La moda es cambio: llega el tiempo de reconstrucción
Las firmas reorganizan su estructura interna. Un juego de sillas que refuerza el negocio y la creatividad.
«La moda es cambio». Es la frase más repetida esta temporada. También en Milán. En una industria cuyo sistema es paradójicamente inmóvil, hoy todas las marcas anuncian movimientos. Ante la incertidumbre, toca elegir (y a veces improvisar) una estrategia. Miuccia Prada, por ejemplo, ha decidido tantear las oportunidades que ofrece la inmediatez del «lo veo, lo quiero» con dos bolsos; «el prêt-à-porter puede esperar», advierten.
No existe un guión de actuación. El circuito está dividido. Presentación intimista o espectáculo. Tradición o reinvención. Promoción viral o campaña anti-redes sociales. Todo vale, hasta que las ventas demuestren lo contrario. Si el jueves Alexandre Arnault, hijo de Bernard Arnault (propietario de LVMH) y experto en temas digitales, se sentó en primera fila para ver la segunda colección de Massimo Giorgetti para Pucci –que sigue sin encontrar su rumbo tras la salida de Peter Dundas–; el sábado la marca de Giorgetti, MSGM, pidió a los asistentes al desfile que no colgaran ninguna foto del show ni en Facebook ni en Instagram. «Guarde el móvil y disfrute del espectáculo», rezaba la invitación.
Negar el triunfo de la maquinaria digital quizá no tenga sentido. Pero las decisiones y los movimientos no afectan solo al formato. También hay baile de sillas en los equipos creativos y en los despachos de ejecutivos. El año pasado, Alberto Beretta fue nombrado consejero delegado de Bottega Veneta. Reemplazaba a Marco Bizarri, que se había ido a Gucci –la niña bonita de Kering–, para encumbrar a Alessandro Michele. Con Bizarri al frente, en 2013 Bottega Veneta superó por primera vez la barrera de los mil millones de euros de facturación.
Los bolsos son el motor de crecimiento de la enseña (que en 2015 elevó sus ventas un 13,7%). «He querido introducir nuevos modelos, formatos más pequeños, inspirados en diseños de los archivos de 1971», cuenta Tomas Maier. Pero el prêt-à-porter gana adeptos. En un mercado copado por líneas para un público casi adolescente, Maier esboza patrones para una mujer adulta. Incluso Kendall Jenner madura con los diseños de este alemán. «Todo tiene que ser llevable. Para eso hacemos ropa. No es para el espectáculo. Es para la gente», argumenta Maier, que dibujó una silueta fluida, con vestidos de punto que emulaban la delicadeza del encaje.
Este año la casa celebra 50 años desde su fundación (en 1966) y 15 años del fichaje de Tomas Maier (en 2001). Si alguien espera una gran fiesta, se equivoca de firma. Para derroche y fastuosidad ya está Dolce & Gabbana, que acaba de fichar al ex consejero delegado de Gucci, Patrizio di Marco (el segundo fichaje de la cantera Gucci tras la incorporación de Diana Zanetto, hasta entonces responsable de merchandising y licencias de Kering). Famosos por los montajes temáticos, el último show del dúo siciliano hace realidad el cuento de Cenicienta (carroza y calabaza incluidas). Una fantasía que alimenta la idea de que todas las niñas quieren ser princesas. Para ellas –y sobre todo, para las clientas de Rusia y Oriente Medio– Domenico Dolce y Stefano Gabbana han reeditado sus patrones más emblemáticos con brillos, bordados y estampados inspirados en los cuentos de Disney.
«Quería jugar con las proporciones, para crear una silueta romántica moderna, con guiños deportivos», explica Consuelo Castiglioni entre bambalinas, tras el primer desfile de Marni desde que el grupo Only The Brave –que en 2013 se convirtió en principal accionista de la enseña– compró el 100% del capital en noviembre. En los últimos meses, la marca ha reforzado su línea masculina, ha expandido la colección infantil y ha firmado un contrato con la empresa de óptica Marchon.
«Una marca se define por sus acciones, no solo por la estética que crea», defiende la firma. Para celebrar el lanzamiento de su primera línea de gafas, Marni ha montado una superproducción con una escenografía casi mágica. «Es una obra surrealista sobre el equilibrio, con acróbatas suspendidos y perfomances inspiradas en los trajes del discípulo de la escuela Bauhaus Oskar Schlimmer», describe Carolina Castigliani, hija de Consuelo y directora de proyectos especiales de la marca.
Oskar Schilmmer es también uno de los referentes de Massimiliano Giornetti (Salvatore Ferragamo). «Esta temporada en la que todo el sistema se cuestiona, tenemos la obligación de lanzar un mensaje positivo de creatividad. Una reflexión que, en esta colección, me ha llevado a los inicios de Ferragamo, en los años 30. Sus diseños tenían un giro irónico que remite a la escuela Bauhaus, un movimiento que reconstruyó el grafismo», analiza. «Y como las vanguardias entonces, hoy la moda está reconstruyendo su lenguaje».
El imperio está en Hollywood
«En esta colección he trabajado formas muy simples: pantalones fluidos, faldas cortas –pero no mini– y chaquetas bómber, para dar un toque más moderno. Y sobre esa base he añadido gráficos y colores: rectángulos, triángulos y cuadrados verdes, rosas y amarillos». Con estas palabras Giorgio Armani desmontó el proceso creativo de su última colección para Emporio Armani. El todopoderoso italiano siempre ha estado por encima de las tendencias y de las temporadas. American Gigolo (1980) le abrió las puertas de Hollywood. Y desde entonces ha alimentado la leyenda (y el imperio) de un estilo que no necesita jugar en la liga frenética del «lo veo, lo quiero». Como antesala de los Óscar (la auténtica pasarela de Giorgio), su hija Roberta fue la anfitriona de un cóctel en honor a El renacido, de Iñárritu, en la boutique de la firma en Rodeo Drive. DiCaprio fue el hombre de negro. Negro Armani.
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