Lo que el viento no se llevará nunca de Chanel
El káiser presenta lo nuevo de Chanel en un Grand Palais convertido en parque eólico, aunque a Karl Lagerfeld no le hace falta renovarse para triunfar.

Karl Legerfeld fue ayer de los pocos que, estando en París, no se acercó al debut de Hedi Slimane en Saint Laurent. Y eso que se celebraba en el mismo marco en el que esta misma mañana presentaba su nueva colección para Chanel. Y eso que el monolook que luce hoy en día el filiforme Karl lleva el sello de Slimane en tiempos de Dior Homme: suyas eran y son las primeras corbatas, americanas y pitillos, que empezó a ponerse cuando perdió cinco tallas. Será entonces que no quería cruzarse con Pierre Bergé, socio del maestro Yves, a quién iba dedicado el desfile, y que en su momento dijo de él "Karl Lagerfeld no es un diseñador, es un mercenario".
Así, de espaldas a cualquier estreno al frente de otras casas, Lagerfeld le ha hecho su particular guiño a la nueva política de sucesiones que domina París (y Milán con Jil Sander) a partir de un escenario de energías renovables en el que ha albergado un desfile más despejado que otras veces. Mucho más desahogado en referencias literales, y suelto, más ecológico por su ligereza y relación con un entorno pavimentado con paneles solares, en el que las perlas y las siluetas cocoon se han alternado con juveniles suéters estampados con molinos de viento, abrigos de plexiglás y minifaldas, así como vestidos combinados con minichaquetillas trapecio, tejanas o de lentejuelas.
¿Será Karl el único viento que se resiste a soplar en otras direcciones y bufa inagotablemente hacia adentro regenerándose una y otra vez?

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