Phyllis Schlafly, la furibunda antifeminista que frenó los derechos de la mujer mientras los disfrutaba
«Demasiado conservadora hasta para los ultraconservadores», Phyllis Schlafly ganó votantes defendiendo que las mujeres debían permanecer en el hogar mientras ella, esposa y madre, recorría Estados Unidos inculcando sus ideales. Ahora Cate Blanchett la interpreta en la serie ‘Mrs America’.
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En el apogeo de su poder, cuando marcaba el teléfono de Ronald Reagan en la Casa Blanca, Reagan jamás dejaba pasar la llamada. El presidente de los Estados Unidos sabía que tenía que atender el teléfono a Phyllis Schlafly, es más: le gustaba hacerlo. Los dos se habían hecho grandes amigos durante la primera campaña de Reagan como presidenciable, que Schafly había apoyado desde el inicio.
He aquí Phyllis Schlafly, una de las mujeres más influyentes del Partido Republicano de EE UU, a la que FX dedica ahora la serie Mrs America, emitida por HBO en España y protagonizada por Cate Blanchett. Para aquellos no familiarizados con la tradición política estadounidense fue prácticamente una desconocida, pero ha determinado una gran parte de los valores del movimiento ultraconservador norteamericano: la centralidad de la familia, el repudio al feminismo, al aborto, al matrimonio homosexual y, sobre todo, ha sido la principal valedora de la recuperación de la idea de que la mujer es por encima de todo cuidadora y madre antes que trabajadora.
La vida, el trabajo e incluso la imagen de Schafly parecen ideadas por un experto en imagen conservadora: atractiva, madre de seis hijos, en un matrimonio estable y defensora de valores tradicionales, Schafy era la postal perfecta para una campaña orquestada por los republicanos para recuperar una centralidad perdida. Así podría ser leída, pero sería un error: Schafy no fue una estratagema, sino una líder política fundamental, una brillante estratega y, sobre todo, una ideóloga popular que consiguió un gran calado entre el votante medio americano.
Su origen explica en gran parte su trayectoria ideológica. Phyllis Stewart fue el producto de una familia sureña de Missouri castigada por la depresión económica de los años treinta. Se crió en un ambiente católico que le inculcó la idea del esfuerzo y el trabajo. Durante la Segunda Guerra Mundial, apenas con veinte años, Phyllis contaría orgullosa después, estuvo empleada como técnica de balística en la planta de municiones más grande del mundo. Fue una universitaria destacada: obtuvo un máster en política gubernamental en la prestigiosa college de Radcliffe –cuando Harvard todavía no aceptaba mujeres– y poco después conoció y se casó con el abogado John Fred Schlafly Jr, de una adinerada familia de Saint Louis. Años más tarde se doctoraría en leyes.
La historia oficial dice que Phyllis Schlafly se retiró tras su matrimonio a ejercer el papel de madre de familia y ama de casa mientras criaba a sus seis hijos, pero eso contradice de plano la realidad. Lo cierto es que a Schlafly le picó el bicho de la política en seguida: trabajó en campañas para la elección de gobernadores republicanos durante finales de los cuarenta y escribió panfletos anticomunistas durante el macartismo. En 1952 fue candidata republicana al Congreso y perdió. Contrariamente a lo que más tarde defendería, muchos de sus partidarios la recuerdan, deleitados, haciendo campaña embarazada o amamantando a alguno de sus hijos.
Poco a poco –“como un hobby”, se disculparía ella– Phyllis Schlafly se convirtió en un valor en alza. Su libro A Choice Not an Echo, que exhortaba al partido republicano a alejarse del “establishment del este” –como Henry Kissinger, a quien detestaba–, vendió tres millones de copias, y le dio la plataforma que necesitaba. En los años sesenta comenzó a recorrer el país en favor de las ideas ultraconservadoras que comenzaban a emerger en un sector del partido. Pese a ser una de las más férreas defensoras del candidato Barry Goldwater, y hacer campaña por él en todo el país, tuvo detractores entre sus filas y no obtuvo más que su confianza: era demasiado conservadora hasta para los ultraconservadores.
Pero Schlafly pasó a la historia sobre todo en 1972, cuando encabezó la campaña contra la llamada Enmienda de la Igualdad de Derechos (ERA, en sus iniciales en inglés), una iniciativa para adoptar una enmienda a la Constitución que garantizase la igualdad de hombres y mujeres. Lo que parecía una batalla ganada desde el inicio por los demócratas se convirtió en un debate que se eternizó hasta los ochenta y murió por hastío. Para entonces, la mayoría de los estadounidenses asociaban la enmienda con el servicio militar obligatorio para las mujeres, los aseos mixtos y los derechos LGTB. ¿Por qué? Porque Schlafly se había encargado de que fuera así. Ambiciosa, inteligente y muy seductora, Phyllis había recorrido todo el país y se había convertido en el azote de las feministas. Su discurso populista de tradición y estabilidad familiar, exhortando a las mujeres a elegir la felicidad en el matrimonio y en el hogar, creó un movimiento de base que hizo virar a varios estados y la convertiría en el arma secreta del partido. Por el camino se llevó algún tartazo mediático y el odio encarnizado de los defensores de los derechos civiles.
Durante años y hasta su muerte en 2016, gracias al lobby fundado por ella Eagle Forum, defendería los valores ultraconservadores del partido republicano. Pero no estaba exenta de contradicciones: la autodenominada ama de casa que exhortaba a las mujeres a quedarse en el hogar a cuidar de sus hijos recorrió durante décadas Estados Unidos, escribió más de una docena de libros y tuvo una ama de llaves que se encargó de la crianza de sus seis hijos. En palabras de su oponente, la feminista Karen DeCrow, “era una mujer extremadamente liberada”.
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