10 razones por las que Budapest es el destino del momento
La capital húngara está de moda. Gucci rodó su último anuncio en uno de sus balnearios y el turismo español aumentó en 2016 un 6,3% respecto al año anterior. Descubrimos una de las ciudades europeas en auge.
Budapest está de moda. No lo decimos solo porque Gucci haya rodado su último anuncio allí ni porque Wes Anderson narrase en su última película las venturas y desventuras de los habitantes de un hotel ubicado en la capital húngara. La ciudad, considerada por muchos una de las más bellas de Europa (no en vano cuenta con varios lugares Patrimonio de la Humanidad), se ha convertido en uno de los destinos turísticos europeos favoritos de los españoles. Según informa la Agencia de Turismo Estatal Húngara, el turismo español aumentó en 2016 un 6,3% respecto al año anterior y se perfila como un destino vacacional en auge. Por su proximidad (unas tres horas en avión) y el coste de la vida allí (bastante inferior al de otras capitales europeas como Londres o París), Budapest se convierte en un destino muy interesante de cara a Semana Santa.
Antes de pasar a desgranar por qué merece la pena visitar la ciudad y cómo exprimirla al máximo, dos consejos prácticos. El primero: es muy fácil llegar desde el aeropuerto al centro de la ciudad en transporte público (aquí explican las posibles rutas). El segundo: conviene alojarse en la zona de Pest puesto que es donde se encuentran la mayoría de restaurantes, bares y comercios (la colina de Buda es prácticamente monumental y tiene poca vida más allá de las visitas de rigor). Por lo demás, aquí van 10 cosas que puedes hacer esta Semana Santa (o cuando quieras) en Budapest:
1. Darse un baño en sus aguas termales
No se puede visitar Budapest sin relajarse en sus aguas termales. Es más que una atracción típicamente turística puesto que los propios lugareños son asiduos a estos balnearios. Aunque existen varios en la ciudad, los más famosos son Széchenyi y Gellért. El primero, que abrió sus puertas en 1913, es perfecto si quieres disfrutar de un baño al aire libre. No importa que haga frío: la temperatura del agua de sus piscinas exteriores alcanza los 37º. A pesar de que no es recomendable pasar más de veinte minutos sumergidos en agua tan caliente, los fanáticos de las partidas de ajedrez que se organizan en mitad de la piscina pueden pasar horas en jaque. El recorrido sigue en el interior de sus característicos edificios pintados de amarillo, donde se ubican doce piscinas más, saunas y salas de masaje. Cerca del balneario está la emblemática Plaza de los Héroes. La otra opción más popular es Gellért. Tanto que Gucci ha rodado allí su último anuncio de gafas de sol dirigido por Petra Collins. No es de extrañar, el entorno hace justicia al universo creativo de Alessandro Michele: cabezas de león que escupen agua, ángeles y mosaicos de azulejos convierten este antiguo hospital en un lugar preciosista y decadente a partes iguales. Una última razón para pasar la tarde a remojo: sus aguas provienen de los manantiales subterráneos del monte Gellért y tienen propiedades medicinales.
2. Probar el goulash (y otros platos húngaros)
En las calles de Budapest conviven los edificios más históricos con los locales más modernos. Probar los platos típicos de la gastronomía húngara no depende de la solera del restaurante, también en espacios de aires desenfadados como Bonnie Restro saben hacer un buen goulash. Este guiso a base de carne, patata, zanahoria, pimiento y pimentón es junto al pollo paprika, el foie gras casero, el salami, el vino y las carnes lo más representativo de la cocina húngara (de los postres hablaremos después, merecen un capítulo aparte). En la plaza de Liszt Ferenc se concentran varias opciones interesantes para comer o cenar (si el tiempo acompaña las terracitas de la zona terminan abarrotadas). En esta ubicación se encuentra Menza, el mejor restaurante de Budapest según Tripadvisor. Es uno de los lugares de moda de la capital y la relación calidad-precio lo hacen muy recomendable: saldrás con la barriga llena por unos 6.000 florines (20 euros) por persona. Uno de sus platos estrella es el paté de hígado de pato con cebolla caramelizada.
3. Tomar algo en un bar en ruinas
Es indiscutible que Budapest tiene algo de Berlín (o viceversa). El ambiente más underground de la capital húngara se respira en los ruin bars o bares en ruinas, parada obligatoria para los que quieran tomar una cerveza (o lo que se tercie) en un ambiente de lo más pintoresco. El más famoso y antiguo de la ciudad es el Szimpla Kert, un local de dos plantas e infinitos ambientes que hace las veces de mercadillo durante el día y se transforma por la noche. Un lugar auténtico en el que aquincenses y turistas apaciguan el calor tomando una copa en su terraza o cenando sentados en un coche o en el interior de una bañera. También el pub For Sale merece una parada. Sus paredes están literalmente empapeladas (carteles, recibos y papeles en general inundan el techo) y, al igual que en el anterior, las actuaciones musicales en directo son frecuentes. Otros bares en ruinas a tener en cuenta son Mazel Top y Corvin Club.
4. Ir a hacer la compra al Mercado Central
Al lado del puente de la Libertad y mirando a la plaza Fövám se levanta un edificio de cristal y hierro coronado por tejas de colores. Su interior está plagado de puestos que venden productos tradicionales (pápikras, foies, frutas o carnes) así como souvenirs de todo pelaje (las cajas de madera que se abren siguiendo un rompecabezas son de lo más típico). También cuenta con un par de restaurantes y puestos de comida en los que degustar un buen lángosh, que viene a ser algo así como una pizza húngara. Más allá de lo pintoresco del lugar, son muchos los autóctonos que eligen este mercado para hacer la compra.
