica por primera vez (actualmente, según reveló en Los Angeles Times, sale con una mujer y se identifica como queer). Y, segundo, en su modesto vídeo dirigido por el artista visual Ryan Clemens en las calles de Nueva York, comenzó a abrazar la estética drag que ahora le caracteriza. Adoptar esa imagen justo cuando los legisladores estatales conservadores estadounidenses estaban impulsando proyectos de ley en su contra fue, claramente, una declaración de intenciones.

A su vez, tal como explicó en Polyester Zine, el maquillaje excesivo y los extravagantes atuendos adquiridos en tiendas de segunda mano le permitieron explorar una faceta más audaz y confiada en el escenario: “Como Kayleigh, me resulta incómodo ver escenas de sexo o coquetear con la gente. Las situaciones hipersexuales me generan verdadera incomodidad. Pero con la drag queen que interpreto, Chappell, no es así: me siento completamente cómoda y segura cantando sobre esos temas”.

Desde que en marzo de 2023 anunció su fichaje por Amusement Records, un sello creado por su productor Dan Nigro en colaboración con Island Records, cuenta con un mayor presupuesto. Entre otras ventajas, tras reclutar al maquillador Andrew Dahling y a la estilista Genesis Webb, ya no necesita maquillarse, coser ni adornar su vestuario con sus propias manos. Pero a pesar de que la fama pueda nublar la vista, Roan no olvida sus raíces ni los desafíos que ha enfrentado. “Resurgí de las cenizas de perder todo mi dinero, mudarme de nuevo con mis padres y trabajar en un autoservicio. Este hermoso proyecto cobró vida desde las profundidades del infierno”, comentó en Variety.

A la espera de que algún día se anime a visitar nuestro país (su nombre ya resuena de cara a la próxima temporada de festivales) o que, como todas las casas de apuestas pronostican, se alce con el Grammy a Mejor artista novel (siempre y cuando Sabrina Carpenter no se lo arrebate), hay algo innegable: en unos años, si todo sigue su curso, figurará entre las grandes. Tiempo al tiempo.


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