5. Rendirse al placer del chocolate
Toda visita a Budapest que se precie exige una parada (o dos) en sus más emblemáticas pastelerías. New York Café es considerada una de las cafeterías más bonitas del mundo. Adherida actualmente al Hotel Bocolo, este lugar con más de un siglo de historia fue el núcleo cultural más importante de Europa Central. Merece la pena tomarse un chocolate caliente acompañado por una de sus tartas dejándose embobar por su decoración y por la música que suena en directo. A pesar de que la cuenta será superior a la de otros locales de la ciudad, no se acerca a los desorbitados precios que una merienda en un lugar así podría costar en otras capitales como París. New York Café comparte protagonismo con Gerbeaud, otra de las pastelerías con más renombre de Budapest. Fundado en 1858, este establecimiento sirve la mejor tarta Dobos del país, la favorita de la Emperatriz Sissi. Está ubicada en la colorida plaza Vörösmarty, el mismo lugar que suele acoger puestos de comida callejera. Allí es muy recomendable probar los Kürtőskalács o pasteles chimenea, una masa de textura crujiente y dimensiones considerables que se cocina enrollada a un cilindro para que mantenga la forma de rulo. Solo queda elegir si se prefiere con nueces, canela, coco o chocolate. Ver cómo la cocinan al fuego y la sirven de un golpe seco es todo un espectáculo.
6. Descubrir el diseño húngaro (y darse algún capricho)
Hay varias firmas y diseñadores húngaros que conviene tener en el radar. Nubu (Calle Andrássy, 13) defiende la funcionalidad y los cortes limpios; Nanushka (Calle Bécsi, 3) apuesta por una paleta de colores de lo más apetecible y tiene piezas contemporáneas y en tendencia, Tomcsanyi (Calle Paulay Ede, 18) inventa estampados que recuerdan a los de la italiana Vivetta y Use Unused (Calle Sas, 16) ya triunfa con sus diseños fuera de Hungría. Aunque no dejamos de hablar de firmas premium, en casi todas se pueden encontrar piezas asequibles. Los que prefieran hacer compras en grandes cadenas como Zara o H&M no dejen de pasear por Váci, una de las calles más importantes de la ciudad. También la Avenida Andrássy es un reseñable eje comercial en el que se concentran las firmas de lujo como Gucci o Louis Vuitton. Una última advertencia: las tiendas de segunda mano son muy populares entre los húngaros, rebuscando entre sus toneladas de ropa es posible encontrar algún tesoro.
7. Ir de copas por el barrio judío
Esta zona, en la que se ubica la segunda Sinagoga más grande del mundo, se ha convertido en epicentro del arte y la modernidad de Budapest. La galería de siete edificios Gozsdu Udvar, cordón umbilical entre las calles Kiraly y Dob, está repleto de restaurantes de todo tipo, coctelerías y garitos en los que comer algo y tomar una copa. Hasta hace nada, este era un lugar residencial. Ahora hay ambiente asegurado las 24 horas.
8. Pasear a orillas del Danubio
El Danubio azul es la barrera y el pegamento de Budapest. Separa lo que antiguamente fueron dos ciudades (Buda y Pest) y las conecta gracias a sus majestuosos puentes (los más famosos son el de las Cadenas, el de la Libertad y el de Isabel). Pasear por la ribera permite una primera aproximación a la ciudad: el majestuoso Parlamento, la Basílica de San Esteban (digna de visitar por dentro), el castillo de Buda o el Bastión de los Pescadores se adivinan desde las orillas del río más largo de la Unión Europea. Los fanáticos de los cruceros pueden dejarse llevar por uno de los planes turísticos más típicos: recorrer el Danubio en barco. Lo más recomendable es hacerlo al atardecer, cuando empieza a caer la noche y los edificios se iluminan.
9. Disfrutar de las vistas en lo alto de la Ciudadela
Se conoce como Buda la parte ubicada en la colina. Para subir a esta zona es típico recurrir a uno de los funiculares de madera que te elevan mientras disfrutas de las vistas. Una vez arriba, el Castillo de Buda (y sus jardines), el Bastión de los Pescadores, la iglesia de San Matías (imperdible su interior) o el Hospital de la Roca (un búnker que sirvió de refugio durante la Segunda Guerra Mundial, la revolución del 56 y la Guerra Fría) son visitas subrayadas por toda guía turística. La última parada clave de esta zona es la Ciudadela. Desde allí es vislumbra la panorámica más apabullante de Budapest y se contempla de cerca la estatua de la Libertad que preside la ciudad. Los más deportistas se atreverán a subir andando. El resto pueden coger el autobús número 27 en la parada Móricz Zsigmond körtér (para llegar hasta ella basta con coger el tranvía en la puerta del balneario Gellért).
10. Recorrer la ciudad de noche
La noche permite redescubrir las ciudades desde otros prismas. Sobre todo, cuando están tan bien iluminadas como Budapest. Merece la pena repetir algunos de los paseos diurnos cuando se esconde el sol y recorrer las orillas del Danubio bañadas por la oscuridad se hace imprescindible. El Parlamento es uno de los edificios más imponentes tanto si se ve de cerca como si se observa desde el Bastión de los Pescadores en Buda y los siete puentes que cohesionan la ciudad también se transforman y embellecen por la noche. Imposible no disparar la cámara.
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